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Andrés Manuel López Obrador (AMLO) considera a Carlos Slim un buen empresario, pero no tanto como para seguirlo en su “locura” —así dicen que la califica el ingeniero— de querer cancelar la construcción del Nuevo Aeropuerto de la Ciudad de México (NAIM). El empecinamiento del candidato de la alianza Morena-PT-PES de intentar hundir (valga la metáfora) este proyecto ya hizo enojar al hombre más rico de México, quien lleva mano en la multimillonaria obra.
Tanto así que, sin mediar palabra directa con el tabasqueño, el dueño de América Móvil ya le hizo llegar algunos mensajes a través de personas cercanas, como su asesor Alfonso Romo, sobre las grandes implicaciones económicas y de imagen país que tendría su decisión de revisar y/o cancelar los contratos del NAIM. El golpe en la mesa lo dio el 23 de marzo pasado, cuando su Grupo Financiero Inbursa adquirió 43% de los certificados del Fideicomiso de inversión especializado en infraestructura (Fibra E), por los que pagó cerca de 13 mil millones de pesos, de acuerdo con Reuters. Los bonos están respaldados con los flujos futuros y actuales del aeropuerto capitalino, por lo que de no concretarse la obra sería una inversión catastrófica.
Carlos Slim es uno de los principales inversionistas del NAIM. Se supo que el magnate llevaría mano en el proyecto desde que su yerno, Fernando Romero, y el reconocido arquitecto británico Norman Foster obtuvieron el contrato para diseñar el fastuoso aeropuerto, que será uno de los tres más grandes del mundo.
Este contrato considera también la elaboración de los proyectos ejecutivos para la construcción del Edificio Terminal de pasajeros, las vialidades de acceso, estacionamientos, la Torre de Control y Centros de Control de Operaciones.
Un consorcio conformado por Operadora Cicsa, de Slim, tiene la licitación más jugosa otorgada por el Grupo Aeroportuario de la Ciudad de México. Se trata de la construcción del Edificio Terminal, una obra de 84 mil 828 millones de pesos en la que participa de la mano de Edificadora GIA+A, del empresario Hipólito Gerard; ICA, de Bernardo Quintana y David Martínez; Prodemex, de Olegario Vázquez Aldir, y filiales de las empresas españolas Acciona y FCC.
Constructora Cicsa, filial de Grupo Carso, también se adjudicó el contrato para construir la pista 3 del nuevo aeropuerto por 7 mil 359 millones de pesos en consorcio con la firma Prodemex y La Peninsular, de Carlos Hank Rhon.
Buena parte de estos contratos, junto con otros en los que la Auditoría Superior de la Federación (ASF) detectó irregularidades, están en la mira de López Obrador y su equipo cercano. La presidenta nacional de Morena, Yeidckol Polevnsky, ha sido puntual en los contratos que quiere revisar. “Es muy desconcertante que en la elaboración de los contratos de los proyectos ejecutivos para la construcción del Edificio Terminal de pasajeros, de vialidades de acceso al estacionamiento, la Torre de Control y de todos los Centros de Control de Operaciones se hayan asignado por adjudicación directa”, dijo la semana pasada en una entrevista con Luis Cárdenas, en MVS.
Esto involucra directamente al yerno de Slim, Fernando Romero, quien junto con Norman Foster obtuvo ese contrato. La ASF expuso que no se acreditó evidencia de una investigación de mercado previa para adjudicar el contrato. También observaron irregularidades en los costos por hora y sueldos de los arquitectos y la mano de obra contratados para el desarrollo del proyecto, que inicialmente era de mil 841 millones de pesos y actualmente está por arriba de los 2 mil 600 millones.
Carlos Slim se reunió con Andrés Manuel en algún momento de la primera mitad del año pasado. Entonces, la idea de revisar los contratos del NAIM ya estaba en la mente del tabasqueño, pero no se había convertido en una obsesión ni era aún una estrategia de campaña. La relación AMLO-Slim, sin embargo, ya estaba desgastada tras las acusaciones que hizo el fundador de Morena al medio Uno TV, que dirige otro de los yernos de Slim, Arturo Elías Ayub, por supuestamente impulsar una campaña de desprestigio contra su candidata en el Estado de México, Delfina Gómez. “No se vale tanta saña y tanto oficialismo”, soltó López Obrador en referencia a Uno TV.
Luego trascendió una cena que tuvo Slim con el presidente Enrique Peña Nieto, el senador Emilio Gamboa y cuatro de los entonces posibles candidatos del PRI a la presidencia, incluido José Antonio Meade. El remate de lo que, a decir del grupo de López Obrador, era una relación de apoyo del magnate al gobierno y a su delfín, fue la cancelación de la tarifa cero de interconexión en favor de América Móvil, tras un fuerte cabildeo en la Suprema Corte de Justicia de la Nación.
Así comenzó el rompimiento de AMLO con Slim, después de casi dos décadas de relación, cuyo punto cumbre fue el 2001, durante el proyecto de rescate del Centro Histórico de la Ciudad de México. Pese a todo, no está claro que el ingeniero esté apoyando abiertamente a Meade. Con Ricardo Anaya coincide en algunas de sus propuestas, como la del Ingreso Básico Universal, y le debe una al Jefe, Diego Fernández de Cevallos, quien encabezó la batalla jurídica de América Móvil en la SCJN, la cual le devolverá a Slim cientos de millones de dólares.
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