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Después de las elecciones para gobernador en el Estado de México, el presidente Enrique Peña Nieto salió fortalecido dentro de su propio partido. Si había asomos de rebelión, planes de hacerle contrapeso frente a su mermada popularidad, se apagaron rápidamente cuando resultó el PRI ganador de esa contienda en gran medida por la operación político-electoral que realizó personalmente el primer mandatario.
Una vez dada esa demostración de fuerza, siguió la asamblea priísta en la que quitó los “candados” para que pudiera ser candidato presidencial prácticamente cualquier ciudadano. Era otra prueba del liderazgo de Peña dentro de su partido y la superó cómodamente.
Con ello, Enrique Peña Nieto dejó claro que en el PRI había una persona que mandaba: él. Y que él sería el único que conduciría la elección de candidato de su partido a sucederlo.
La estrategia subsecuente ha sido verdaderamente atractiva. Se le podrá reprochar todo a Enrique Peña Nieto, pero no se podrá decir que no le sabe a la grilla: con un partido en el tercer lugar de las encuestas en la carrera presidencial, ha diseñado una narrativa que mantiene al público hablando de quién será el “tapado” del PRI.
Sube a uno, muestra al otro, baja a un tercero, placea al cuarto, se toma foto con el primero, lanza un guiño al segundo, dándole plataforma a tal, rezagando a cual. Meade, Nuño, Narro, Osorio. Y así los trae, en el más añejo estilo del “tapado” priísta: poniéndolos a prueba, midiendo sus reacciones, detectando fortalezas y virtudes. Todo esto, frente a una opinión pública y una clase política aparentemente seducidas con el juego presidencial. Se refleja en los medios de comunicación tradicionales, en las redes sociales, en los cafés, en la grilla partidista y legislativa. No hay quien no hable del asunto.
Tiene mucho mérito, porque es el equivalente a que en la maratón olímpica, los aficionados y las cámaras de la transmisión estén siguiendo sobre todo los codazos entre los cuatro atletas que se pelean la medalla de bronce, y no presten mayor atención a los que van adelante más cerca del oro y la plata.
La narrativa presidencial tiene, sin embargo, fecha de caducidad. Y está por terminar. Está por desvelarse el misterio de quién será el candidato del PRI (y seguramente de los partidos Verde Ecologista de México y Nueva Alianza) a Los Pinos.
Información de fuentes indudables que me ha llegado es que el presidente Enrique Peña Nieto ya tomó su decisión. Ya no tiene dudas. Ya terminó de evaluar sus cartas y ya eligió a quien abanderará la lucha por su partido. Si no hay algún sobresalto gigantesco, él será el encargado de enfrentar la que sin duda será la contienda política más agria, más atroz, más sucia en la historia reciente de México.
SACIAMORBOS.—
En el primer círculo presidencial ya lo intuyen. Entre los aspirantes también.
historiasreportero@gmail.com