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¿Alguna vez ha sentido cerca al Ejército? —le preguntó Julio Scherer García a Ismael El Mayo Zambada.
—Cuatro veces —contestó El Mayo.
—¿Qué tan cerca?
—Arriba, sobre mi cabeza. Hui por el monte, del que conozco los ramajes, los arroyos, las piedras, todo. A mí me agarran si me descuido.
Comenzaba 2010 y el legendario director de Proceso había obtenido una polémica entrevista exclusiva con el líder del Cártel de Sinaloa.
—¿Lo atraparán finalmente? —preguntó Scherer.
—En cualquier momento, o nunca —dijo El Mayo.
Ocho años más tarde, el narcotraficante más antiguo de México —y el único que no ha sido detenido jamás—, volvió a sentir al Ejército cerca. Y otra vez se esfumó. “Nos rebasó por la derecha”, confirma una fuente de primer nivel del gabinete de seguridad.
El domingo pasado corrió la noticia de que el Ejército y la Policía Estatal habían sitiado el rancho Santa Clara, en El Limón de los Ramos, Sinaloa. Al lugar llegaron poco después cuatro helicópteros de la Policía Federal. Después de un trabajo de inteligencia que había durado meses, las autoridades federales confirmaron que El Mayo Zambada se hallaba en aquel rancho.
—Para que hoy pudiéramos encontrarnos vine de lejos. Y en cuanto terminemos me voy —le dijo El Mayo a Julio Scherer.
El capo relató que no bajaba nunca de la sierra, que no se quedaba dos noches en el mismo sitio, que era muy querido por la gente de las comunidades “donde medio vive y medio muere a salto de mata”.
Poco antes de que el Ejército sitiara el rancho, El Mayo se metió en el monte. Trascendió que en El Limón de los Ramos solo se aseguraron algunos vehículos blindados y un conjunto de armas largas y cortas.
La noticia, difundida por los principales medios locales, se viralizó rápidamente. Algún diario publicó, incluso, que El Mayo había sido capturado, pero que se dio a la fuga “poco antes de la llegada del Ejército mexicano y varios elementos de la policía estatal” (¿?).
El secretario de Seguridad Pública de Sinaloa se apresuró a desmentir la noticia. Dijo que los elementos se habían acercado al rancho tras un reporte relacionado con un auto robado; dijo que en las inmediaciones de ese sitio fueron vistas varias “unidades sospechosas”, y que los efectivos cercaron el lugar en tanto llegaba la orden de cateo que habían solicitado.
En el gobierno federal se maneja otra versión: que El Mayo fue alertado del operativo, posiblemente por autoridades locales.
El nombre de Ismael Zambada aparece en procesos judiciales desde los años 70. Todos los miembros de su generación han muerto o se hallan presos (solo queda en duda el estatus de Juan José Esparragosa Moreno, El Azul, de quien se dice que falleció de un infarto, aunque las autoridades no han podido comprobarlo). De Ismael Zambada solo existen unas cuantas fotografías.
Lo cual no es extraño. Según le dijo a Julio Scherer, para él no hay festejos familiares: “ni cumpleaños, ni celebraciones en los santos”.
—El monte es mi casa, mi familia, mi protección, mi tierra —le dijo al periodista.
El bajo perfil que ha logrado mantener durante más de 40 años, el carácter negociador que las agencias de seguridad le achacan, así como su capacidad para comprarlo y corromperlo todo, podrían explicar por qué El Mayo Zambada ha resistido los embates del Ejército, la Marina, todas las policías, la DEA —e incluso de la recompensa de cinco millones de dólares que se da por su cabeza.
Pero en realidad, esta explicación no alcanza: a lo largo de 40 años, El Mayo ha sido el narco intocado.
Entre las últimas noticias sobre su vida destaca la negociación que aparentemente llevó a cabo para que los hijos de El Chapo Guzmán, secuestrados en el restaurante La Leche de Puerto Vallarta, fueran liberados.
El Mayo medió también en el pleito entre los hijos de El Chapo y el supuesto sucesor de este, Dámaso López, El Licenciado.
En 2017 se salvó de morir en la emboscada que El Licenciado tendió a Iván Archivaldo y Alfredo Guzmán Salazar, y se internó con ellos en el monte, entre gente armada que los buscaba para asesinarlos.
Se salvó aquella vez, y se salvó nuevamente el pasado domingo.
¿Qué puede explicar una carrera tan larga?