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A pesar de ser el candidato más criticado y el que sufrió el mayor número de embates, Andrés Manuel López Obrador supo aferrarse al guión que llevaba preparado para no decepcionar a quienes ya decidieron votar por él y que, según todas las encuestas, son hoy suficientes para darle el triunfo.
Apostó a mantenerse por encima de las disputas, prefirió el silencio a incurrir en errores que le cobrarían en el post-debate, utilizó frases pegajosas y casi no atacó a nadie. Su estrategia fue simple: no desgastarse en esta primera ronda de discusión con sus adversarios.
Puede reclamársele que lavó sus manos cada vez que los demás aspirantes le exigieron definiciones precisas, pero en esta ocasión no vio la necesidad de buscar a los votantes indecisos.
Tengo para mí que el debate de ayer no bajó a AMLO del primer lugar y por ello él ganó.
También se benefició Ricardo Anaya porque amarró su propia ventaja en la contienda. Tuvo suerte porque los demás adversarios no lograron acomodarle golpes serios. Se esperaba de Meade, de Margarita Zavala o del Bronco una actitud más beligerante contra el ex presidente del PAN, pero esos tres contendientes prefirieron gastarse su pólvora en atacar al puntero y con ello dejaron ileso al candidato más joven.
Meade pasó buena parte de su tiempo insistiendo con su honestidad personal, pero, cada vez que lo hizo recordó que su partido trae muy mala reputación al respecto. A pesar de que fue ganando peso y fuerza, no fue mejor su desempeño en comparación con el resto de los competidores. Se dejó ver como lo que es, un funcionario público experimentado, pero le faltaron argumentos para imaginarlo con la banda presidencial. Si para algo sirvió este debate fue para resolver el segundo lugar de la contienda: a diferencia de Meade, Anaya se consolidó en la segunda posición.
Margarita Zavala también desarrolló músculo conforme fue creciendo la discusión: le aportó sin duda frescura y también humanidad al evento, pero no logró convencer sobre una eventual posibilidad de crecimiento electoral; tampoco pudo exhibir cuál sería la diferencia entre votar por ella y hacerlo por Ricardo Anaya. Ese fue su principal error.
En efecto, este debate perfeccionó las tendencias previas: al Bronco lo confirmó como el candidato que debió haber sido botado, fuera de la contienda; a Margarita Zavala como una voz capaz de otorgarle sensibilidad humana al proceso, pero que difícilmente pasará de un remoto tercer lugar; José Antonio Meade habló, actuó y lució como un excelente secretario de Estado, pero no acortó distancias; Ricardo Anaya aseguró su posición como segundo en la carrera y con ese solo hecho avanzó con respecto al lugar donde estaba; y Andrés Manuel López Obrador se dirigió en exclusiva a sus votantes, que al parecer da como muy seguros para su causa.
Sin embargo, el guión que cada uno llevaba escrito no ayudó para quitarse de encima las opiniones negativas: López Obrador apareció necio, Anaya no se deshizo de las acusaciones que tiene por corrupción, Meade tampoco logró apartarse del lastre de la corrupción que hunde a su partido, Margarita no pudo convencer de que su candidatura es viable y el Bronco no convenció de nada.
ZOOM
: A partir del debate de ayer la contienda se cerrará en torno a dos punteros: Anaya y López Obrador. ¿Será que los votos de Meade y Zavala vayan a dar al segundo lugar? Si es así, este arroz sigue sin cocerse.