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Andrés Manuel López Obrador sigue siendo hoy en las encuestas nacionales el aspirante más aventajado parta ganar la presidencia. En todas encabeza con por lo menos siete puntos de diferencia. Pero ni eso hace predecible aún su victoria el próximo primero de julio. En principio, porque se le está midiendo ante diversos aspirantes que aún no son los que contenderán formalmente, pero también porque, si bien las encuestas son piezas clave para ponderar avances o retrocesos, solo son parte de un necesario sistema de valoración táctico-estratégico integral. Y esa valoración muestra que, a estas alturas, El Peje ha entrado en una trayectoria desfavorable para triunfar que no revertirá si no refresca, o de plano replantea su imagen y discurso.
Para hacer tal valoración revisamos un modelo de análisis que desarrolló y utilizó en 2012 el doctor en Ciencias Política y Sociales por la UNAM, Pedro Isnardo De la Cruz y con el que pronosticó un mes antes de las elecciones presidenciales de ese año, la derrota de López Obrador y la victoria de Peña Nieto.
Establezcamos, primero, algunos hechos hasta ahora inobjetables: 1. AMLO tiene una gran capacidad de resistencia política pues ha sobrevivido a dos campañas presidenciales en las que perdió (mediante todo tipo de triquiñuelas y excesos del PAN, en 2006 y del PRI, en 2012; y 2. Su vigencia está reforzada por su viraje al interior de la izquierda y la construcción de una fuerza partidista y en proceso de maduración electoral (Morena).
Ahora bien, la metodología analítica de Isnardo De la Cruz maneja doce variables para medir el nivel de posicionamiento de los actores políticos. Y resulta que sólo en seis de esos dominios estratégicos AMLO se mantiene consistente: 1. Domina la candidatura, no tiene contrincante en Morena; 2. Domina su trayectoria histórica: ha sobrevivido como profesional de la protesta y como el más competitivo adversario de la izquierda contra el sistema-élite panista-priista; 3. Domina las apariencias y se le sigue viendo como un candidato creíble, con personalidad, agenda y reivindicación juarista republicana; 4. Domina su imagen ética personal, a pesar de los escándalos de corrupción de allegados, ex colaboradores y aliados políticos; 5. Domina el control del tiempo político. Lo hizo, por ejemplo, al evitar una movilización de ruptura tras la derrota en el Estado de México de su candidata Delfina Gómez, y en esta variable los días por venir serán muy importantes para ese manejo pues se definirán nombres de sus contrincantes y vencerán plazos legales para el registro de las coaliciones; y 6. Domina hasta ahora las encuestas.
¿Cuáles son entonces los seis errores estratégicos que sugieren que AMLO ha entrado en una pendiente crítica en este su tercer intento por llegar a la presidencia?
1. Desgaste político al límite, al asumirse como coordinador de la campaña de la profesora Delfina Gómez; 2. La incapacidad de capitalizar el colosal avance de Morena ante el PRI en el Edomex; 3. La ruptura con el jefe delegacional en Cuauhtémoc, Ricardo Monreal para imponer como candidata de Morena a la jefatura del gobierno de la CDMX, mediante una encuesta que acabó muy desprestigiada, a su favorita Claudia Scheinbaum; 4. Los escándalos que involucran a integrantes de Morena en prácticas de corrupción, magnificadas a favor del PRI en momentos tácticos clave; 5. El bajo perfil mostrado, al no saberse diferenciar de los demás aspirantes a la presidencia y del gobierno federal, ante la brutal tragedia, emergencia y proceso de reconstrucción vinculado a los terremotos; y 6. La casi nula respuesta ante la estrategia conducida por la Presidencia de la República para fortalecer opciones alternativas que desacrediten a Morena como partido y como movimiento social.
López Obrador sigue siendo el aspirante a vencer en 2018 pero actúa como si fuera a cosechar un triunfo político seguro e inevitable, cuando en realidad se empieza a tensar su compás de fuerza y a mermar su proyección mediática y presencia territorial.
Para López Obrador llegó el momento de ir más allá del discurso de la mafia del poder y darle un contenido práctico, más concreto, a su propuesta política, económica y social. Lo que sigue, si no se transforma y se renueva, será el declive.
Instantánea
CONTRA RÉPLICA. El sábado pasado, EL UNIVERSAL publicó en sus páginas la réplica -que a su derecho corresponde- de la Procuraduría de Justicia de la CDMX, a propósito de información transmitida en esta columna. Firmada por Octavio Juárez Pineda, su director de Comunicación Social, la aclaración dice: “La Fiscalía Antisecuestros no dejó en libertad a Víctor Hugo Ávila El Huigito…”, lugarteniente de Roberto Moyado, El Betito, considerado el sucesor de Francisco Javier Hernández Gómez, Pancho Cayagua, fundador del cártel Unión Tepito, ejecutado el 13 de octubre pasado. Es cierto, en sentido estricto, que no lo liberó, sino que lo transfirió a la PGR por posesión de dos armas de fuego. Lo que no dice la PGJ es que la demanda por secuestro no prosperó, ya que la víctima, por miedo, no ratificó su declaración. Tampoco dice que, ya teniéndolo ahí, pudo haber procesado a El Hugito por su relación con un doble homicidio ocurrido en la calle Nicaragua, del centro histórico de la ciudad de México en 2014 y que quedó asentado en el expediente FCH/CUH-4/T/01615/14-09R1 o por la mención que también de él se hace en el homicidio de un impresor der la Plaza de Santo Domingo ocurrido el 5 de 2015. No, prefirieron pasarlo a otra instancia.
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