Hoy en la mañana, mientras miraba hipnotizada la ventanita del microondas esperando a mi que avena con leche de almendras se cocinara —tengo el colesterol alto y todo mundo me ha dicho que debo desayunar ese mejunje para contrarrestarlo: ¿así o más crisis de los 30?—, tuve un flashback a la temporada navideña de 1995. Llegó a mi mente una escena específica que me horrorizó, en la que no había pensado en años. Décadas. Milenios.

Estaba en primero de secundaria y obtuve un papel en la pastorela escolar. Siempre había soñado con actuar, sentía que lo hacía bien, y aquello podría ser el inicio de una carrera hacia el estrellato (o sea: hacia el teatro independiente, la gente gritona y las latas de atún). Por desgracia (o fortuna), mi paso por el escenario fue espantoso y ya nunca más lo volví a hacer. La crónica la pueden leer .

Lo que tenía borrado era la pastorela en sí, y hoy la recordé de golpe mientras veía mi desayuno dar vueltas. Se trataba de que el diablo y el ángel tienen cada uno a su hijo, pero descubren que habían sido cambiados al nacer. Enredos, chistes bobos, mensaje familiar. Equis. Sin embargo, había una subtrama: una pareja de pastores, Gila y Bato, tenían una matrimonio horrible porque ella (interpretada por mí) era una mujer que trataba "muy mal" a su marido. Por ejemplo, era “mandona” y lo ponía a cargar cachivaches (la versión pastorelizada de cargar el garrafón). Cosas así, de perra-maldita-cómo-se-atreve, porque pobrecito él, tan bueno, tan abnegado. Bueno, pues la última escena del primer acto consistía en que él “se hartaba” y la golpeaba a ella: no metafóricamente, no con el látigo de su desprecio, no con guante blanco, sino a puñetazos y patadas.

(Obviamente no era deadevis, estaba truqueado, pero era la idea, pues.)

Así. ASÍ. No conformes con la normalización de la violencia contra las mujeres que crecimos viendo en Televisa, en la escuela montaban una escena de violencia de género, en tono de “comedia”, frente a una audiencia conformada de niños de entre 12 y 15 años.

Y espérense.

En el segundo acto, a pesar de que después de la madriza la pareja se separaba, ella aprendía la lección y regresaba con él, porque pues ella había actuado mal por andarle gritando y mandoneando a él y además era navidad y había que adorar al Niño Jesús aunque estuviéramos en escuela pública y en clase de civismo nos dijeron que el Artículo 3 pero ay ya FUCK BENITO JUÁREZ. Cantábamos “Los pastores a Belén” tomados de la mano. Fin.

No puedo creer que nadie haya dicho NADA, que a todos les (nos) haya parecido tan normal: a les maestres, a las mamás y papás, a les alumnes, a las autoridades de la SEP.

Jijijí, jojojó. ¡Todo bien! ¡Todo normal!

Cabe señalar que en la obra, además de Gila, sólo había otro personaje femenino: su mamá, que era el estereotipo total de “la suegra culera”. oOooOOOoOooOOobveeeamente el libreto incluía varios chistes acerca de su sobrepeso (que en realidad eran almohadas, porque la adulta encargada del “club de teatro” no hubiera reclutado JAMÁS a alguien gordo).

Muy bien, Secundaria Anexa, excelente. Estaban bien chidos sus valores, ¿siguen promoviéndolos en 2015-casi-2016? Favor de confirmar.

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¿Qué pedo con que las escuelas públicas celebren la navidad? O sea, igual sí que pongan arbolito y hagan intercambio de regalos, va, pero de eso a que hablen de la llegada de Jesús y la adoración a Jesús y Jesús Jesús Jesús Jesús JESÚS JESÚS JESÚS RARRARRÁ durante mes y cacho pues está feo. Dejen ustedes feo: pues sí es como que anticonstitucional, ¿no?

NO HAY PEDO PORQUE HAY PONCHE Y ROMERITOS Y SIDRA SANTOCLÓS VAMOS A CHUPAR.

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Quejas anteriores de mi secundaria, la ESANS, también conocida como “La Anexa”, y .

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Con todo y todo, quiero ir al festival navideño de la ESANS, ¿quién me lleva?

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CAMBIANDO DE TEMA:

Fui a la función de prensa de The Night Before y es mi nueva película navideña favorita. Seguramente ya les contará más, pero yo les adelanto que tiene todo lo que las pastorelas de la ESANS no: sentido del humor, a Seth Rogen (<3), diversidad religiosa y cultural (y hasta racial, pero poquito), a Miley Cyrus, un chingo de drogas. Nada más se parecen en que no cumplen el , pero ya ni modo. También me gusta que es una película muy de crisis de los 30. Si les gustó Pineapple Express, vayan a verla. Si no, pues no.

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