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La tercera ronda de renegociaciones del TLC coincidió con los fatídicos días de terremotos en México. El encuentro en Ottawa, Canadá, no atrajo los reflectores que se esperaba por la emergencia que vivía el país.
Quizá mejor para el equipo de negociadores mexicanos, porque lo que se encontraron ahí fue el primer muro de Trump.
En las dos rondas iniciales —Washington y Ciudad de México, las sedes— existió una suerte de doble tono por parte de Estados Unidos, según nos cuentan algunos de los involucrados: duro, agresivo, de ataque y amenaza por parte de Trump y su gabinete (incluido Robert Lighthizer, jefe negociador) y otro cortés, colaborativo, fluyendo, avanzando, en los funcionarios medios, en los funcionarios a nivel de mesa.
En la tercera ronda ya no hubo tono duro y tono suave. Todos los estadounidenses se alinearon con el discurso de Trump y endurecieron enormemente sus posiciones, al grado que hicieron pensar si no están preparando las cosas para reventar el TLC, “tendiéndoles la cama”, como se dice.
Según la lectura de los mexicanos, Estados Unidos tiene siempre bajo la manga el as de salirse del Tratado, algo que podría ser aplaudido por la base electoral de Trump, pero que genera enormes descontentos y hasta franco enfrentamiento con una veintena de estados (con sus gobernadores y legisladores) cuyo principal socio comercial es México, un muy importante sector del Capitolio (en consecuencia) y la élite de dueños y directores de las empresas trasnacionales más relevantes. El gobierno mexicano considera que estos contrapesos pueden mitigar un exabrupto de Trump.
Mientras, en las “venciditas”, Estados Unidos está en la suya: America first, con propuestas proteccionistas difíciles de aceptar para sus socios, y el singular objetivo de reducir el déficit comercial, que ha implicado todo un reto hasta de discurso para quienes entienden cómo funcionan los mercados financieros.
Y Canadá, que sorpresivamente también endureció su posición, poniendo sobre la mesa altos estándares en materia de medio ambiente, salarios, equidad de género y oportunidades a los pueblos indígenas, que igualmente forman parte del discurso de campaña y gobierno del primer ministro Justin Trudeau.
SACIAMORBOS.
1.- Otro escándalo tapado por el sismo fue el de Mara Castilla. La defensa de Cabify fue tibia y terminaron quitándole la licencia en Puebla. Quizá debió restregar al gobierno poblano que si tienen a un presunto culpable en prisión es gracias a la tecnología de Cabify que les aportó qué automóvil era, quién lo manejaba, dónde vivía y, sobre todo, cuál era su número celular (con el que rastrearon sus movimientos). Si no fuera por eso, la Fiscalía poblana —larga historia de feminicidios impunes— tendría un caso más de una mujer desaparecida sin sospechoso identificado.
2.- En la columna de ayer mencioné que el debate Anaya-Beltrones se había dado tras la elección federal de 2015, pero fue tras las elecciones estatales de 2016.
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