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El comando encargado de ejecutar al ex fiscal general de Jalisco, Luis Carlos Nájera, arribó a Guadalajara, procedente de Puerto Vallarta, hace un mes.
Se trataba un “grupo de élite” enviado a Guadalajara por el líder del Cártel Jalisco Nuevo Generación, Nemesio Oseguera Cervantes, El Mencho, con dos propósitos.
Uno, asesinar a Carlos Enrique Sánchez Martínez, El Cholo, líder de la organización delictiva conocida como Cártel Jalisco Nueva Plaza (una escisión del CJNG original). Otro, ajustarle cuentas al ex fiscal, para vengar la muerte de Heriberto Acevedo Cárdenas, El Gringo, uno de sus hombres más cercanos (se dice que El Mencho fue su padrino de bodas).
En mayo de 2014, un vehículo militar fue emboscado al pasar bajo los arcos que dicen: “Bienvenido a Guachinango”. Todo comenzó cuando una camioneta de doble cabina se atravesó en la carretera y detuvo el paso de la unidad. Desde varios vehículos apostados en la cuneta, hombres armados abrieron fuego contra los militares. El vehículo militar se incendió, calcinando los cuerpos de tres soldados caídos; otro más quedó en la carretera. Los sobrevivientes dispararon contra los agresores. Todo duró diez o quince minutos.
A juzgar por las manchas de sangre que quedaron en el asfalto, los atacantes cargaron a sus heridos, tal vez a algunos muertos.
Labores de inteligencia endosaron el ataque a la cuenta de El Gringo, sobre quien ya pesaban más de diez órdenes de aprehensión.
El entonces fiscal general ubicó a El Gringo como “jefe de plaza” en Tlajomulco, Cocula, Tapalpa y Atemajac de Brizuela. Se descubrió que el jefe criminal había comprado corporaciones municipales enteras: una de ellas, la de Cocula (la fiscalía intervino en el municipio y tomó el control de la seguridad).
El Gringo se convirtió en un objetivo. Nájera y el entonces comisionado estatal, Alejandro Solorio, detuvieron a varios miembros de su célula. Un año más tarde, en una carretera de Zacoalco de Torres, un retén de la Fuerza Única le marcó el alto a una camioneta Journey en la que viajaban cuatro hombres.
Los tripulantes desacataron la instrucción y abrieron fuego contra los policías. Según el parte oficial, lanzaron incluso una granada. En la persecución, luego, los cuatro tripulantes perdieron la vida. A uno de ellos lo identificaron por sus huellas dactilares. Era El Gringo.
De acuerdo con sicarios aprehendidos más tarde, El Mencho ordenó que el comisionado Solorio fuera asesinado. Como conté en otra entrega, el funcionario sobrevivió. La espiral de violencia que se desató en el estado a continuación, provocó la renuncia del fiscal Nájera, y meses más tarde la del propio comisionado.
Dos años más tarde, Nájera fue llamado de nuevo por el gobernador Aristóteles Sandoval, quien lo nombró secretario del Trabajo. A tres meses de este nombramiento el grupo enviado a asesinar al ex fiscal lo detectó en el restaurante Suntory de la Avenida Chapultepec.
El funcionario acababa de comer con un líder obrero. Dos hombres entraron al establecimiento para constatar que Nájera se encontrara allí. Él mismo narró que logró identificar a uno de los hombres como miembro del crimen organizado y que pidió a uno de sus escoltas (lo acompañaban tres) que atravesara su camioneta, blindada, en la medialuna que da acceso al restaurante.
Cuando Nájera salió, se oyó un grito: “¡Ahí está!”. Sonaron disparos. Un escolta tiró al funcionario al piso. La esquirla de una bala hirió a Nájera en la mano. Mientras los escoltas repelían el ataque, dos tripulantes de una patrulla de la Fuerza Única acudieron en su auxilio.
De acuerdo con Nájera, el comando estaba compuesto por entre 15 y 20 personas. Los agresores traían camisetas negras y pantalones militares. Portaban armas largas. Llevaban granadas colgadas en el pecho. Extrañamente, no apareció una sola patrulla de la municipal.
Nájera subió como pudo a la camioneta y arrancó. El vehículo quedó inutilizado calles más adelante, a consecuencia de los impactos. Con el arma larga de uno de los escoltas, el ex fiscal entró en una tienda. La encargada del negocio se aterrorizó. Nájera la convenció de que le diera una cobija para cubrir el fusil, regresó a la calle y abordó un taxi.
Seis de los agresores fueron detenidos mientras se dirigían a una casa de seguridad (uno de ellos murió horas después). Según fuentes de la fiscalía, estos admitieron que los habían enviado a “limpiar” Tlaquepaque, y asesinar al funcionario que acababa de reincorporarse al gobierno estatal.
El gobernador, que según sus cercanos ha recibido varias amenazas del CJNG a través de WhatsApp, señaló que el atentado tuvo como fin desestabilizar al estado. ¿Narcos dispuestos a poner en crisis un gobierno?