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Vaya sorpresa el triunfo de Andrés Manuel López Obrador. Sí, todas las encuestas ya decían que esto ocurriría y estuvieron en lo correcto. Me refiero a la sorpresa de que los mexicanos que hemos querido evitar que el poder recaiga en un solo poder y en una sola persona de forma predominante decidimos con el voto darle justamente eso a López Obrador.
Es por eso que en la Constitución mexicana el jefe del Ejecutivo está bastante restringido en sus poderes y atribuciones. Atendiendo a lo que los constituyentes pensaban era conveniente, dada la mala experiencia de hombres fuertes que habían llegado a gobernarnos, notablemente, claro está, Porfirio Díaz.
Pero aun así, la desesperación con quienes nos han gobernado las últimas décadas nos llevó a elegir de forma abrumadora a Andrés Manuel López Obrador y, de paso, a darle mayoría en el Legislativo federal y varios locales. Tan contundente fue el triunfo de AMLO que en la carta que le escribió a Trump que se dio a conocer esta semana da por sentados proyectos y políticas que necesitan el aval del Legislativo, como modificar el salario mínimo o eliminar la recaudación del IEPS (Impuestos Especiales a la Producción y Servicios).
Lo da por sentado porque a partir de los resultados electorales y de su propia personalidad, lo que AMLO quiera que apruebe el Legislativo, será aprobado. Tanto tiempo y esfuerzo se invirtió para quitarle ese tipo de poder a los priístas y ahora, con el voto de la mayoría de los mexicanos, AMLO tiene ese abrumador poder de vuelta para sí.
El caso es para que acudamos a un psicólogo y nos sentemos en el diván, para que nos explique ésta y otras incongruencias entre lo que decimos que queremos y lo que votamos.
Porque otorgar poder casi absoluto a una persona no es lo único que retrata la necesidad de un diván.
Llevamos desde 2015 observando a Donald Trump con asombro. ¿Cómo pudieron los estadounidenses caer en la trampa del populismo? ¿Por qué eligieron a este hombre que se ha encargado de maltratar a México como país y a nuestros paisanos tacharlos de violadores y criminales, con lo que ha empinado la relación bilateral a uno de sus peores momentos? ¿Qué le vieron a este señor que tilda de prensa mentirosa a todo lo que no le gusta y lo hace mintiendo una y otra vez mancillando la primera enmienda de la constitución estadounidense?
Y resulta que nosotros elegimos a alguien que ahora nos dice él mismo que es la versión mexicana de ese mismo personaje. Nos escandalizamos con la elección de Donald Trump y aquí será presidente Juan Trump.
Sabemos que una de las principales explicaciones para que todo esto haya ocurrido es el cansancio con la corrupción rampante de la clase política gobernante. Pero no solo con que se cometan actos de corrupción, sino el cinismo con que la han llevado a cabo en donde no hay culpables, en donde lo que hay es impunidad. Para muestra emblemática está el caso Odebrecht.
Pues AMLO no ha ni llegado a la Presidencia y el INE tiene perfectamente documentado cómo se utilizó el fideicomiso Por los Demás para triangular efectivo hacia la campaña. No solo es una trampotota, es lucrar con un tema que fue muy doloroso para México en 2017: el sismo del 19 de septiembre. Pero AMLO, en lugar de ponerse en manos de las autoridades que le dieron el triunfo el 1º de julio, decide atacarlos e inventarse una venganza que no tiene ni pies ni cabeza.
Elegimos a AMLO para que combata la corrupción y parece que esto no ocurrirá porque resulta que él también cree en la aplicación selectiva de la justicia.
Realmente México, los mexicanos, necesitamos un diván.
www.anapaulaordorica.com
@AnaPOrdorica