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De las ruinas del terremoto de 1985 surgió un movimiento de damnificados que con el tiempo culminó en una poderosa estructura política y electoral. Después de 32 años, sigue vigente y es factor decisivo dentro del gobierno de la capital del país.
Afectados de aquel 19 de septiembre se organizaron para exigir al gobierno atención. Fue el germen de una serie de grupos de poder que tres años después constituyeron la base del Frente Democrático Nacional que llevó por candidato presidencial a Cuauhtémoc Cárdenas. En 1989 nutrieron de militantes al naciente PRD y luego llegaron al poder con los gobiernos de izquierda en la Ciudad, que llevan ya 20 años sin alternancia.
Todo comenzó tres días después del sismo con los campamentos callejeros de personas que perdieron su casa. El gobierno priísta de Miguel de la Madrid, que controlaba por completo la administración del entonces Departamento del Distrito Federal, fue lentísimo en su respuesta y por si fuera poco rechazó la ayuda internacional que se ofrecía, en aras de defender una absurda posición presuntamente nacionalista.
La irritación fue generalizada, porque, además, los derrumbes desnudaron la corrupción pública y privada que costó vidas por malas construcciones, materiales baratos y demás prácticas ilegales.
El primer triunfo de los grupos que comenzaron a organizarse fue que unos días después, De la Madrid tuvo que rectificar y aceptó la ayuda de otros países.
La historia es conocida. Nació la Coordinadora Única de Damnificados, integrada por más de 40 organizaciones, algunas recién creadas y otras ya existentes. En unos meses se crearon la Unión Popular Nueva Tenochtitlán, la Asamblea de Barrios, La Coordinadora Nacional del Movimiento Urbano Popular, la Coordinadora de Luchas Urbanas.
Fueron los comienzos políticos de dirigentes como René Bejarano, Dolores Padierna, Marco Rascón, Patricia Ruiz Anchondo, Francisco Saucedo, Leopoldo Ensástiga, Javier Hidalgo. Hasta Martí Batres.
De gestionar las necesidades de los damnificados se volvieron líderes demandantes de vivienda, activistas políticos… y gobernantes. Es cierto que muchos de esos grupos y dirigentes terminaron reproduciendo los vicios del sistema priísta al que combatían, pero también lo es que fueron actores importantes en el proceso de apertura democrática que urgía en esos años pero que antes del temblor parecía sueño guajiro.
Es común la frase de que la sacudida política de 1988 no se puede entender sin el movimiento de los damnificados de 1985. Tampoco la llegada de la izquierda al poder en la Ciudad de México.
Es 2017. Tras el sismo de 8.2 grados Richter del 7 de septiembre en Juchitán, Oaxaca, toda proporción guardada, podría haber una similitud de condiciones. Miles de damnificados, descontento ante la respuesta oficial, la existencia de organizaciones sociales y políticas muy activas y con una tradición local de lucha radical antisistema.
A ver qué brota del terremoto… políticamente hablando.
historiasreportero@gmail.com