Hace honor con su trabajo a la herencia que en vida lo ilumina: hijo del escritor y catedrático Federico Patán, tiene en su alineación títulos que nunca han dejado impasible al lector: Para entender a Martín Luis Guzmán, El libro negro de la izquierda mexicana, Conspiraciones, Negocio de chacales y Cocteles con historia. Aparte, los que ha escrito en colaboración, destacadamente el volumen quizá más leído al cierre de este año, México Bizarro (editado por Planeta), al alimón con el historiador, académico y charlista Alejandro Rosas.

Julio Patán hace una considerable pausa en su diaria tarea al frente del noticiario que coordina y conduce, Hora 21, y atiende, caballero.

—El Siglo de Oro está lleno de bizarría, dicha tal cual en varios sentidos, todos ellos merecedores de aplauso y de no poca risa. Nuestro ser, rosa mexicano y bizarrón, viene de ahí.

—Dices bien. El Siglo de Oro es bizarro en el sentido clásico: es valiente. Y es bizarro en el sentido nuestro. Es la época en que el mayor poeta de la lengua española, quizás, le escribe, literalmente, al ojo del culo. Quevedo, claro. Es el del Quijote, bizarría pura. Es el del falso ciego que te roba la bolsa en una calleja madrileña. Me gusta pensar que de ahí lo tomamos. Mira: a lo mejor México Bizarro tiene mucho de España.

—Pertenecemos al selecto grupo de conocedores que apoya al Cruz Azul, un equipo sobre el que se acuñó el cobarde verbo “cruzazulear”. Hay elementos suficientes para ser bizarro en ese honor.

—Somos el equipo al que le anota un gol el portero del América, in extremis, en la final. Yo creo que es el equipo que merecemos los “filiobizarros”. Sin duda. Y seremos: se muere con la misma camiseta, ya qué.

—Hay otro México, el que resucitó con el sismo del pasado septiembre. Pero ha vuelto al silencio. Vargas Llosa te preguntaría: pues “en qué momento se jodió el Perú”.

—Creo que ese México por ahí anda. Todos los países tienen su bizarría: Trump es la era del bizarro, me parece. Y todos los países tienen su reverso, o su bizarro en el otro sentido, el de valiente. Mira a los chilangos: esos hombres raros que corren hacia los derrumbes y no en sentido contrario. Sospecho que ese México va a darle una sacudida fuerte al proceso electoral que viene. No está mal. Es lo que hacen las sociedades civilizadas: votar.

—Alejandro Rosas ha sido tu cómplice en diversos golpes. Sólo que tocar el piano a cuatro manos requiere de una educada disciplina. Son una dupla bizarra, por donde la mires.

—Si supieras lo que le sé a ese hombre… Trabajamos con rara naturalidad. Nos dividimos los textos: escribimos 45 y 45. Luego, intercambiamos mails para “tallerearnos”. Mientras, nos divertimos mucho intercambiando anécdotas, tips, datos raros. Y cruzamos un whisky. Nunca dudamos en disfrazar nuestra autoría con el doble crédito de portada. Para que veas qué grado de promiscuidad manejamos. Espero que las regalías sean sustanciosas: esto va a requerir terapia de las caras.

—El lector del volumen se verá muy aludido, y no sé si la pertenencia a la masa alivie la culpa social.

—Es un texto que nos interpela. La picaresca, la corruptela diaria, el humor atravesado son, sí, patrimonio común. Ojalá que la culpa ayude a las mencionadas ventas.

—Se dice que tienes siempre “al alcance constante de la mano” —escribió Garibay— una botellita de Balvenie 30 años. Me basta con que digas que no es cierto antes de organizar un asedio que ríete de Numancia.

—Sólo de 12 años. Pero es de mis single malt favoritos, en efecto. No le hago feos al de 30. Nada más que nuestro editor, Gabriel Sandoval, suele aparecerse y no hay presupuesto que pueda patrocinar semejante hígado. A ver si al leer esto se convence de flexibilizar la chequera.

@cesarguemes

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