Sin arreglarse, ropa holgada, recostada cómodamente sobre el asiento de piel tipo primera clase del avión privado en que estaba aterrizando en Toluca, Elba Esther recibió la noticia: era el 26 de febrero de 2013 y un grupo de marinos y agentes de la PGR irrumpieron en su aeronave para detenerla.

De bote pronto creyó que era un secuestro y mensajeó a sus contactos de alto nivel en la política para pedir que la rescataran. Cuando nadie del gobierno de Peña Nieto le respondió se dio cuenta de que iba en serio y amenazó al agente del Ministerio Público que cumplía la diligencia: no saben con quién se están metiendo, le espetó.

Como entraron al avión grabándola, la poderosísima Maestra, entonces dirigente vitalicia del sindicato de maestros, se cubrió la cara con un antifaz de dormir. Se veía devastada por lo que le esperaba.

Ese día despegó de San Diego y para ir a gusto en el vuelo, escogió una sudadera azul que decía con letras grandes: Love Struck. He encontrado dos traducciones de esa expresión: “Golpe de amor” o “Enamorada”. Las dos encajan: recibía un golpe desde adentro, desde el sistema priista al que perteneció y amó, desde el gobierno del presidente al que apoyó tácitamente cuando candidato, recibía el golpe una mujer enamorada del poder, del dinero… que como toda persona enamorada, perdió el piso. El piso se abrió bajo sus pies para dejarla caer al calabozo de la política.

La fotografía inédita que hoy presento en esta columna sintetiza el momento de la mayor crisis política en la trayectoria de Elba Esther Gordillo, una crisis que ayer quedó superada por completo: a partir de ese 26 de febrero de 2013, la Maestra fue conquistando paulatina pero sistemáticamente privilegios: estuvo solo cuatro días en una celda, luego la trasladaron al hospital de la cárcel de Tepepan, de ahí a una clínica privada y finalmente a su lujoso departamento de Polanco en una cómoda prisión domiciliaria… hasta ayer, que su abogado anunció casi a las dos de la madrugada que estaba totalmente liberada de procesos en su contra, en el mismo día en que su nuevo aliado político, Andrés Manuel López Obrador, fue declarado presidente electo.

Yo sí creo en que a veces hay coincidencias. Creo que esta lo fue. El destino empató un proceso penal y un proceso político. Pero el simbolismo es inmejorable: Elba Esther está de regreso. Y el gobierno de López Obrador la recibe de brazos abiertos. El presidente electo piensa que es una víctima, una prisionera política. La secretaria de Gobernación entrante sostiene que el expediente en su contra no estaba bien sustentado. La futura SEP expresa su solidaridad con ella.

López Obrador siempre ha sostenido que la gente no es tonta. Tiene toda la razón. Frente a la liberación de Elba Esther, la gente sabe lo que ella hizo y sabe también por qué está libre.

SACIAMORBOS. Mañana, la foto de la devastación. También inédita.

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