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Como siempre, los saludo desde mi perfumada burbujita de la Delegación Cuauhtémoc, donde en teoría no hay problemas gravísimos pero que en los últimos días ha demostrado ser un área muy inconveniente para quienes tuvimos la ocurrencia, la insensibilidad, la imprudencia de no haber nacido hombres.
1. Hace dos semanas había un grupo de mujeres en el kiosco de Santa María la Ribera. Se armó una discusión sobre si podían tomar jugo o no en esa área. Entre que sí y que no y que ya nos vamos para no hacer lío sale bai, un hombre intentó golpearlas, así, pum, con su puño. Unos policías vieron la escena y ellas les anunciaron que querían levantar un acta porque qué es eso de que un señor te quiera soltar un trancazo por beber boing en un espacio público. Ellos les dijeron que sí, que fueron testigos y que las acompañarían “con las instancias correspondientes”. Las llevaron al juez cívico... y una vez ahí se las voltearon: las acusaron a ellas de ser las agresoras. A pesar de que tenían grabada en video la reacción violenta del tipo, tuvieron que pagar una multa para salir libres. El relato completo aquí.
2. El sonadísimo caso de Andrea Noel, ampliamente cubierto por los medios. Después de que la noticia se hizo viral, unos trolls “de oficio” la amenazaron de muerte y violación inmediatamente después del incidente. Eso no me parece tan preocupante porque claramente fueron cuentas de esas falsas, manejadas por personas nada pendejas y entrenadas en la agresión virtual, coordinadas quién sabe por qué “fuerzas oscuras” (parafraseando a mi Pejecito), pero con un modus operandi muy claro. Siempre andan buscando a qué feminista, ciclista, activista o chaire chingar. A esas arrobas hay que bloquearlas y ya. Lo realmente triste y preocupante fueron, por un lado, los dos “análisis” “periodísticos” que hicieron personas “reales”, con nombre y apellido, aquí y aquí, poniendo en duda la “legitimidad” de la agresión (!!!!!!!!!); por otro, el nulo apoyo de las autoridades, que no quisieron soltar video (el que todos vimos fue de una cámara de vigilancia privada). Ah, y claro, los comentaristas de Facebook que dijeron cosas como “Que pare el mame” o “Habiendo problemas graves esta feminazi quiere que investiguen la bromita que le hicieron”.
En esta entrevista en El Universal TV, Andrea dice que ya no quiso seguir con la denuncia cuando le exigían un “examen psicológico”. No sé si se acuerden de un caso similar hace como un año, donde una corredora contaba el viacrucis que fue denunciar para que, al final, como ella no había quedado “afectada mental ni emocionalmente”, ¡el agresor quedara libre! La historia completa aquí.
A ver: te atacan sexualmente, pero como eres una persona fuerte, no permites que eso te arruine la vida. ¡Felicidades, tu agresor quedará impune! Es como si agarraran a un ladrón después de robarle a un rico y lo soltaran porque “qué tanto es tantito”. O que a los de “intento de homicidio” los soltaran y les regalaran un arma más potente a ver si a la otra sí logran matar a alguien. ¡¿Qué pedo?!
3. El pasado fin de semana mi amiga @gabyzombie fue al cine con su hija de cinco años. Mientras veían Kung Fu Panda 3, un tipo se sentó junto a ellas, se sacó el pene y se empezó a masturbar. No era el Cine Teresa ni la versión porno de dicha cinta, sino Cinemex Reforma 222 en una función vespertina.
Aunque el sujeto salió corriendo, lograron agarrarlo. Llegaron unos tiras. Gaby quiso denunciar, pero los “guardianes del orden” le dijeron que pues para qué, porque como él no había “intentado hacerles nada”, era sólo falta administrativa y que a lo mucho pasaría unas horas detenido y/o le cobrarían una multita.
Después del shock y de que los pinches cerdos te disuaden de denunciar, cuando traes a tu criatura, y con los antecedentes ya conocidos de cómo te tratan cuando vas al MP, pues obviamente mandas a la chingada el proceso y te vas a tu casa a (intentar) olvidarte del asunto. Pero díganme en qué pinche universo paralelo y retorcido masturbarse junto a una mujer y UNA NIÑA DE CINCO AÑOS es una inocente "falta administrativa", al mismo nivel que dormir borracho en la calle o poner una bocina afuera de tu pizzería.
(Ah, ¿y qué hizo Cinemex a falta de un protocolo en ese tipo de casos? Le ofreció entradas gratis a Gaby. ENTRADAS GRATIS. ¿Para qué? ¿Para ir a comprarle palomitas de mil dólares a los asesinos de Grupo México? ¿Para ir a ver Pink? No gracias, pinche cine piojoso.)
4. Hace rato se difundió el caso de un tipo que siguió a una mujer para grabar un video por debajo de su falda. Ella y un amigo le quitaron el celular al videoasta, corroboraron que la grabación existía, y llamaron a la patrulla. Los tiras llegaron y le dijeron a ella que si quería denunciar, tendría que irse en la misma patrulla ahí juntito a su agresor, cachete con cachete; también insistieron en regresarle el teléfono al pornógrafo amateur (ajá, para que borrara la evidencia). Teniendo los casos anteriores como referencia, ella prefirió no al ministerio público y dejarlo todo por la paz, aunque sí consiguió los datos del güey. Aquí el link al relato original: clic.
***
Epílogo - pilón:
5. Estos días ando muy intolerante al acoso callejero. Normalmente respondo “Gracias, pero nadie te preguntó tu opinión”. Pero ahora sí me regreso y les hablo. La reacción más común es que ponen cara de misterio y se van, murmurando “No no no no yo qué no no no no no”, o simplemente se hacen los sordos. Nomás que hace rato, ay, me tocó un caso muy esclarecedor y deprimente.
Venía caminando por Insurgentes cuando vi cómo un tipo le veía las nalgas morbosísimamente a una chava que pasó. Momentos después, al cruzarse conmigo, me soltó un “Mamiiii”. Ésta es la forma más “fresa” de acoso callejero, ya lo tenemos normalizadísimo y generalmente hacemos como que nada ocurrió; al menos yo. Pero con las ampollas provocadas por la indignación reciente, me volteé y lo encaré.
Le grité: “Eso se llama acoso y no puedes hacerlo, es un delito”. El güey se detuvo, muy seguro de sí mismo, y me dijo: “Estas loca, yo vengo pensando mis cosas, hablando conmigo mismo. Y si quieres detén una patrulla y que ellos decidan”. Volteé a ver si en una de esas había una patrulla dando el rol, pero pues obviamente no. Grité “¡Policía!” a ver si alguien pelaba, y pues no, nadie peló. Impresionante. Entonces el tipo, con toda la tranquilidad del mundo, dijo “Si quieres yo le hablo a la patrulla”. ¡Y le habló a la patrulla! O hizo como que lo hacía. No titubeó en un solo momento, no se puso nervioso, claramente no pasó por su mente “A ver si no me meto en un pedo o me ponen una multa”. ¡Nada! En caso de que realmente le hubiera hablado a la policía (aunque si sí llamó a alguien seguro fue a sus amigos golpeadores, qué miedo), el güey probablemente me iba a acusar a mí de levantarle falsos o algo por el estilo, o de “decirle groserías”, y aviéntate ese tiro con los misóginos del MP. ¿Y de qué lado se iban a poner “las autoridades”, si además había sido “una cosita de nada”? Ay no. Me dio hueva pero sobre todo miedo. ¡Miedo! Y le dije: “No va a llegar ninguna patrulla. Sabes perfectamente lo que hiciste, pero tú ganas, vete a la verga”.
Porque claro: si puedes bajarle los calzones a una chava, masturbarte frente a una mamá y su hija o grabar por debajo de la falda de una mujer, ¿qué te va a detener de que le digas “Mamiiii” a una pinche fresita de la Roma? Güey, nada. NADA. La seguridad y el descaro que manejaba este cabrón dejaba clarísimo que ya había pasado por esto antes, quizá varias veces y/o con agresiones realmente graves, y que sabía el final de la historia: él como si nada se iba a su casita mientras la mujer ofendida terminaba peor de derrotada y humillada, o en una de esas hasta con multa.
***
¿Qué podemos hacer para que esto cambie? En serio. No tengo la menor idea. ¿Una marcha? ¿Una iniciativa de ley? ¿Un change.org? ¿Unas pintas? ¿Un performance? ¿Un documental? ¿Unas estampitas? ¿Un power point?
Ni siquiera sé con qué “instancia” se debe quejar uno: ¿Con la policía? ¿Con la delegación? ¿Con Mancera? ¿Con el Papa? ¿Con el jefe de manzana? (¿Todavía existen los “jefes de manzana”?).
Ya, que reinicien a México y lo pongan en modo a prueba de fallos, en serio.