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Tres alumnos de la Universidad Autónoma de la Ciudad de México, UACM, fueron asesinados en Río San Joaquín y Andador 8 el pasado 4 de abril.
El sistema de videocámaras de la ciudad detectó el tiroteo y lanzó la alerta. Cuando la ambulancia llegó, dos de los jóvenes habían perdido la vida y otro más se encontraba gravemente herido. Este último murió en el Hospital General de Ticomán. La policía encontró en las proximidades del lugar de los hechos, escondido entre unos arbustos, a un cuarto alumno. Estaba en poder de una subametralladora calibre .22, con 12 cartuchos percutidos y uno útil.
El alumno, de 32 años de edad, contaba con un ingreso al Reclusorio Oriente por robo agravado calificado. Se pensó que era el responsable de los hechos, pero luego se constató que la subametralladora no coincidía con el calibre de las balas que habían cobrado la vida de los alumnos. Se constató que los agresores eran tres individuos que a las 11:30 se acercaron a los alumnos, discutieron con ellos y les abrieron fuego.
El caso ilustra la ola de violencia desmedida que viven los planteles de la UACM.
En 2014, alumnos del plantel San Lorenzo Tezonco denunciaron la situación de inseguridad que priva en los alrededores de la institución: 14 asaltos en sólo unas semanas, operadores de transporte público coludidos con asaltantes, 60% de las luminarias de la zona completamente inservibles.
Y lo que ocurre adentro es peor. El consumo de alcohol y otras sustancias se realiza en el día y a la vista de todos. Cunde al mismo tiempo una epidemia de violencia física, verbal y de género, que nadie hace nada por detener.
En 2010 una alumna fue violada dentro de uno de los planteles. Según las notas de la época, participaba en una “fiesta” al lado de tres compañeros. Hubo alcohol y droga. Uno de ellos comenzó a hostigarla. Ella lo detuvo. El alumno se encolerizó y se lanzó contra la joven. Terminaron ultrajándola los tres. Ninguna autoridad del plantel “se dio cuenta” de nada, hasta que la joven fue a pedir ayuda. Los hechos constan en la carpeta FDS1/T2/378/10-08.
Tiempo después, dos profesores de los planteles Centro y San Lorenzo Tezonco —ambos del Colegio de Ciencia y Tecnología— fueron acusados de hostigamientos sexual. Las autoridades los cambiaron de plantel, “como medida de protección a las víctimas”.
Otras dos estudiantes fueron ultrajadas en Cuautepec y San Lorenzo Tezonco. La primera violación se cometió al interior del plantel (la denuncia se halla en la Comisión de Derechos Humanos capitalina, con el número de expediente CDHDF/IV/121/GAM/16/D7676.
El segundo ultraje fue cometido por un ajeno a la universidad, un conductor de transporte público. La queja fue presentada el 29 de agosto de 2017.
La violencia no sólo se expresa entre los alumnos. Maestros han sido amenazados por sus estudiantes, e incluso suelen presentarse casos de violencia entre los propios profesores. El expediente CDHDF/V/121/IZT/17/D6466 narra un caso de violencia de género de un maestro en contra de una profesora.
Hace poco, una trabajadora denunció ante el Ministerio Público agresiones sistemáticas y recurrentes de un alumno, y denunció la omisión e indiferencia de las autoridades de la UACM, a cuyo frente se encuentra el aún rector Hugo Aboites. La queja se halla actualmente en la Quinta Visitaduría de la Comisión.
Profesores de diversos planteles afirman que el consumo de alcohol y drogas forman parte sistemática de la vida cotidiana. Lo que acompaña esta cotidianeidad de aulas vacías es violencia de género, conflictos que se dirimen a golpes y accidentes y caídas provocados por la intoxicación.
Los vigilantes se limitan a observar. Profesores y coordinadores acusan al rector Hugo Aboites de haber permanecido cruzado de brazos durante cuatro largos años, de mostrarse indolente frente a la violencia, de replicar una y otra vez a los agraviados que no era con él con quien debían quejarse, sino con el Ministerio Público —y, acaso, con el Consejo Universitario.
En 2015 alumnos, personal administrativo y académicos de San Lorenzo Tezonco entregaron al rector una carta en la que expresaron su preocupación por el consumo de alcohol y otras sustancias, y por la escalada de violencia. No hubo respuesta.
La ausencia de normatividad en una universidad que fue ideada en sólo unos meses, ha creado vacíos, dicen los maestros, que impiden que todo esto sea atendido. El presupuesto anual de la UACM es de más de mil millones de pesos. En ese clima de inseguridad llegó la muerte de los alumnos.
A punto de terminar su mandato Aboites presentó al fin una política institucional contra la violencia de género, que la comunidad universitaria ha considerado pobre y conservadora: “pues la concibe como un problema que enfrenta hombres contra mujeres”.
Mientras tanto, la violencia sigue desatada. Está ocurriendo ahora.