Una fue asesinada en Xochimilco. La otra en San Miguel Ajusco. Una tercera, en un hotel de Tlalpan. A excepción de las diferencias que hay en cada uno de esos sitios, en los feminicidios de estas tres mujeres todo lo demás son similitudes. Lamentables similitudes.

En septiembre de 2016 los medios de comunicación informaron del hallazgo de un cadáver en un campo de cultivo de Xochimilco. Se trataba de una joven de alrededor de 30 años que había sido brutalmente ultrajada.

La víctima apareció en un andador rodeado de pinos que todavía no eran plantados. Estaba semidesnuda, tenía el rostro cubierto con su propia sudadera. La ropa interior había sido desgarrada. La correa de su bolsa le rodeaba el cuello. Tenía las uñas rotas, por la lucha desesperada que emprendió antes de morir.

El mismo mes se informó del asesinato de otra joven –se llamaba Victoria– en un hotel de Tlalpan. Había estado celebrando su cumpleaños número 23 al lado de su novio, un skater famoso. La encontraron degollada en la villa número 20.

Aquella madrugada, empleados del hotel vieron salir de la habitación al novio de Victoria. Él les informó que la joven iba a permanecer en el cuarto un rato más. Cuando el tiempo se agotó, un empleado fue a tocar la puerta. No hubo respuesta.

Ese empleado halló manchas de sangre en la cochera. La llave del agua caliente estaba abierta y había vapor en todo el cuarto. Victoria había sido colocada justo debajo de la regadera. Le habían cortado el cuello con un vidrio.

Dos meses más tarde, una vecina descubrió el cadáver de Abigail en un lote baldío de San Miguel Ajusco. La joven había tenido una fiesta en el patio de su casa. Cuando su madre se fue a dormir, ella continuó departiendo con sus tres últimos invitados, uno de ellos, su novio.

La madre despertó al amanecer y su hija no estaba. Fue a buscarla a la casa del novio. Le dijeron que éste estaba trabajando. Cuando lo hallaron, en un campo de futbol, la madre descubrió que tenía arañazos en los brazos y manchas de sangre en la camiseta.

Abigail apareció en un baldío ubicado a unos metros de su casa. Le habían destrozado el cráneo. Junto a su cadáver había una piedra manchada de sangre. Tenía mordidas en los senos y signos de violencia sexual.

En los tres casos existe un patrón. De acuerdo con Ana Yeli Pérez Garrido, abogada del Observatorio Ciudadano Nacional del Feminicidio, las victimas y sus familiares fueron revictimizados: se filtró a medios información sensible que luego fue manejada de manera amarillista; el lugar de los hechos fue incorrectamente preservado; la recolección de indicios se realizó de manera negligente, hubo pérdida de evidencias y el procesamiento de indicios derivó en peritajes contradictorios y llenos de inconsistencias.

Las autoridades afirmaron, por ejemplo, que la joven asesinada en Xochimilco había sido arrastrada aún con vida hasta el andador. Pero el Observatorio afirma que ninguno de los pinos se había caído: todos seguían perfectamente alineados dentro de sus bolsas de plástico negro, lo que indica que el crimen tuvo que cometerse en otro sitio.

En el caso de la joven violada y asesinada en San Miguel Ajusco, se dejó fuera de la carpeta de investigación un condón hallado en el baldío, lo que priva al caso de la posibilidad de confrontar la información biológica del presunto responsable con la evidencia que dicho preservativo contenía.

En cuanto a la muerte ocurrida en el hotel, las autoridades afirmaron que el agua y el vapor habían imposibilitado la recolección de huellas. Con ese falso argumento, dejaron perder la evidencia.

En la investigación de casos de feminicidio ocurridos en la Ciudad de México, el Observatorio detectó que “los casos de muertes violentas, violencia sexual y desapariciones de niñas y mujeres no se investigan con perspectiva de género ni con base en los estándares internacionales y nacionales desarrollados en la materia”.

Detectó, asimismo, que “a todas las víctimas de feminicidio se les estigmatiza, culpabiliza y a las familias y víctimas indirectas se les revictimiza constantemente”.

A la madre de Abigail, por ejemplo, le ofrecieron el servicio funerario antes de que el cadáver de su hija fuera encontrado; en el caso de Victoria, se filtraron a la prensa fotos infamantes que solo pudieron provenir de los servicios periciales; al mismo tiempo, se acusó a una de las víctimas de una supuesta adicción a las drogas.

Las conclusiones del Observatorio son demoledoras: “No se realizan de manera adecuada los peritajes en materia de criminalística y medicina forense, en todos los casos encontramos certificados de lesiones incompletos, contradictorios y omisos”.

Hay un patrón. Está en las grietas del sistema de procuración de justicia.

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