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¡Hola amiggggs! ¿Qué hicieron en su fin de semana largo? ¿Asistir al Vive Latino a ver a Paquita? ¿Bailar reggaetón hasta sacudirse lo clasistas y prejuiciosos? ¿Dormir 18 horas al día como gatito? ¿Ir al nuevo restaurante que fusiona la birria con el ramen? Chingón.
¿Yo? Yo bloqueé trolls hasta que se me entumió la manita.
Estoy hecha una piltrafa. Probablemente estén al tanto del escándalo #LadyPlaqueta (un hashtag que ya usaba para burlarme de mí misma, pero que ahora fue usado “en serio” para acusarme de... ¿ladyness?), por relatar cómo llevé a un acosador al Juzgado Cívico, con éxito. Luego le di seguimiento aquí en El Universal, porque me empezaron a llegar un chingo de mensajes de odio y amenazas: clic. (No se pierdan el primer comentario, de una persona que se pregunta que con qué autoridad hablo si fui con mi mamá mariguana al concierto de Roger Waters –no leyó bien, porque en mi post al respecto lamenté precisamente lo contrario: que NO habíamos fumado mota– y hace un cálculo complejísimo para determinar –erróneamente– mi edad... cuando mi fecha de nacimiento está en el perfil que acompaña al texto, jiji).
Llevo días metida hasta las narices en el tema y es horrible porque el tema soy yo misma y ya “no me puedo ver ni en pintura”. Pero creo que sí me ha faltado hablar de algunas cosas:
Primero, no deja de sorprenderme que la gente eeeeenteeeeleeegeeeeenteeee (#NotAllGenteEeeeenteeeeleeegeeeeenteeee) se clave en el adjetivo “Guapa” e ignore por completo el contexto. Banda con doctorados en la Universidad Ignacio del Progreso insiste en usar como “argumentos” en mi contra tuits viejísimos donde digo que Miguel Layún o un indigente anónimo están “guapos”. O lo del Señor Covadonga cuando escribo que me lo dice a mí. “Y a ver, por qué a no lo demandaste, a ver, a ver, a ver”, insisten. Me llaman “doble moral” e “hipócrita” por esas publicaciones que los trolls sacaron a la luz luego luego de que hice pública la denuncia al acosador. Yo jamás pensé que fueran a pegar entre los humanos, ¡pero sí! Lo cual me hace perder la fe en nuestra especie. No porque yo le quiera caer bien a la gente o necesite que me crean, eso vale pito (PLAKETA DEJA DE HACER REFERENCIAS FÁLICAS Y ASï QUIERES CREDIBILIDAD TE CONTRADICES), sino porque ESTÁN VIENDO Y NO VEN. No importa cuánto citen a Foucault y Sabines y a A. van Dijk y a Don Vergas para justificar lo injustificable: gritarle chingaderas a las mujeres en la calle.
Luego, creo que la discusión más chida que salió de todo este desmadre es la de intersección clase-género. Algunos ya me pintaron como la más clasista del universo porque abusé de mi privilegio de mujer blanca de clase media para REFUNDIR EN LA CÁRCEL (de 6 a 12 horas en el Torito, que es lo que marca la ley) al pobre señor trabajador honrado que sólo intentaba llevar un mendrugo de pan a la mesa de su familia perfecta de comercial del Partido Verde. Para este sector del internet, esto es una película de Pedro Infante esperando ocurrir, o de perdis un capítulo de La Rosa de Guadalupe, donde una rosa blanca aparece misteriosamente en el Juzgado Cívica y yo, la feminazi villana máxima que representa el resentimiento histórico y odio infinito hacia el género masculino, por intervención divina de la Morenita del Tepeyac, perdono a todos los hombres que violentan a las mujeres en México.
Pero ese no es el punto. El punto es que, en efecto y desgraciadamente, la justicia funciona mejor para las personas de clase media o alta que han tenido la oportunidad de estudiar (sí, incluso en la Universidad Nacho Progre), y aunque en este caso en particular nadie me trató mejor por ser blanca o “salir en la tele” o “escribir en El Universal” (nadieeeeeeee sabía quién era yo, y no tendrían por qué saberlo, ni que fuera Yuya), sería muy ingenuo, obtuso y pendejo pretender que el sistema es imparcial. Al respecto, Karla Motte escribió un texto muy chingón: clic.
Y no hay que olvidar que ser hombre también es un privilegio. Sandra Barrón lo explica requetebién en este video: clic.
La trolliza asegura que hice esto “para llamar la atención” y “tener cinco minutos de fama”, porque claro, me encanta que mis redes sociales se saturen de odio y amenazas, wuuuu. Pero esto no se trata DE MÍ, sino de un asombroso descubrimiento para todas las mujeres que habitan la Ciudad de México: existe un recurso relativamente sencillo que aparentemente funciona para ponerle un “hasta aquí” a los acosadores. Y que, en teoría, debería funcionar para todas las clases sociales, ya sea del lado de la víctima o del agresor. ¿Que a una mujer de clase baja denunciando a un tipo de clase alta le va a ir igual que a mí? No lo sabemos, pero lo primero es que SEPA que PUEDE proceder, y ya después el juez cívico dirá. ¿Que el castigo es excesivo y que de nada sirve que el acosador pase un rato viendo la pared del Torito? Perdón, yo no escribí la ley, a mí ni me miren. Al respecto, Estefanía Vela se aventó un texto buenazo: clic.
Por último,hay un tema del que no he hablado mucho. La gran mayoría de los comentarios de odio son variaciones de lo siguiente: “El taxista está ciego, porque tú estás bien fea”. Para respaldar sus afirmaciones, los trolls buscaron mis fotos menos “favorecedoras”, por ejemplo ésta donde salgo disfrazada de mí misma a los 15 años:
(Hubo quienes criticaron que trajera un Walkman “AHAHAHA KE POBRE JODIDA NO LE ALCNAZA PARA UN IPOD”).
Es como la segunda parte del acoso: primero te digo “guapa” porque puedo, porque me siento con el derecho de comentar sobre tu cuerpo, porque estoy seguro de que mi validación es lo más importante para ti, al mismo tiempo que reafirmo mi endeble hombría al entrometerme en tu vida. Pero como no reaccionas bien, retiro lo dicho y te califico de forma negativa, y como las mujeres sólo valen por cómo lucen, pues “ya no tienes derecho a opinar”. Así tal cual lo escribieron varios. Y en comentarios de mujeres haters lo corroboré: ellas se aferraban a que “ignorar” los “piropos” era lo mejor y que “sólo las feas” se ofendían (?); esos comentarios eran celebradísimos por los hombres que les decían “Tú sí eres una guapa de verdad” y ellas felices.
¡¿NADIE VE LO RANCIO DE ESTE SISTEMA?!
Y no las culpo, yo también era así. Si esto hubiera pasado hace diez o cinco años, yo estaría llorando debajo de una cobija y buscando la forma de demostrarle al mundo que “Sí estoy bonita, bujujujú”. Pinches villanos saben que es un punto débil de las mujeres, porque así nos han educado desde el minuto cero de nuestras vidas.
Luego nos hacemos feminazis y ya nos vale berga lo que piensen. Por eso sí me dieron mucha risa estos memes:
Pinches machirulos, si usaran sus poderes para el bien en lugar de estarnos chingando, el mundo sería un lugar kermozzo.
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El sábado grabé un video para Malvestida leyendo los comentarios más chistosos de mis haters. Si alguna vez el internet la agarra contra ustedes por una pendejada, les recomiendo hacer algo parecido. Ya lo dijo el Selecciones: la risa es la mejor medicina.
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Con excelente timing me mandaron este video que no sé qué pedo con él pero tiene pinta de ser el teaser de algo más grande. Me dio mucha risa y me pareció una gran idea. Es como del Dr. Chun-Ga.
Ojalá que no resulte ser una campaña para vendernos jabón de ropa o crema antiarrugas o agua baja en sodio.
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Si repruebo mi examen de alemán, va a ser por su culpa, pinshis trolles.
Bai.