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Economíahoy.mx
Luego de una década marcada por sequías y la paulatina caída de los ingresos, el conflicto comercial iniciado por el presidente Donald Trump amenaza con hacer descarrilar la maltrecha salud económica del medio rural estadounidense.
En febrero pasado, cuando la imposición de aranceles no era más que una remota posibilidad a la que hacía referencia el mandatario en sus tuits, el Departamento de Agricultura de Estados Unidos avisó de que 2018 sería un año duro para los agricultores y granjeros norteamericanos.
El organismo alertó de que las ganancias de los agricultores disminuirían 6.7% este ejercicio hasta 59 mil 500 millones de dólares, pero no contaban con el estallido de un conflicto comercial que está haciendo peligrar cerca de 50% de las exportaciones del sector.
Estados Unidos exporta cada año 140 mil millones de dólares en productos agrarios, de los cuales 39 mil millones van a México, 20 mil a China y 12 mil a la Unión Europea.
El sector es uno de los que más tiene que perder con la imposición de aranceles. Pekín avisó en junio pasado que la guerra comercial ponía en peligro a 40% de las exportaciones agrícolas estadounidenses al gigante chino y está estudiando cómo reducir su dependencia de la soya proveniente de los campos norteamericanos buscando nuevos vendedores en Oriente.
“Las pérdidas del sector superarán los 11 mil millones de dólares”, señala Chad E. Hart, economista especializado en economía agrícola de la Universidad de Iowa, “pero Trump tiene nuevos aranceles en la recámara, por lo que el efecto podría ser mayor”.
Casi todos los productos se van a ver afectados, aunque “la soya y la carne de cerdo se llevarán la peor parte”, sentencia el economista.
Mala imagen entre votantes. Trump es consciente de que el conflicto arancelario va a afectar a numerosos granjeros y agricultores, muchos de los cuales votaron por el republicano en las elecciones.
Por este motivo, el gobierno acudió el pasado martes al rescate del sector, anunciando una ayuda económica de 12 mil millones de dólares para cubrir las pérdidas de los productores y distribuidores de alimentos más afectados por las tarifas.
La decisión muestra que Trump, pese a que defiende públicamente la imposición de aranceles, ha asumido que algunos sectores de la economía estadounidense se van a ver perjudicados por sus políticas comerciales y evidencia el miedo del Partido Republicano a recibir un revés electoral en los comicios de noviembre en estados rurales que votaron por Trump hace año y medio.
“Los republicanos están divididos”, opina Chad, “algunos apoyan la política comercial de Trump, pero otros están preocupados por el impacto que pueden tener las decisiones que está tomando la Casa Blanca”.
“Entre los granjeros y los agricultores también hay división de ideas”.
Aparentemente ajeno a las críticas desde su partido, Trump sigue defendiendo que, pese a que algunos productores “se podrán ver perjudicados a corto plazo”, a la larga todos los sectores se verán beneficiados “gracias a unas leyes comerciales más justas”.
El discurso no convence a muchos agricultores que han criticado abiertamente la iniciativa del gobierno.
La organización Farmers for Free Trade emitió un comunicado el pasado martes en el que defendían que los granjeros “no necesitan compensaciones, sino poder vender sus productos”, para lo cual es necesario “un mercado abierto y estable”.
“Los granjeros contaban con un beneficio de 21 mil millones en exportaciones para este año”, defiende Matt McAlvanah, director de comunicación de Farmers for Free Trade.
“La ayuda del gobierno apenas cubre la mitad”. Muchos agricultores y rancheros llevan años construyendo negocios con el extranjero, denuncia. “Una solución temporal como la que ofrece la Casa Blanca no evitará que se pierdan lazos comerciales que son fruto de mucho tiempo de trabajo”, finaliza McAlvanah.
Afectados, “un mal menor”. La Casa Blanca no parece preocupada por las quejas de los trabajadores. En una entrevista para la CNBC, Peter Navarro, un asesor comercial de la administración Trump, aseguró la semana pasada que los empleos estadounidenses afectados por la guerra de tarifas son un “mal menor” en comparación con el volumen de la economía de Estados Unidos.
En Iowa, no obstante, no parecen pensar igual. En este estado eminentemente rural, más de 450 mil empleos podrían verse afectados por los aranceles y los votantes están dando la espalda al Partido Republicano. “Cuanto más dure la guerra comercial, más empleos van a desaparecer”, alerta Chad.
Junto a la inyección económica, Estados Unidos también ha buscado el apoyo de Europa para garantizar la salida a sus exportaciones agrícolas. Donald Trump expresó horas después de su reunión con Jean-Claude Juncker, presidente de la Comisión Europea, que había conseguido “abrir Europa” a los agricultores y ganaderos estadounidenses. Bruselas no ha tardado en desmarcarse de las declaraciones del republicano.
Maria Andreeva, la portavoz del Ejecutivo comunitario, aseguró que la Unión Europea “ha sido clara desde el principio”, dejando la agricultura “fuera del ámbito de las negociaciones”, y dando un nuevo portazo a Washington, que deberá encontrar otra manera de salvar al sector del enfrentamiento comercial.