Algo tienen en común los siguientes mensajes de texto:

- Me encantas. ¿Cómo le hacemos?

- ¿Nos mandamos fotos?

- Tengo ganas de sextear.

- ¿Te mando una foto de cómo estoy por ti?

- Mándame una foto, bebé, ahorita, si puedes, por fa. Y te mando un video, ¿sale?

- Espero no me haya pasado de lanza con lo que te envié.

- Me puse a ver tus fotos. Me tuve que masturbar.

- When was the last time you had a squirt?

- ¿Cuándo me vas a dejar devorarte?

- Estoy un poco intenso, ¿quieres ver?

- Lo que pasa es que sí quiero darte súper duro.

- Te quiero hacer cosas sucias.

- ¿Se te antojan unas nalgaditas?

- Me urge contigo.

- Me matas.

Y los que ustedes gusten compartir.

Además de lo que sugieren, confiesan o proponen, en todos los casos fueron seguidos o antecedidos por uno o más emoticones de los “monos sabios”, wise monkeys, que, supongo, todos hemos visto: el monito que se cubre las orejas, el que se cubre la boca y el que se cubre los ojos: este último es el que más suele acompañar mensajes como los que acabo de citar.

Se supone que estas caricaturas están inspiradas en una leyenda china, posteriormente adoptada en Japón, donde a los monos sabios se les otorgaron los siguientes nombres: Kikazaru (mono sordo), Iwazaru (mono mudo) y Mizaru (mono ciego). Las versiones difieren entre sí: algunas los describen como tres mensajeros, encargados de observar a los seres humanos y negarse a escuchar, ver o decir maldades; otras simplemente describen a estos animales como ejemplos de bajeza y degradación.

A la hora de textear, yo más bien los leo como una suerte de arrojar la piedra y esconder la mano.

O un equivalente de:

“Me da mucha pena lo que te voy a pedir, pero de todas formas te lo voy a pedir. . .”

“Me dio mucha pena haberte dicho lo que te dije, pero, ni modo, ya lo dije.”

“Me da mucha pena, pero te toca.”

“Tengo mis mañas.”

“Soy tremendo, ya séeeee.”

“Soy un guarro, ¿me perdonas?”

“No soy yo, es mi instinto animal.”

“Woops, lo hice otra vez.”

“Ji ji ji ji...”

Aquí también se aceptan sugerencias para completar la lista.

Sin ganas de criticar ni censurar a nadie, sólo es algo que, por tan repetido, me llamó la atención; sentí curiosidad por saber de dónde vendría y si a alguien más le había ocurrido o lo había notado. El código que encierran los monitos debe ser tal que incluso uno de los memes de Boromir, de El Señor de los Anillos, lo advierte:

“Uno simplemente no le envía emojis de monos a cualquiera.”

No sé ustedes, pero yo no me siento nada privilegiada al recibirlos.

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