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El Chapo dijo que lo había visto en el tiempo que transcurrió entre que se fugó de Almoloya y lo volvieron a capturar. En inteligencia federal detectaron una comunicación suya hacia Nemesio Oseguera Cervantes, El Mencho, ofreciéndole varios millones de pesos para que no incursionara al negocio de las drogas a cambio de que el cártel Jalisco Nueva Generación no intentara matarlo. Las autoridades encargadas de seguirle la pista se toparon con pared en un pueblito de Sinaloa donde todos se apellidan igual y le daban protección y cobijo. Entre quienes tienen la obligación de perseguirlo en México, hay quien piensa que está activo en el mercado del narcotráfico y quien asegura que simplemente vive como un capo jubilado. Y la DEA piensa que su apodo de narco de narcos está más vigente que nunca y que heredó buena parte del imperio de Joaquín El Chapo Guzmán después de que éste fue recapturado y mandado en extradición a una cárcel de Estados Unidos, donde ha denunciado que lo tratan peor que nunca.
El personaje que concentra todas estas historias es Rafael Caro Quintero, el legendario capo mexicano al que se atribuía tal poder económico que durante años se dio por buena la versión de que hace tres décadas había ofrecido saldar la deuda externa del país si lo dejaban en paz. Y que hace un par de años mandó una carta al presidente Peña Nieto expresando que ya había pagado sus culpas en la cárcel y ya no seguiría en malos pasos, que ya no lo persiguieran.
Pero Estados Unidos ha presionado a México para que lo persiga. Hay una orden de captura en su contra y, recientemente, según fuentes de alto nivel con acceso a información de inteligencia que comparten distintas agencias del gobierno federal mexicano, Caro Quintero primero se escondió, mandó mensajes de “amor y paz” a quienes podían considerarlo un rival, vivió por meses a salto de mata, en tiendas de campaña, moviéndose en cosa de días, huyendo de la acción de las fuerzas armadas… pero ha vuelto al negocio del narcotráfico.
En el gobierno especulan, incluso, si Caro Quintero tenía dinero guardado en alguna parte, previendo su eventual salida de prisión (que finalmente cuajó en agosto de 2013 tras una sospechosa omisión de la PGR y el Poder Judicial que le permitió dejar la cárcel por su propio pie, documentos de libertad en mano, sin que nadie se enterara hasta que ya estaba consumado). Mucho dinero, suficiente no sólo para la supervivencia cotidiana, sino que lo hiciera fuerte para reinsertarse en un mundo que él ayudó a encumbrar. Y que por eso tendría millones para ofrecerle a El Mencho y por eso tuvo con qué cimentar su vuelta a las canchas.
Finalmente la información de la DEA y el gobierno mexicano, que por meses fue contradictoria, empieza a converger hacia el mismo destino: concluir que Caro Quintero es otra vez un capo relevante. El gobierno de Obama puso insistentemente sobre la mesa la necesidad de su captura. El de Trump no ha sido así de enfático.
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