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La semana pasada, la empresa refresquera Pepsico anunció el cierre de una planta de distribución en Pungarabato, Guerrero. ¿La causa? Cito la explicación aparecida en un medio nacional: “se informó que también fueron presionados por un grupo criminal para el pago de extorsión”.
Esta decisión le sigue a la tomada por Coca Cola Femsa en marzo pasado. En ese caso, se tomó la decisión de cerrar su centro de distribución en la misma región de Guerrero después de tres días de ataques, incluyendo un intento de incendiar la planta.
Los ataques contra empresas de ese calibre son particularmente graves por varias razones:
1. Efectos económicos directos: el cierre de plantas como la de Pepsico produce pérdidas de empleos directos e indirectos, además de inhibir la inversión privada en una región urgida de nueva actividad económica.
2. Imagen del país: una agresión en contra de una empresa multinacional le da la vuelta al mundo. No es que no sean graves los ataques en contra de empresas locales, pero no tienen el mismo efecto internacional. Un hecho como el cierre de una planta de Coca Cola puede tener efectos demoledores para la imagen del país.
3. Escala de la delincuencia organizada: si las bandas criminales pueden extorsionar a algunas de las principales empresas del país, pueden adquirir un tamaño descomunal.
4. Mensaje de impunidad: si unos bandidos de quinta se sienten autorizados a extorsionar a una de las principales empresas del país, sin temor a una reacción excepcional del Estado, probablemente se sientan con derecho a hacer cualquier otra cosa (robar, secuestrar, matar, etcétera).
5. Impacto sobre otros negocios: con una extorsión exitosa a una empresa grande, una banda criminal puede cubrir todos sus costos fijos (nómina, sobornos, armas, vehículos) en una región. A partir de allí, todo es ganancia y no hay negocio suficientemente chico para no ser blanco de extorsión.
Dada esa realidad, ¿cómo responder? Primero, con medidas de disuasión táctica en instalaciones particularmente expuestas: apretar los sistemas de seguridad interna, reforzar controles de acceso a instalaciones, meter vigilancia adicional. Muchas empresas ya están en eso y probablemente reciban apoyo de las autoridades (reforzando patrullajes, protegiendo a funcionarios de la empresa).
Esas acciones son necesarias, pero insuficientes. La disuasión táctica puede ser muy útil, pero, en empresas con amplísima presencia en el territorio, es difícil cubrir todos los flancos vulnerables. Se requiere, por tanto, pasar al plano estratégico.
¿Qué significaría eso? Pintar una raya en la arena y dar una respuesta excepcional al grupo que la rebase. En concreto, la estrategia podría funcionar de la siguiente manera:
1. Se seleccionaría un subconjunto pequeño de empresas (¿las 200 empresas más grandes de la lista de Expansión?)
2. La lista de empresas intocables se comunicaría (por vía discreta) a los grupos criminales relevantes.
3. Ante cualquier intento de extorsión o intimidación en contra de cualquier empresa de la lista, se respondería con acciones que redujeran temporal, pero significativamente, los flujos de ingreso y las capacidades operativas del grupo agresor.
4. La lista se iría ampliando gradualmente conforme crecieran las capacidades de las instituciones.
Una propuesta de este género no erradicaría la extorsión, pero esta propuesta simplemente tendería un manto protector sobre algunas de las principales empresas del país. Todos los mexicanos nos merecemos protección, pero hay aquí una lógica excepcional: se debe proteger a Pepsico no por ser Pepsico, sino porque si una empresa de ese tamaño puede ser amenazada impunemente, nadie está seguro.
alejandrohope@outlook.com
@ahope71