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A principios del presente sexenio, el gobierno de Enrique Peña Nieto reveló que poseía una lista de 122 delincuentes identificados como responsables de la violencia que sacudía al país. Los 122 objetivos prioritarios.
En la lista aparecían los hermanos Miguel Ángel y Omar Treviño González, el Z-40 y el Z-42, jefes de la organización criminal conocida como Los Zetas. Figuraban también Servando Gómez, La Tuta y Nazario Moreno González, líderes de Los Caballeros Templarios.
Ahí estaban Vicente Carrillo Fuentes, líder del Cártel de Juárez; Ignacio Rentería, El Cenizo, uno de los fundadores de La Familia Michoacana; Nemesio Oseguera Cervantes, El Mencho, líder máximo del Cártel Jalisco Nueva Generación, y Héctor Beltrán Leyva, El H, el único de los célebres hermanos que seguía operando el tráfico en Morelos, Guerrero y algunos estados del Pacífico.
En aquella lista figuraba también el líder del Cártel del Golfo, Hómero Cárdenas Guillén, alias El Majadero —hermano de Osiel Cárdenas, el fundador de la organización criminal a la que el país le debe una de sus peores pesadillas: Los Zetas.
Tres años más tarde, en diciembre de 2015, la Procuraduría General de la República informó que, de la lista de 122 objetivos iniciales, ya solo 30 se encontraban prófugos: 82 “generadores de violencia” habían sido detenidos o abatidos en enfrentamientos con fuerzas federales.
Entre los narcos que el gobierno de Peña Nieto neutralizó, se hallaba, por ejemplo, Gonzalo Izunza Izunza, alias El Macho Prieto.
Ex jefe de escoltas de Ismael El Mayo Zambada, El Macho Prieto logró apoderarse, a través del ejercicio de una violencia desmedida incluso en el mundo del crimen, del tráfico de drogas en el estado de Sonora.
Las autoridades le atribuyen cerca de 80 asesinatos. Existe la versión de que era tan difícil de controlar que los propios líderes del Cártel de Sinaloa le revelaron al gobierno federal el sitio en que se escondía —con la esperanza de que éste se los quitara de encima.
Así ocurrió. En diciembre de 2013 se confirmó que El Macho Prieto se hallaba alojado en el complejo residencial Las Palomas de Puerto Peñasco, Sonora.
Elementos de la Policía Federal se infiltraron en las villas, en parejas, haciéndose pasar por turistas. En las cajuelas de los autos lograron meter al complejo residencial un arsenal completo (así como a los agentes que iban a tomar parte en el operativo).
Fue uno de los enfrentamientos más cruentos de estos años. Tanto, que la DEA condescendió a entregar por primera vez un “Corazón Púrpura” a los agentes mexicanos heridos.
La escolta de El Macho Prieto se hallaba formada por cerca de 40 gatilleros. Formaban tres círculos de protección alrededor de la villa en la que se alojaba el narcotraficante; algunos se hallaban apostados en lo alto de las torres departamentales cercanas.
El tiroteo comenzó antes de que los refuerzos —y el helicóptero Black Hawk que iba a llevarse a Izunza— arribaran al complejo. El propio Macho Prieto hirió a dos agentes y luego se parapetó tras una pileta de piedra. Ahí lo alcanzaron las balas. Cuando los federales lograron llegar a tal lugar, solo encontraron un río de sangre. Al cadáver de El Macho Prieto se lo habían llevado sus propios hombres.
Sin embargo, por la conversación desesperada que se dio a continuación a través de una frecuencia de radio, los federales supieron que el capo estaba muerto.
La de aquella noche de diciembre de 2013 fue solo una de las historias de sangre que sacudieron a México durante el violento sexenio que termina.
Hace una semana, la Policía Federal y el Ejército lograron detener al objetivo 110: Julio César Olivas, El Sexto, jefe de La Línea, el brazo armado del Cártel de Juárez.
Según el gobierno federal, la detención de El Sexto en el fraccionamiento Quintas del Solar, en Ciudad Juárez, significa el descabezamiento del poderoso grupo criminal que algún día dirigió Amado Carrillo Fuentes, El Señor de los Cielos.
De la inmensa lista dada a conocer a principios del sexenio, solo siguen prófugos 12 criminales, Ismael El Mayo Zambada; Nemesio Oseguera, El Mencho; Fausto Meza Flores, El Chapo Isidro, y Santiago Mazari Miranda, El Carrete, entre ellos: se diría que el gobierno de Peña Nieto está cerca de cumplir el objetivo que se trazó. Sin embargo, en México no hay una sensación de triunfo.
El sexenio llega a su fin con el país chapoteando en sangre y con regiones enteras sumergidas en el miedo, el dolor y la inseguridad.
La detención de estos 110 “generadores de violencia” no detuvo la violencia: el gobierno fracasó. Cientos arriesgaron o perdieron sus vidas y prácticamente nada cambió.
Lo peor es que, entre ocurrencias, indefiniciones y cambios de rumbo, no se avizora aún qué hará el gobierno entrante con esta herencia.
@hdemauleon
demauleon@hotmail.com