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Beatriz y su hija de cuatro años esperan afuera de su casa con siete costales llenos de botellas de plástico. No los pueden cargar solas, pues están a seis calles de donde se estacionó el camión de Protrash , una iniciativa de cuatro jóvenes mexicanas que consiste en intercambiar basura por tarjetas de débito en comunidades de bajos recursos.
Fotos: Jorge Mendoza
Yuvia López, directora de operaciones de Protash, se ofrece para ayudarla. Trae dos celulares, uno de uso personal y otro para el trabajo, donde manda mensajes de WhatsApp a los vecinos de la colonia para recordarles que hoy están recolectando botellas. Desde hace seis meses, todos los miércoles, Yuvia atraviesa la terracería y levanta un poco más la cabeza cuando pasa frente al grupo de hombres alcoholizados que suele instalarse a mitad de la calle.
Es el mismo Guadalajara donde estudió, pero lejos de los rascacielos, palacios y museos que blindan el centro de la ciudad. En Zapopan, el municipio donde vive Beatriz, más de 295 mil personas se encuentran en situación de pobreza y más de 40% de la población presenta algún rezago educativo, no tiene acceso a servicios de salud , a la seguridad social o a servicios básicos en la vivienda, de acuerdo con datos del Inegi .
“La primera vez que vine vi a una señora de la tercera edad recolectando basura para juntar dinero y ver si le alcanzaba para tomar un camión e ir al médico”, recuerda Yuvia, “para nosotros a lo mejor es muy sencillo agarrar el coche e ir al doctor, pero cuando vimos problemas como los de estas personas es donde entendimos que podíamos ayudar”.
El reto del millón de dólares
Yuvia y Andrea García, dos jóvenes de 24 años, egresadas del Tecnológico de Monterrey, Campus Guadalajara, dirigen Protrash. La idea nació como un proyecto escolar que participó en Hult Prize, el concurso de emprendimiento más grande a nivel global.
En 2016, el año en que participaron, el reto era doblar el ingreso de un millón de personas en zonas urbanas sobrepobladas. Las fundadoras concursaron con su idea de intercambiar basura por alimentos, propuesta con la que llegaron hasta la final, convirtiéndose en el primer equipo latinoamericano en competir por el premio de un millón de dólares.
Aunque no ganaron, “para nosotras nunca pasó por la cabeza no seguir. Sentíamos como si hubiéramos ganado, traíamos la bandera de México y dijimos ‘aquí no se acaba’. En ese punto ya habíamos generado una conexión muy fuerte con la gente en la comunidad y ellos eran nuestra razón de ser”, cuenta Andrea. Sin embargo, “las cosas no fueron tan fáciles cuando regresamos a México”.
La primera idea con Protrash era colocar máquinas donde las personas pudieran cambiar su basura por alimentos . “Pero en el primer acercamiento a una comunidad nos dimos cuenta de que no tenían electricidad, además de que la máquina podría ser maltratada o robada. Comprendimos que el mecanismo no era el corazón del proyecto”, señala Yuvia.
Hoy, Protrash se desplaza en un camión a las distintas comunidades marginadas a las afueras de Guadalajara. Yuvia se pone en contacto con los líderes de las comunidades para acordar puntos donde la gente acude para entregar las bolsas con residuos.
Una familia promedio mexicana produce 4.5 kilogramos de basura al día, pero solamente 11% de los residuos generados son reciclados, de acuerdo con datos del Inegi, lo que convierte a la basura en un gran negocio desaprovechado por la falta de infraestructura y de compromiso de las empresas.
Los desperdicios son separados en pet, plástico verde, mixto, lechero y aluminio, los cuales son pesados con una báscula enlazada vía bluetooth a una aplicación que indica la suma de la transacción, la cual es abonada en una tarjeta de débito. “Decidimos no cambiar la basura por alimentos, porque notamos que la gente necesitaba medicinas, útiles para sus niños y otras cosas. Con las tarjetas pueden comprar lo que les haga falta”, explica Yuvia.
El dinero es depositado en las tarjetas en 24 horas y las personas pueden adquirir casi cualquier cosa con ellas, como alimentos, ropa, medicinas o incluso juguetes, pero tienen un bloqueo automático para no autorizar compras en cigarros y bebidas alcohólicas.
Los niños y el reciclaje
Los niños son quienes más reciclan en Zapopan; las jefas de familia dejan sus botellas acompañadas casi siempre por sus pequeños. “Me gusta que mis hijos aprendan a reciclar porque así evitamos la contaminación, más en estas colonias donde la gente no tiene esa cultura. Al final mis hijos decidirán qué hacer con ese dinero, ya que es trabajo de ellos”, comenta Alma, quien va con sus dos niños.
Al preguntarle a la pequeña Lidia, de seis años, qué se va a comprar con el dinero que está juntando, responde inmediatamente: “Un celular”.
Es la primera vez que Alma deja sus residuos en Protrash. “Iba pasando hace rato y los vi. Como a mis hijos les gusta estar acumulando botes, ya teníamos muchos, pero se nos dificulta trasladarnos a una recicladora porque está muy lejos”, cuenta la señora.
Beatriz, por otro lado, es una de las clientes frecuentes. Ya tiene 300 pesos acumulados en su tarjeta.“Una vez la usé para comprar medicinas para mi niña, sentí un alivio. A veces te salva de no tener el suficiente dinero. Con pura basura compras mandado o medicinas”.
Desde que Beatriz conoció el proyecto, trabaja en limpiar su colonia. “Le dije a mi mamá, a mi cuñada, a mis tías y mi abuelita que me juntaran sus botes. Cada semana o cada 15 días voy a recogerlos, y cuando venimos recogemos más. Hasta mi hija me dice: ‘Mami,mami, un bote’ y me ayuda a juntarlos. Se siente bonito ver que tus calles están menos sucias, se respira el ambiente menos contaminado y los niños están menos enfermos”, dice.
Inversiones en México
La corrupción fue uno de los primeros obstáculos con los que se enfrentó Protrash. Al principio querían un terreno donde las personas pudieran ir a dejar sus residuos. Sacaron los permisos y en tres meses no obtuvieron respuesta de las autoridades. En el ayuntamiento les dijeron que si querían acelerar el proceso tendrían que dar más dinero. Las fundadoras se negaron a hacerlo e idearon el modelo del camión, con el que ahora operan.
Otro de los retos más difíciles ha sido obtener inversiones. Iniciaron campañas de crowdfunding en Indiegogo y Fondeadora, donde juntaron 60 mil pesos para las operaciones, también buscaron fondos en concursos medioambientales o de emprendimiento donde ganaron pequeños premios.
“En ningún momento hemos pensado en tirar la toalla, pero sí nos llegamos a encontrar en un momento donde no obteníamos inversiones y dudábamos sobre el futuro del proyecto”, señala Andrea.
En México existen 605 fondos clasificados en la Comisión Nacional Bancaria y de Valores; sin embargo, comentan que muchos de éstos requieren que las empresas tengan dos años de operaciones.
“En nuestro país no hay suficientes incentivos a la inversión. En uno de los concursos en Boston notamos que allá hay incentivos fiscales para invertir en empresas en etapas tempranas, ya que son 100% deducibles de impuestos. Es como si los empresarios estuvieran haciendo un donativo”.
Las fundadoras de Protrash creen que en México los inversionistas invierten fuera de riesgos. “Si te va mal, tu empresa se diluye con los inversionistas. En México tenemos el talento de crear cosas, pero no hay apoyo para las ideas”.
A dos años de que nació Protrash, Yuvia y Andrea están por abrir una franquicia de su proyecto en la Ciudad de México. Su primer inversionista fue un mexicano que, aunque no les dio dinero, les ayudó a desarrollar el software con el que trabajan. Lo que él nos dice siempre es “a mí lo que me encanta de su proyecto es que es para ayudar a México ”.