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Hace pocos días, el presidente electo Andrés Manuel López Obrador afirmó lo siguiente: “En el inicio de gobierno vamos a actuar de manera conjunta, para que de acuerdo a mis facultades se pueda contar con el apoyo del Ejército y la Marina en lo que tiene que ver con garantizar la seguridad interior en el país, y también por la situación de gravedad que prevalece en materia de inseguridad y de violencia, vamos a apoyarnos en el Ejército y la Marina para garantizar la seguridad pública”.
Estas declaraciones han sido motivo de amplia controversia, pero tal vez no por las razones correctas. Van algunos apuntes sobre el particular:
1. Buena parte de la discusión se ha centrado en el supuesto vuelco en la posición de López Obrador. Sí, en algunos momentos de la campaña, pareció inclinarse por un retiro rápido a los cuarteles de las Fuerzas Armadas, pero en general su postura fue ambigua. El 8 de mayo, en un foro público, señaló lo siguiente: “¿Sacar al Ejército de las calles o no? Eso lo vamos a ver. En muchas partes la gente dice ‘si se van, nos quedamos en el desamparo completo’. Eso lo vamos a ver poco a poco, no es un asunto maniqueo”.
2. En todo caso, la posición del entonces candidato era más bien favorable a la participación sostenida de los militares en tareas de seguridad pública. Eso era de hecho el sentido de la Guardia Nacional, tal como fue descrita durante la campaña: “vamos a integrar a todas las fuerzas policíacas y militares del país en una sola corporación; se va a crear una guardia nacional”. Es decir, la presencia militar en las calles se hubiese vuelto permanente, pero con un empaque nuevo.
3. Ningún observador serio del sector esperaba otra cosa que lo anunciado la semana pasada por el Presidente electo. Dadas las condiciones del país, un retiro abrupto del personal militar de tareas de policía resultaría operativamente caótico, jurídicamente complejo (hay convenios en curso con gobiernos estatales y municipales) y políticamente suicida. En ese tema, no hay motivo para la sorpresa, el júbilo o el desencanto. Sucedió lo que todo mundo sabía que iba a suceder.
4. Lo que sorprende y preocupa es que no haya, así sea a manera de borrador inicial, una estrategia de salida para el mediano y largo plazo. Alfonso Durazo ha hablado de impulsar un “programa emergente de capacitación y profesionalización de los cuerpos de seguridad” y de dignificar las condiciones económicas de los policías, pero al mismo tiempo ha señalado que no aumentará el presupuesto para el sector en el corto plazo. Difícilmente se va a poder cumplir lo primero si se insiste en lo segundo. No hay desarrollo policial posible sin un aumento sostenido de los recursos dedicados al sector.
5. Además, el problema de las policías no se puede reducir a la falta de capacitación o a los bajos salarios que privan en las corporaciones. En muchas regiones la dificultad no es la ausencia de policías profesionales, sino la falta de policías. Así sin más. Y el insuficiente reclutamiento no se resuelve con solo aumentar sueldos, como lo han descubierto muchos estados en años recientes. La construcción de policías eficaces pasa por un rediseño de buen calado al sistema nacional de seguridad pública, incluyendo una redistribución de competencias y recursos entre niveles de gobierno. Hasta ahora no se ha oído nada o casi nada sobre el tema de parte del equipo de transición.
En resumen, lo que debería ser el foco de atención no es lo que dijo López Obrador sobre los militares, sino lo que no dijo sobre las policías. El problema no es que haya decidido mantener a los militares en las calles en el corto plazo, sino que carezca de plan, proyecto o visión para eventualmente regresarlos a los cuarteles.
alejandrohope@outlook.com. @ahope71