En el cuartel de López Obrador se repitió la historia: frente al spot de la organización Mexicanos Primero, que pide votar por el candidato que no detenga la transformación educativa, los más cercanos al candidato hablaron con tolerancia y en algunos casos hasta con elogios hacia ese organismo de la sociedad civil, pero Andrés Manuel vio de nuevo la campaña de la mafia del poder en su contra.

En síntesis, frente a un desafío para definirse, refrendó su alianza con los dos principales grupos de poder responsables de que la educación en México venga siendo una porquería desde hace décadas: la impresentable Coordinadora Nacional de Trabajadores de la Educación y la impresentable maestra Elba Eshter Gordillo. La CNTE, que ha hecho de faltar a clases un modo de vida y chantaje político para obtener dinero y prebendas a costa de desquiciar ya no digamos el tráfico de las ciudades, sino la educación de los niños de los estados más pobres del país. Y Elba Esther, quien llegó a ser el símbolo más tangible de la corrupción en México, una medalla que dice mucho en un país ahogado por la corrupción.

Y encima lo del aeropuerto, que no le quita un voto entre las clases populares que ven a la nueva terminal de la Ciudad de México como un asunto inalcanzable, pero que sí merma la mirada de una clase media ilustrada que entiende las implicaciones financieras de una decisión así.

Desde las alturas de las encuestas, López Obrador ha perdido ritmo, humor y tolerancia, que tan bien le resultaron al inicio de la campaña.

Mientras tanto, el PRI no se cansa de demostrar sus ganas de abusar del poder. Manda todas las señales de que está dispuesto a deglutir las instituciones del país, usar todo el poder del gobierno y hacer lo que haga falta para llegar, aunque sea por el sendero más sucio, a la meta de que su candidato presidencial tenga una posición competitiva en la carrera.

Frenaron el fuero en la cámara de Senadores y, en uno más de sus atrevidos lances, terminaron de marcar con su logotipo la piel del Inai, el órgano del Estado mexicano encargado de fomentar la transparencia oficial. Ya le habían dado un severo golpe cuando de manera vergonzosa su ex presidenta saltó del consejo del Instituto a la lista de candidatas del PRI al Congreso.

Entre la soberbia del que va ganando y no le da miedo exhibirse como es y la desesperación del rezagado que no le da miedo exhibirse como es, parece que Andrés Manuel López Obrador y José Antonio Meade le están haciendo la campaña a Ricardo Anaya.

Lo increíble es que Anaya, frente a estas reacciones de sus rivales y después de lo bien que le fue en el debate, no haya encontrado un ritmo de campaña y luzca de nuevo desaparecido de la escena, sin narrativa, rompiendo la buena inercia que podría tener a su favor.

Vaya campañas.

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