La semana pasada México fue sede del Congreso Mundial del Cáncer. El nuestro se convirtió en el primer país latinoamericano en albergar este evento. Sucedió gracias al esfuerzo del Instituto Nacional de Cancerología. Asistieron médicos e investigadores de todo el mundo. También personalidades como la reina Letizia de España y la princesa Dina de Jordania. Los preparativos se hicieron con anticipación y cuidado. Fue un intercambio interesante de información y se establecieron compromisos importantes. Sin embargo, tuvieron que hacerse muchos ajustes de última hora debido a la presencia del presidente Peña en el inicio de los trabajos.

El mandatario fue amabilísimo, pero las peticiones de su equipo convirtieron la organización en algo muy complejo. Exigieron, por ejemplo, llevar sus propios micrófonos. Tuvieron a los representantes de la UICC la noche y madrugada previas haciendo cambios. A mí , que conduje el evento y moderé algunas de las mesas, me dieron una instrucción: “Al presentarlo, diga usted que es el mensaje del presidente. No las palabras, diga mensaje.” No había una razón ni sintáctica, ni protocolaria. Era una orden, así nada más. Luego de eso entendí la cara desencajada de los europeos. Llevaban horas recibiendo instrucciones incomprensibles.

Una vez que salió el Presidente del lugar, se fueron buena parte de los asistentes, y es que el Estado Mayor tenía a un integrante en cada mesa. Con el salón medio vacío, inicié la entrevista con la vicepresidenta argentina. En la mitad de la conversación, dos hombres subieron al escenario para llevarse la bandera de México. El equipo de Los Pinos no pudo esperar los diez minutos que faltaban para la pausa. Hice lo posible por no mostrar mi asombro. Nos dejaron sin bandera.

Todo esto me hizo recordar los inconvenientes que generaron en abril pasado durante el Tianguis Turístico de Acapulco. Además de lo de siempre, como cerrar las calles aledañas al evento y sellar los accesos, alguien decidió que era buena idea darle un recorrido al Presidente precisamente a la hora de la comida. Así que dieron las 4:30 de la tarde y los distinguidos invitados estaban muy hambrientos. No pude quedarme a ver quién se desmayaba primero. Tuve que irme para hacer mi programa de radio. Bueno, eso pretendía, pero me topé con que no me dejaban salir. Entiendo que, por seguridad, se bloquee el acceso de personas. ¿Pero impedir que salgan? Sí, el Estado Mayor no me permitía salir. Quedé retenida en contra de mi voluntad.

HUERFANITO. Cuando logré salir de la sede del Tianguis Turístico el noticiero estaba a punto de empezar. No tuve tiempo de trasladarme a ningún lado. Mis compañeros me apoyaron con las necesidades técnicas para lograr la transmisión en plena calle. Hice el programa sentada en una banqueta muy caliente. No lo recomiendo. Tuvo efectos en mi organismo que resultó doloroso remediar.

Víctimas del Estado Mayor Presidencial
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