El cuerpo de Sergio Gómez apareció estrangulado y con los genitales quemados, al parecer con la brasa de un cigarrillo. Era el 3 de diciembre de 2007. Gómez era el vocalista del grupo K-Paz de la Sierra.
Los músicos se habían presentado la noche anterior en el estadio Morelos de Morelia. Al salir, un convoy formado por diez vehículos los interceptó. Todos fueron liberados, excepto el vocalista.
Su cuerpo apareció en una carretera, a unos minutos de Morelia.
Dos años más tarde un gatillero de la Familia Michoacana declaró ante la entonces SIEDO que el asesinato había sido ordenado por una de las figuras más siniestras en la historia del narcotráfico en México: Nazario Moreno, El Chayo.
Los compañeros del vocalista declararon que éste había recibido telefónicamente la advertencia de no pisar Michoacán. No hizo caso y aquel fue su último concierto.
Algunos hallaron en la tortura sufrida por Gómez la comprobación de un crimen pasional. Otros sostuvieron que su muerte fue decretada “porque le había cantado a Los Zetas”, enemigos entonces de la Familia Michoacana.
Pronto habrán pasado diez años de aquella muerte atroz. Doce meses antes del fallecimiento de Sergio Gómez, en diciembre de 2006, el cantante Valentín Elizalde, El Gallo de Oro, fue asesinado a la salida de una feria en Reynosa. El cantante había iniciado y cerrado el concierto con la canción que, según la versión más extendida, le provocó la muerte: A mis enemigos.
Desde hacía tiempo esa canción circulaba en internet mostrando imágenes de ejecuciones de Zetas, que su máximo enemigo, El Chapo Guzmán, había ordenado.
Desde entonces, los caminos del narco y la farándula no han dejado de cruzarse. La lista que surge de ese cruce es tan escandalosa que provoca estupor.
El 11 de diciembre de 2009, un cuerpo de élite de la Marina realiza un operativo en Tepoztlán, Morelos. Va tras Arturo Beltrán Leyva, El Jefe de Jefes. Son las dos de la mañana y la música alcanza su momento de mayor intensidad.
Un testigo referirá luego que Beltrán Leyva, sentado en un sillón como rey, aturdido por la mezcla de alcohol y cocaína, lanzaba billetes de cien dólares a un conjunto de sexoservidoras.
Su jefe de halcones le informó en ese instante que se aproximaban vehículos militares. Una versión indica que La Barbie, presente en la fiesta, tomó en brazos a Beltrán y lo ayudó a huir.
La Marina sólo halló a once sicarios que habían quedado atrás, y a varios músicos famosos que habían alegrado la fiesta aquella noche. Ramón Ayala y los Bravos del Norte, Los Cadetes de Linares y el Grupo Torrente.
Ayala declaró que ignoraba que estaba tocando para narcotraficantes. Se le achaca, sin embargo, haber compuesto el corrido Arturo Beltrán Leyva (“Voy a hablarles de un buen gallo, es bragado y arriesgado…”). Un testigo protegido reveló que El Rey del Acordeón solía tocar en las fiestas de La Barbie y los Beltrán, y afirmó que éstos le habían obsequiado, incluso, “un Rolex con diamantes y hasta un caballo purasangre”. (Paquita la del Barrio salió al quite: dijo que ella también había cantado para narcos, “porque trabajo es trabajo”).
Al año siguiente, octubre de 2010, Fabián Ortega Piñón, El Halcón de la Sierra, se convirtió, según la prensa, en “uno más en la lista de gruperos asesinados”. Lo asesinaron de noche, en una carretera de Chihuahua. Poco antes había sido detenido a bordo de un yate, con un kilo de droga, 20 mil dólares en efectivo y 844 cartuchos para rifles de alto poder. Lo acompañaba uno de los operadores de Teodoro García Simental, El Tres Letras o El Teo, líder del narco en Baja California.
Un año más tarde fue asesinado el cantante de narcorridos Diego Rivas: un grupo armado lo ejecutó en Culiacán. En 2012, otro grupo plagió al baterista de Enigma Norteño, José Baldenegro Valdés: su cuerpo apareció encobijado en un sembradío de maíz.
Ese año, también en Culiacán, fue baleado el cantante José El Travieso Quintero: al ver aproximarse a sus verdugos intentó huir y se introdujo en un domicilio cercano. Hasta allá fueron a buscarlo.
Incluyo un caso más: el de los 17 integrantes del grupo Kombo Kolombia, asesinados una noche de 2013 en Monterrey. El jefe de Los Zetas los asesinó “en venganza porque, a pesar de que los apoyó en sus inicios, empezaron a amenizar eventos en territorio controlado por el Cártel del Golfo”.
Sobran los nombres. El Loco Elizalde, Alberto Lizárraga, Javier Morales, Sergio Vega…
Algo en todo esto hace pensar en la mariposa de Dostoievski, que fascinada por el fuego vuela a su alrededor y al cabo ella misma se precipita en las llamas que habrán de abrasarla.
@hdemauleon
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