¿Qué es más grave, un funcionario corrupto o un mal funcionario? Cuando ambos argumentos se combinan no es necesario responder la pregunta.

Hay cuestionamientos cada día más graves sobre la honestidad del ex director de Pemex, Emilio Lozoya Austin. La hipótesis relativa a que recibió sobornos de la empresa brasileña Odebrecht terminará siendo confirmada (o desechada) con el tiempo.

Sin embargo, lo que no necesita esperar es la evaluación de sus responsabilidades al frente de la empresa paraestatal. Los datos son públicos y deben ser ponderados porque, durante el tiempo que Emilio Lozoya fue director de Pemex, sucedieron en simultáneo varios hechos lamentables: decayó como nunca en la historia de esa empresa el volumen de crudo extraído en territorio mexicano; creció enormemente la deuda contraída por la paraestatal; Pemex hizo inversiones en negocios no petroleros que resultaron un desastre y; a la fecha, es imposible saber en qué se invirtió la mayoría de los recursos obtenidos como empréstito.

Vale la pena ponerle lupa a cada uno de estos temas. Comenzando por la caída en la producción petrolera, hay que decir que en 2012 Pemex extraía diariamente 2.5 millones de barriles diarios. En 2014 esa cantidad cayó a 2.4, en 2015 a 2.2 y para 2017 se redujo a 2 millones de barriles por día.

Siendo justos, este comportamiento a la baja de la producción petrolera no puede imputarse al director de Pemex, pero sí habría de reclamársele que haya dirigido pésimo las exploraciones de la empresa durante su gestión. Mientras la petrolera se puso necia con hallar hidrocarburos en Chicontepec, sus competidores ganaron la partida dentro del mar. Hoy le está yendo fatal a la empresa nacional y los adversarios extranjeros festejan.

Al mismo tiempo que la producción se desplomaba, la directiva de Pemex optó por crecer la deuda de la empresa de manera muy irresponsable. Durante los cuatro años que Lozoya estuvo al frente, la paraestatal contrató créditos por 688 mil 991 millones de pesos. Es decir, más de 172 mil millones de pesos, en promedio, por año.

Estos números son un escándalo cuando se comparan con las gestiones previas. Entre 2008 y 2012 la deuda total de esta empresa fue de 193 mil millones de pesos. En un solo año Lozoya contrató casi el mismo monto de deuda que la contraída durante tota la administración de Felipe Calderón.

¿En qué ocupó Lozoya el dinero obtenido por la deuda de Pemex? No hay manera de obtener una respuesta concreta a esta interrogante tan simple. La actual administración de José Antonio González especula, pero no es capaz de responder con precisión. El dinero se esfumó.

Durante la gestión de Lozoya Austin, Pemex adquirió la empresa privada de fertilizantes Fertimex que, a la postre, resultó un pésimo negocio. También invirtió aquí y allá en otros negocios que tampoco resultaron redituables.

Aún contemplando estas malas decisiones, no hay libro de contabilidad capaz de explicar donde fueron a parar 688 mil 991millones de deuda contraída por Pemex. Quizá un onvi se los llevó a otra galaxia.

Emilio Lozoya podrá defenderse diciendo que, como director, no se mandaba solo. En efecto, las pésimas decisiones que tomó durante su gestión fueron avaladas por el consejo de administración de la paraestatal y otros cuerpos colegiados. Llevaron además el visto bueno de la Secretaría de Hacienda quien, en última instancia, calificó la deuda de la empresa y también autorizó las decisiones de negocio.

Aún si Lozoya fue mal director, arriba en la jerarquía, Luis Videgaray, ex secretario de Hacienda (2012-2016), lleva responsabilidad en varios de los equívocos.

Este es otro tema peculiar, porque la relación entre Emilio Lozoya y el actual canciller se hizo pésima desde el primer día del gobierno de Enrique Peña Nieto. Por más que el Presidente intentó conciliar, la distancia fue grande entre estos dos personajes.

Queda entonces suponer que fue el Presidente quien instruyó a Videgaray para que Lozoya hiciera durante su gestión como le viniera en gana. Habría sido el jefe del Ejecutivo quien le entregó manga ancha y con ello lo autorizó a tomar decisiones que hoy se exhiben, algunas ineptas y otras corruptas.

ZOOM: los libros de historia contarán que la muerte de Pemex comenzó durante el sexenio de Enrique Peña Nieto porque —más allá de la crisis de producción enfrentada durante este periodo— sus directivos administraron con impericia la empresa más importante del Estado mexicano.

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