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En mayo de 2016 la policía de Morelos encontró el cadáver de un desconocido. Estaba amarrado de pies y manos, y tenía disparos en diversas partes del cuerpo. Una narcomanta firmada por La nueva empresa anunciaba el inicio de una “limpia” de extorsionadores y secuestradores en el estado.
En la narcomanta, los autores del asesinato avisaban que iban por Santiago Mazari Miranda, El Carrete, líder en Morelos del grupo criminal conocido como Los Rojos, y por su lugarteniente, Sergio Sánchez Landa, alias El Telúrico.
Investigaciones federales señalaban a El Telúrico como el mayor sicario de Morelos: el responsable de “levantones”, ejecuciones, descuartizamientos: el hombre de confianza de El Carrete.
Desde que aquella narcomanta apareció, dejaron de aparecer referencias de El Telúrico en el estado.
De acuerdo con fichas de la Policía Federal, El Telúrico es primo hermano de la esposa de El Carrete. La relación familiar le permitió ingresar en el grupo criminal. El resto del camino lo hizo él mismo, con sangre fría y un carácter sádico.
La amenaza contenida en la narcomanta debió ser muy seria, porque al “sicario al mando”, como lo mencionan los reportes de inteligencia, se lo tragó la abigarrada y caótica Zona Metropolitana del Valle de México.
La división de inteligencia de la Policía Federal volvió a ubicarlo dos años después, en una unidad habitacional semiabandonada en el rumbo de Tecámac, Estado de México.
Se trataba de uno de esos conjuntos habitacionales construidos a mitad de ningún lado, cuyo propósito era demostrar que los gobiernos panistas habían cumplido con las metas de vivienda: en realidad solo se crearon inmensas “ciudades dormitorio” que pronto fueron abandonadas por sus dueños originales, y más tarde se vieron invadidas por ejércitos de paracaidistas: los nuevos inquilinos.
El Telúrico empleaba teléfonos chatarra, desechables —los criminales les llaman Cheetos—, e intentaba mantener un bajo perfil. Según la Policía Federal, para cubrir las apariencias, había conseguido empleo como chofer del Mexibús.
Durante el tiempo en que los agentes lo monitorearon, Sánchez Landa salía de su casa con ese uniforme, a las tres de la mañana, y regresaba doce horas después para encerrarse y no volver a asomar siquiera la nariz.
Lo aprehendieron a las puertas de su casa. Nadie lo cuidaba, carecía de escoltas.
El jefe de El Telúrico, Santiago Mazari Miranda, alias El Carrete, fungió como escolta de Arturo Beltrán Leyva, el capo que tendió y aseguró un largo corredor de drogas entre la capital del país y el puerto de Acapulco.
Como Beltrán y sus hermanos, El Mochomo y El H, controlaban también amplias regiones del norte del país, El Carrete pasó unos años en Sonoyta. Ahí conoció a su mujer y entró en tratos con el primo de ésta: El Telúrico.
Cuando Beltrán Leyva fue abatido por la Marina en diciembre de 2009, el corredor que conectaba la Ciudad de México con Acapulco estalló en pedazos. Los antiguos pistoleros de Beltrán empezaron a pelear entre sí cada pedazo.
En Morelos, el grupo conocido como Los Rojos quedó en manos de Crisóforo Rogelio Maldonado, apodado El Bocinas. Usted lo recuerda: en diciembre de 2012 lo atacaron a balazos, quedó herido, lo trasladaron al IMSS de Morelos.
Aunque no estuvo ahí por mucho tiempo, una de sus hijas logró “evadir” a los agentes que lo vigilaban y lo condujo a bordo de una ambulancia al Hospital Médica Sur de la Ciudad de México.
Seis noches más tarde dos hombres con batas de médico ingresaron a la Torre Uno, llegaron a terapia intensiva y asesinaron, con una pistola provista de silenciador, a Maldonado.
La organización quedó en manos de Antonio Román, La Moña, quien cuatro meses más tarde apareció con tres tiros en la cabeza en un tramo de la carretera Tequesquitengo-Tehuixtla.
Desde entonces, El Carrete y su jefe de sicarios, El Telúrico, quedaron al frente de Los Rojos. Mazari Miranda era hasta entonces jefe de plaza en Amacuzac, Tetecala, Puente de Ixtla y Acatlán, municipios sacudidos por una ola imparable de secuestros. El asesinato de La Moña, que las autoridades le atribuyen, lo convirtió en el líder criminal más importante del estado.
Bajo su manto, El Telúrico se convirtió también en el mayor sicario de Morelos. Un sicario que tal vez condujo durante meses una unidad del Mexibús. Algo que, si se piensa, resulta enteramente aterrador.
@hdemauleon
demauleon@hotmail.com