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Y es que cayó del cielo cuando nadie lo esperaba. Un regalo divino en el que muy pocos creían hasta que se produjo en medio del desánimo, la incertidumbre y el hartazgo.
Luego de interminables meses de campaña y guerras de lodo entre los candidatos a la Presidencia, el Mundial de Rusia llegó como una posibilidad de escape de una rutina que comenzaba a ser asfixiante. Apenas con un delgadísimo hilo de fe en lo que pudiera lograr nuestro equipo en la máxima justa del deporte mundial por excelencia. Ese que alguien definió como “un juego de 11 contra 11 en el que siempre gana Alemania”.
Pues hete aquí que ahora no fue así. Y el milagro se produjo en el estadio Luzhniki, de Moscú, al minuto 34, cuando Hirving El Chucky Lozano recibió un pase telemétrico del Chicharito para quebrar la cintura de dos grandotes con una finta torera para marcar un gol de antología pegado al poste. Un sueño en vida del cual todavía no queremos despertar, aunque luego hayamos tenido que sufrir otros 60 minutos porque fallamos una y otra vez y al más villano de los villanos de los últimos tiempos se le ocurrió sacar del terreno de juego a los dos mejores —Lozano y Vela— solo para recordarnos que el que manda es él; que si el equipo nos tenía fascinados él puede modificarlo, y que por eso, a mucho orgullo, se hace llamar Juan Cambios Osorio.
Pero es cierto, resultado mata quejas y rencores. Mata todo. Y lo bailado ya no nos lo quitará nadie. Es un resultado histórico, tal vez el más importante de todos los tiempos. Una alegría tan grande que nos ha alcanzado a todos aun en estos días de encono electoral.
Así que, como es obvio, ya candidatos y partidos se colgaron de la victoria y unos y otros tienen su versión de lo que significa este triunfo: para Ricardo Anaya “Así vamos a ganar nosotros también, con fuerza, con entusiasmo y muchísima determinación”; José Antonio Meade fue un poco más contundente: “Que nadie se confunda, en las elecciones no hay invencibles”, para luego tuitear: “¿No qué no? ¡Claro que se puede! #MéxicoChingón”. Ambos candidatos en la muy discutible hipótesis de que si se compara el Mundial con el proceso electoral y al puntero en las encuestas —AMLO, por supuesto— con el campeón Alemania, todavía hay tiempo de derrotarlo, aunque en este caso el árbitro no esté facultado para prorrogar ni un solo minuto.
Desde su cancha, López Obrador y sus seguidores tienen una visión muy distinta del juego: sienten que tan cerca del final ya nadie podrá arrebatarles el triunfo que además será por goliza. El propio Andrés Manuel lo puso en estos términos: “Es una muestra de lo que están hechos los mexicanos y así como ganó hoy la Selección, va a seguir ganando México”.
Yo, la verdad, no creo que nadie vaya a cambiar el sentido de su voto en función de los resultados del TRI el sábado frente a Corea y el miércoles siguiente contra Suecia. Creo que la inmensa mayoría ya definió a su favorito. Según las encuestas serias, cada vez hay menos indecisos.
Lo que sí puede ocurrir es que tres días antes de la elección hayamos calificado a la siguiente ronda y nos dé más gusto todavía acudir a las urnas. Mientras tanto, habrá que agradecerle al profe Osorio que por fin le haya dado cauce a esta locura irracional llamada futbol. Por lo pronto, yo le ofrezco una gran disculpa pública y encabezaré la marcha del perdón en Reforma.
Periodista.
ddn_rocha@hotmail.com