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A 50 días de las elecciones definitorias de un nuevo rumbo para México, la intranquilidad y la preocupación impactan en distinto grado a los mexicanos.
El sentimiento social, en el contexto de unos comicios sin paralelo, es que se avecinan días aciagos. Es patente el temor de que se pierdan la paz, el orden y la estabilidad que el país ha tenido por décadas.
La confrontación que están librando los candidatos presidenciales, desalienta a la ciudadanía; la hacen dudar sobre por quién votar.
La pugna entre AMLO y los empresarios por el NAIM de la Ciudad de México, ni ha sido edificante ni ha dejado nada bueno a nadie.
¿Es que el conflicto permanente, que atraviesa nuestra historia, es inevitable incluso ahora que se supone vivimos en la democracia?
¿Tienen sentido tantos enfrentamientos, que se traducen en más problemas, cancelación de oportunidades y más atraso?
¿Son definitivamente insalvables nuestras diferencias, por profundas que sean?
Por los peligros que, como nunca nos acechan, dado lo que se juega en la sucesión, innumerables actores políticos, académicos, intelectuales, mediáticos, empresariales pugnan por la unidad y por la pacificación del país.
Para lograr eso, se requieren propuestas consistentes y racionales; inmediatas y viables. Si son ampliamente incluyentes, pueden ser apoyadas por todos. Es imprescindible pactar. No tenemos por qué vernos como enemigos. No lo somos ni debemos comportarnos como tales. Queremos lo mismo. Cohesionados, podemos alcanzarlo en menos tiempo.
En la venturosa tormenta de propuestas políticas e iniciativas ciudadanas, hay una que, en mi opinión, debería analizarse. Su autor es el politólogo Enrique Olivares, catedrático de la Facultad de Ciencias Políticas y Sociales de la UNAM.
Sobre la premisa de que “Todos somos Todos”, sugiere la construcción de un Gobierno de Representación Proporcional, que como nueva figura del poder, sería un Gobierno de Conciliación, Unidad y Concordia Nacionales. Es lo que necesitamos con urgencia.
Convencido, dice: “Esta posibilidad político-electoral-gubernativa, derivaría hacia la formación de un Gobierno Compartido. Todos ganarían algo. Nadie perdería todo. Habría diálogo, acuerdo y consenso. Todos aportarían a hacer un mejor país con sus proposiciones. Unos serían contrapeso del otro. Se evitaría la reedición del poder absoluto, de un solo hombre. Se encadenaría al tigre”. Sería un vuelco.
Según Olivares, la configuración de este nuevo modelo de poder, que permitiría una mayor gobernabilidad, partiría de un acuerdo entre los candidatos presidenciales y sus partidos.
Ellos, nombrarían a sus representantes en equipos especializados para diagnosticar la problemática nacional y proponer soluciones conjuntas. Aceptarían, antes de la elección, la distribución proporcional de una cantidad determinada de puestos de la administración pública. Se asignarían después de los comicios de acuerdo a los votos recibidos.
—Pero ese esquema de gobierno no sería el reparto de un botín, aclara. El compromiso explícito de esa compartición sería formar mayoría en el Congreso. Los partidos, unidos, harían las mejores leyes para todos. El país estaría exento de las costosas parálisis. Se evitarían los acuerdos cupulares, posibles incluso, aquí, con un eventual gobierno de coalición.
Para concretar este arreglo, no se requiere una reforma constitucional. El presidente electo, sea quien fuere, conservaría las facultades del artículo 89 de nombrar y remover libremente a sus colaboradores. Su permanencia en el puesto, la ganarían todos con su eficacia en el servicio. Un gabinete de sombra (cabinet shadow) reforzaría ese objetivo. Gobierno, leyes y funcionarios, servirían a todos.
Esta alternativa permitiría disipar la discordia, salvaguardar la vida, los bienes, las libertades y los derechos de todos.
Todos dicen que quieren lo mejor para todos. Aquí hay una posibilidad, susceptible de ser estructurada por todos. Para explorarla y concretarla, precisa de voluntad y generosidad, de un deseo colectivo verdadero de hacer de éste un país mejor.
El próximo debate sería una excelente oportunidad para que los candidatos presidenciales dijeran a la nación que, por ella, son capaces realmente de trabajar juntos. Individualmente, confrontados y con una oposición sistemática, ninguno podría hacer mucho.
Con certeza, tendrían el respaldo de agrupaciones como la Coparmex, el CCE, el CMN, la UNAM, la ANUIES, la CIRT, Mexicanos Primero y de toda la sociedad. Sólo se necesita ser consciente de que esta no es una propuesta partidista, sino que tiene un fin unificador, integral e integracionista, universal y universalista por México… por nosotros mismos.
SOTTO VOCE… ¿Cuándo se va a transparentar, en beneficio de la sociedad, algún porcentaje de los ingresos que se obtienen por el cobro de parquímetros y fotomultas?.. El asesinato de candidatos a puestos electivos no puede seguir, por ningún motivo, como el preludio del ambiente poselectoral… El gobernador de Guerrero, Héctor Astudillo, hace todo para contener al crimen organizado. La tarea no es fácil, pero cuenta con el firme respaldo de la Federación.