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¿Para qué promueven un debate con esos temas si no tienen nada que aportar? Si algo mostró el primer debate con público en la historia de las elecciones mexicanas, es que los candidatos a presidente de México no saben de los temas migratorios y de frontera. Puras generalidades, pura empatía y buenos deseos, una interminable metralla de lugares comunes. Visiones paternalistas, asistencialistas sobre el tema. Si no les interesaba, hubieran escogido otra temática.
Mientras tanto, 35 millones de mexicanos viven en Estados Unidos y unos cuantos miles son los que se registraron para votar en las elecciones de este 1 de julio porque las autoridades mexicanas se las ponen muy difícil: un complejo entramado de trámites que se vuelven desincentivo o franco obstáculo para los migrantes. Si los van a expulsar así de la democracia, qué sentido tiene dedicarles un debate que tuvo un buen arranque, atractivo, pero luego se asentó, se volvió largo, aburrido, tedioso para la audiencia, por lo que estuve detectando en redes sociales mientras lo veía.
Me permito insistir respetuosamente en la propuesta que publiqué en estas Historias de Reportero hace cosa de un mes: si tantas insatisfacciones genera el actual formato, si tanto desesperan los relojitos cuando se agotan y dejan ideas al aire, si enojan las interrupciones, por qué no se animan el INE y los candidatos a seguir dando saltos hacia adelante (el primer debate lo fue, el segundo, al incorporar público, también) y exploran la posibilidad de un formato mucho más abierto y flexible, con un límite de tiempo global, general, en lugar de fragmentitos de 30 segundos salpicados por aquí y por allá, con el micrófono abierto todo el tiempo para que los candidatos puedan confrontarse en serio, para que no queden acusaciones sueltas al aire. Un formato que se experimenta en otros sitios del mundo, como en Francia. Los tres moderadores del tercer debate están seleccionados. El INE y los partidos podrían empujar para que Gabriela Warkentin, Carlos Puig y Leonardo Curzio tengan en sus manos la flexibilidad de una mesa con estas características, que permitiría radiografiar a los aspirantes presidenciales con mucha mayor nitidez y sería mucho más atractivo para el público, motivando mayores niveles de audiencia y, por tanto, mejores noticias para la democracia mexicana.
SACIAMORBOS. Las respuestas de los candidatos a la pregunta sobre la legalización de la mariguana exhibe que México se ha quedado sin izquierda política: Anaya está en contra (y con ello sepulta a sus aliados del PRD, que han pugnado por regularizarla), El Bronco también la rechaza (esperable, cuando es quizá el candidato de más extrema derecha), Meade se niega (confirmando que el PRI, tras un breve coqueteo con el progresismo en 2016, se ha decidido acomodar en el nicho de la derecha) y López Obrador propone una consulta (que es sacarle al bulto y sólo confirma que en muchos temas, el candidato que se autodefine de izquierda tiene convicciones de derecha).