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El sábado 17, el senador con licencia Roberto Albores Gleason fue elegido candidato del PRI al gobierno de Chiapas. Fue el único precandidato registrado. Resultó avalado por unanimidad en la convención de delegados que se celebró aquel día.
El Foro Chiapas se hallaba atiborrado por miles de militantes y simpatizantes del PRI. El ambiente era de euforia. Albores llamó a los integrantes de la alianza Todos por Chiapas —PRI, PVEM, Nueva Alianza, Podemos Mover a Chiapas y Chiapas Unido— a “mantener la unidad para conseguir la victoria”. “Los necesitamos”, dijo. El aire de euforia solo estaba, sin embargo, en el Foro Chiapas. Porque de puertas para afuera el clima político era de tensión. El PRI y el Verde, partidos tradicionalmente cómplices —más que aliados— se hallaban en franca ruta de colisión.
En enero pasado, el dirigente estatal del Verde, Eduardo Ramírez Aguilar, alias El Jaguar Negro, miembro del círculo más próximo al gobernador Manuel Velasco, había renunciado a la presidencia del partido para colocarse a la cabeza de un movimiento que denunció que la candidatura del Verde saldría “de una elección antidemocrática, irrespetuosa y sin tomar en cuenta a los militantes”.
Según Ramírez, había un acuerdo oculto para imponer a Albores en la candidatura de la coalición. “No prosperará”, aseguró.
Su corriente pretendía que la candidatura se resolviera por consulta ciudadana abierta; el PRI, por convención de delegados.
En una entrevista concedida este mes, Ramírez señaló que el Verde no podía cederle la candidatura al PRI “por simple cuestión de números”: “En Chiapas el PVEM es la primera fuerza política y gobierna al 75% de la población. Además tiene mayoría en el congreso local y en el número de diputados federales”.
La pugna fue arreciando. Ramírez anunció que existía el riesgo de que el Verde se retirara de la coalición. La crisis por la elección del candidato se encimó en otra: la desconfianza que los priístas Aurelio Nuño y Enrique Ochoa le tienen al gobernador Velasco, desde que se desataron rumores que indicaban que estaba operando bajo el agua en beneficio de Morena.
Velasco y Andrés Manuel López Obrador son amigos desde que el primero era adolescente. López Obrador pasó una parte de su juventud en el rancho de los abuelos maternos de Velasco. Ahí se conocieron.
Aunque ambos tuvieron serios desacuerdos hace seis años, cuando cercanos a AMLO propusieron a Velasco ir por la gubernatura y éste se negó (para ir por ella con el PRI y con el Verde), en Los Pinos siempre vieron con recelo el rápido crecimiento de Morena en el estado, y sobre todo, el pálido respaldo que el gobernador había brindado a la reforma educativa en uno de los bastiones del sindicalismo y la disidencia magisterial.
La amenaza de ruptura en un entorno electoral que desde el primer día se ha mostrado especialmente complicado para el candidato a la Presidencia por la coalición Todos por México (PRI, Verde, Nueva Alianza), José Antonio Meade, obligó a una operación de emergencia para calmar los ánimos de Ramírez y convencer a Albores de no llevar a cabo la convención de delegados hasta que los integrantes de la alianza llegaran a un acuerdo.
Se acordó retrasar la convención. Pero al mismo tiempo, y en contra de todo lo acordado, el PRI siguió empujándola y terminó por llevarla a cabo el sábado. Esto dejó agraviados a sus socios: sus cómplices políticos.
Desde la tarde anterior, Julio Scherer Ibarra, encargado de la defensa del voto de Morena en el sur del país, se había tomado una foto con El Jaguar Negro. Previsiblemente, algunos medios anunciaron que Ramírez “se estaría integrando a las redes de respaldo de la campaña presidencial de Andrés Manuel”.
El mismo día en que se llevó a cabo la convención de delegados que eligió a Albores, dirigentes del Verde notificaron al Instituto Electoral Estatal, según un documento que publicó Reforma, su decisión de abandonar la alianza que habían formado con el PRI para ir juntos por la gubernatura de Chiapas. Políticos locales consultados afirman que la ruptura representará una pérdida de alrededor de medio millón de votos, que el candidato de Morena, Rutilio Escandón, y Andrés Manuel López Obrador, tendrían ya en la bolsa.
La rebelión chiapaneca alentada por el propio PRI puede ser, para este partido, uno de los anuncios más claros de que ha llegado el fin.