¿Qué le estaría pasando a Enrique Peña Nieto si hubiera anunciado que recibiría a cuatro enviados de Donald Trump en Los Pinos y que no abordaría el tema del muro porque es una “visita de cortesía” y no quiere incomodar a los huéspedes? ¿Qué se estaría diciendo desde la oposición, desde la opinión pública, cómo estarían ardiendo las redes sociales si detectaran que entre los temas en la agenda no hubiera aparecido el asunto de la separación de las familias en la frontera y el destino de los niños migrantes arrancados de los brazos de sus padres y enjaulados después?

A Andrés Manuel López Obrador le da para eso y más. Con su futuro canciller, Marcelo Ebrard, anunció la agenda de la reunión entre el virtual presidente electo y los cuatro enviados de élite del gobierno de Donald Trump: ni muro ni familias separadas. Y no pasa nada. La fuerza electoral que respalda al próximo primer mandatario, su capital político, le ofrecen un manto protector. Pero ese “bono democrático” es un recurso no renovable y lo tiene que administrar. De entrada, porque el sexenio de López Obrador ya inició: el vacío de la administración Peña Nieto y el trepidante inicio de la transición hacen que toda la atención pública se concentre en el vencedor de la contienda. AMLO se ha apoderado de la conversación desde la noche del domingo 1 de julio. Sin tener aún las herramientas del gobierno en sus manos, debe estar atento de no tener que empezar a pagar los costos políticos ni desperdiciar su popularidad.

Para mañana viernes, la señal no podría ser más poderosa: cuatro altísimos funcionarios del gobierno de Donald Trump van a la casa de campaña de Andrés Manuel López Obrador, en la colonia Roma de la Ciudad de México. Visita a domicilio. ¿Quiénes son? El más influyente de todos los funcionarios, Jared Kushner, su yerno, el que tiene el oído del presidente americano. El nuevo consentido de Trump, el sabor del mes en la administración de la potencia, su secretario de Estado Mike Pompeo. El hombre del dinero, el secretario del Tesoro Steve Mnuchin. Y la secretaria de Seguridad Interior, Kirstjen Nielsen.

Es cierto que verán al presidente Peña Nieto. Otra cosa sería una falla diplomática. También se reunirán con el canciller Luis Videgaray. Pero lo central será la visita al próximo presidente y su grupo compacto. Teniendo como tema central la renegociación del TLC y la natural disputa por quién se va a colgar esa medalla en México, en caso de que se consiga: la administración saliente o la entrante.

Peña invitó a Trump y fue un apátrida traidor. AMLO invita a Trump a su toma de posesión y es un patriota valiente. Ya veremos la realidad del día a día de la relación entre Donald y Andrés Manuel. Una cosa es segura: mientras aquí López Obrador trata de dejar de ser López Obrador, allá Trump —por la campaña que tiene enfrente— tiene todos los incentivos para no dejar de ser Trump y hablar mal de México y actuar contra México.

¿Se llevarán bien? Puede ser. ¿Cómo responderá AMLO a los exabruptos trumpianos? Ya se verá.

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