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La naturaleza se ha ensañado en México con diez días de violentos sismos. El 7 de septiembre fue la primera gran sacudida provocada por un terremoto de 8.2 grados, la mayor de la que se tenga registro, que cobró 98 vidas en Oaxaca, Chiapas y Tabasco, donde la emergencia continúa por la devastación causada. Y ayer, el mismo día que hace 32 años, otro de 7.1 grados que fracturó edificios y mató a al menos 130: 54 en Morelos, 30 en la Ciudad de México, 26 en Puebla, 9 en el Estado de México y uno en Oaxaca.
El terremoto del 7 de septiembre, aunque con la mayor intensidad registrada, no causó tantos daños a la capital del país como el de ayer. Y es que aquel tuvo su epicentro frente a costas de Oaxaca y éste a apenas 120 kilómetros, en los límites de Puebla y Morelos, cercanía que es la razón de la devastación causada.
Jamás pensé volver a ver las imágenes de aquella tragedia del 19 de septiembre de 1985. La devastación, claro está, no se asemeja a la de aquellos aciagos días en los que perdieron la vida por lo menos diez mil personas.
Pero ayer, el colapso de edificios, las vidas segadas, el pánico, el caos vial, la falta de luz al caer la noche, nos recordó una vez más lo vulnerables que somos en un territorio de enorme complejidad sísmica.
Debe reconocerse, sin embargo, que la parálisis de las autoridades de hace 32 años, no se ha impuesto a las de hoy. La experiencia de 1985 ha dado lugar a una cultura de la Protección Civil que, durante el terremoto de ayer, operó y evitó más víctimas.
El México de entonces no es el mismo de hoy. A las construcciones se les han exigido mayores requisitos de resistencia y altura.
La mayoría de los edificios colapsados ayer ya eran vetustos. Está en marcha el Plan de Emergencia MX, con la participación del Ejército y la Marina, lo que sugiere que la conducción y apoyo de las autoridades de los tres órdenes de gobierno, deberá fluir con la mayor eficiencia en el transcurrir de las próximas horas. Eso es lo que todos deseamos y esperamos.
Lo anterior, por supuesto, no opaca el drama de quienes perdieron ayer sus casas o departamentos, ni la tragedia vivida por la Escuela Primaria Enrique Rebsamen, en la delegación Tlalpan, donde niños y alumnos quedaron atrapados durante varias horas.
Esta colaboración pensaba enfocarse en condenar los actos de rapiña que las redes sociales han denunciado profusamente con la ayuda enviada a Oaxaca y Chiapas, donde impera la cultura caciquil y organizaciones como la COCEI, hace año referente de las luchas sociales de Istmo de Tehuantepec, se apoderan de apoyos y víveres para beneficio personal o de sus afiliados.
Y de esa rapiña política hemos visito innumerables de políticos de toda monta que se han trasladado a las zonas afectadas sólo para tomar la selfie. Y no me refiero al Presidente Peña Nieto, ni a los gobernadores Murat y Velasco, quienes cargan con la responsabilidad política de encabezar apoyo y reconstrucción.
Más bien señalo a las caravanas de diputados federales y locales, o líderes de otras organizaciones políticas y sociales que se empujan para aparecer entregando paquetes de ayuda a los damnificados. Eso no debe ni puede ocurrir en Oaxaca, Chiapas y Tabasco, ni ahora en Cuernavaca, Puebla o la Ciudad de México. No es posible tolerar que nos coinvirtamos en una sociedad de buitres.
INSTANTÁNEAS:
1. FURIA. Quienes han visto el desempeño de Alejandro Murat durante la emergencia de Oaxaca, dicen que va como a 200 kilómetros por hora y su gabinete como a 20. Aseguran que es tal su furia que, una vez pasada la emergencia, el terremoto en Oaxaca será político con un buen número de cambios en su gabinete.
2. DETENIDOS. Y ya que hablamos de Oaxaca, déjeme comentarle que ayer en la ciudad de México, unas horas después del terremoto, fueron detenidos por agentes de la fiscalía de Oaxaca que encabeza Rubén Vasconcelos, cercanos colaboradores del ex gobernador Gabino Cué. Se trata de quien fuera su primer secretario de Finanzas, Gerardo Cajiga Estrada y quien lo sustituyó en el cargo hasta el final del gobierno. Los dos son acusados de desvío de recursos.
3. CRISIS, y muy severa, es la que vive en sus resultados el equipo Pumas. Pero esa no será la razón por la que, dicen los que saben, dejará próximamente el cargo el presidente del Patronato de Pumas, Rodrigo Ares de Parga. Dice que se le cambiará porque habría entregado a una hermana la venta de los seguros del equipo. Incluso se menciona que será sustituido Sergio Rodríguez Moyeda, director jurídico del Grupo Val. El ya había estado entre los directivos del Patronato cuando lo presidió Arturo Elías Ayub.