La contienda presidencial esconde todavía sorpresas. A pesar de que faltan poco más de cincuenta días y de que el candidato puntero cuenta con una cómoda ventaja, no hay profecía definitiva para el día fatal.

Un novelista diría que la narración dio un sorpresivo giro de tuerca que podría modificar el resultado: como en el 2006, Andrés Manuel López Obrador y los jerarcas del empresariado mexicano se trenzaron en una confrontación de alto voltaje.

Asegura el candidato López Obrador que el agravio comenzó cuando cinco líderes del empresariado —Alejandro Ramírez, Claudio X. González, Alberto Baillères, Germán Larrea y Eduardo Tricio— se reunieron para convencer a Ricardo Anaya de que hiciera las paces con el presidente Enrique Peña Nieto y luego todos se asociaran para derrotar al candidato de Morena.

De su lado, Alejandro Ramírez, presidente del Consejo Mexicano de Negocios, afirma que la supuesta reunión es falsa. Se trata de la palabra de López Obrador contra la de este líder empresarial.

Tengo para mí que AMLO no puede enojarse porque el empresariado del penthouse mexicano quiera unir a todo México en su contra, ni tampoco veo por qué los empresarios se sienten tan ofendidos cuando López Obrador se los reclama.

El candidato de la coalición Juntos Haremos Historia tiene como propuesta principal de campaña detener la construcción del aeropuerto internacional de la CDMX, donde varios de los capitales más importantes del país tienen invertido dinero.

También advirtió que echará para atrás las reformas energética y educativa, que tanto gustaron entre la cúpula mexicana; igual amenazó con revisar los contratos en materia de energía que Pemex y el gobierno mexicano han realizado durante la actual administración, y aseguró que, de encontrar vicios, los echaría para atrás.

Cada una de estas decisiones, de llevarse a cabo, afectarán los intereses y los ingresos de empresas que desplazan mucha agua dentro del país. Sus dueños razonan que, con tales medidas, no solo serán ellos las víctimas del futuro gobierno federal, sino las inversiones en general.

Por lo que han emprendido una campaña intensa, en todos los medios a su alcance, para conjurar el triunfo de quien ven como un adversario: los chats en WhatsApp, las redes, los mensajes dentro de las fábricas, las cartas públicas y privadas y la fractura que volvió a instalarse, inclusive dentro de las familias, dan prueba del nerviosismo que, para muchos, implica la llegada de AMLO a la Presidencia de la República.

Lo que no esperaba el liderazgo empresarial del país es que su adversario fuera a contestar el ataque con igual o peor intensidad: la declaración de guerra abrió el día primero de mayo, en Zongolica, Veracruz, cuando López Obrador denunció la supuesta estrategia del empresariado para asociar a Peña y Anaya.

Arreció días más tarde con el desplegado del Consejo Mexicano de Negocios que llevó por título: Así No. Ahí, esta asociación informal de los empresarios más poderosos del país rechazó las supuestas injurias arrojadas por el candidato de Morena.

Escaló el pleito cuando López Obrador acudió a la CIRT y los acusó de ser “una minoría rapaz que ha robado mucho y tiene confiscadas y secuestradas a las instituciones y al gobierno federal… Los empresarios no quieren dejar de robar y no quieren perder el privilegio de mandar”.

Inmediatamente después ingresaron a esta guerra el Consejo Coordinador Empresarial y también Coparmex. Juan Pablo Castañón aseguró que el enojo del candidato no haría callar a su sector.

AMLO reviró que esos empresarios no eran unos niños inocentes a los cuales regañar, pero reiteró que “se han beneficiado del régimen de corrupción y son traficantes de influencias… (porque) les gusta demasiado el dinero”.

Es evidente que esta disputa va a terminar en las urnas. El primero de julio, además de una elección presidencial, habrá un referéndum: o bien un presidente distante del poder económico, o bien un poder económico dispuesto a trabajar con el presidente.

Ambas partes se morían de ganas por polarizar así esta elección y ninguno es más responsable que el otro cuando se trata de tensar la cuerda. Los dos son camajanes: sujetos que con astucia saben sacar provecho, para sí, de una situación determinada.

ZOOM: AMLO habla de separar al poder político del poder económico. Los empresarios más encumbrados de lograr una mejor cooperación entre ambos. Las dos propuestas son incompatibles y es al electorado a quien le corresponderá finalmente decidir sobre una sola de ellas.

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