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En semanas recientes hemos visto un despliegue de fuerzas conservadoras que se oponen al matrimonio entre personas del mismo sexo en el país, así como a la posibilidad de que estas parejas adopten. Me gustaría abordar cuatro errores básicos que comete el FNF.
1. La homosexualidad no es una enfermedad
Estas fuerzas conservadoras parten de un error: creer que la homosexualidad es una enfermedad. No lo es. Tanto la Asociación Americana de Psiquiatría, como la Organización Mundial de la Salud y la Asociación Americana de Psicología llevan décadas sosteniéndolo: la homosexualidad no es una enfermedad. Hasta la UNAM lo confirmó cuando la Suprema Corte resolvió el primer –sí, porque hay más de 15– caso sobre matrimonio y adopción.
Estas fuerzas conservadoras quieren hacer creer que estas organizaciones de prestigio internacional están “capturadas” por “la ideología de género” y la “dictadura gay”. Pero en esto también se equivocan: La OMS y todas estas instituciones se han guiado por los estándares científicos más altos –y no por meras “presiones políticas”– y la conclusión ha sido rotunda: lo que no existe es evidencia para comprobar que la homosexualidad sea una enfermedad, una desviación, o un “problema”.
2. El matrimonio no es para la reproducción
Cuando no están argumentando que la homosexualidad es, per se, una enfermedad, afirman que las personas LGBT no deben, de cualquier forma, tener acceso al matrimonio. ¿Por qué? Porque las parejas del mismo sexo no se pueden reproducir entre sí. Evocan a Adán y Eva y hablan de tuercas y tornillos para hacernos creer que es una mera cuestión de “idoneidad”: solo un hombre y un mujer “embonan”, por lo que solo una pareja así se puede reproducir, por lo que solo una pareja así se debe poder casar.
Lo que pasan por alto es que el matrimonio no tiene por qué estar atado a la reproducción. Y, más aún: que no debe estar atado a la reproducción. El matrimonio es una creación humana y nosotros decidimos cómo conformarlo. Y hoy en día el matrimonio es una institución que fomenta y consolida el apoyo que se dan las personas. Lo que importa es si tienes la capacidad de apoyar a otras personas. De estar ahí. De amar. Y esa capacidad no depende de la orientación sexual.
Sobre este punto la SCJN también ha sido clara: el matrimonio no puede ser definido por la reproducción, porque eso sería tanto como condicionar tus derechos a que te tengas que reproducir. Y la reproducción es una elección. Y esto aplica tanto las parejas del mismo sexo, como para las del sexo opuesto. Tu matrimonio no está condicionado a que puedas o quieras tener hijos.
El matrimonio no puede ser definido por la reproducción, porque eso sería tanto como condicionar tus derechos a que te tengas que reproducir. Y la reproducción es una elección. Y esto aplica tanto las parejas del mismo sexo, como para las del sexo opuesto. Tu matrimonio no está condicionado a que puedas o quieras tener hijos.
Claro: luego viene el pánico social. Nunca falta quien sostenga que este es el camino a la extinción de la especie (o, como dijeron hace poco: a despoblar el país). Pero en esto también se equivocan: que el matrimonio no esté atado a la reproducción, no significa que la gente va a dejar de reproducirse. La gente no tiene que estar casada para tener hijos. Pero más allá de eso, lo clave es lo siguiente: si es tan importante fomentar la reproducción, hay otras formas de hacerlo que no pasan por el matrimonio; formas que no violan derechos humanos. (¿Quieren que la gente tenga hijos? ¿Por qué no ofrecen apoyos para la crianza? ¿Por qué no hacen que este sistema económico y laboral sea favorable para las familias? ¿Por qué no combaten las desigualdades económicas?)
3. La orientación sexual no está relacionada con la calidad parental
Pero claro: la cosa no acaba ahí. Si conceden el punto de matrimonio, luego alegan: “va, que se casen, que hagan de su vida un papalote. Pero, ¿qué de los niños? ¡Piensen en los niños!” Cuando no argumentan que las personas LGBT son, per se, enfermas, como quiera sostienen que, de adoptar, le generarían un daño a los niños y niñas. Pero esto también es falso. Vayamos por partes.
Primero: dicen que “los homosexuales” van a “convertir” a los niños. ¡Se harán gay! Y no. La orientación sexual de los padres no tiene el impacto que se imaginan que tiene en los hijos. Puedes tener padres heterosexuales, casados por la Iglesia y ser gay (como yo). Puedes ser heterosexual y tener mamás lesbianas. No hay una correlación. Hecho que también ha sido confirmado por diversos estudios.
Segundo: si no afirman que los “homosexuales” van a convertir a los niños, como quiera sostienen que les harán un daño, porque afectarán su “sano desarrollo”. Y aquí, también, están mal. La calidad parental, el que seas buena madre o buen padre, no está relacionado con tu orientación sexual. Está relacionado con tu calidad humana: con tu capacidad de contener, de apoyar, de dar amor, de hacer un hogar.
Esto ya lo confirmó la Corte Interamericana de Derechos Humanos, en el caso de Karen Atala, una jueza chilena, a la que le negaron la guardia y custodia de sus hijas por ser lesbiana. Cuando el caso llegó a la Corte Interamericana, esta fue enfática:
“La determinación del interés superior del niño se debe hacer a partir de la evaluación de los comportamientos parentales específicos y su impacto negativo en el bienestar y desarrollo del niño según el caso, los daños o riesgos reales y probados, y no especulativos o imaginarios. Por tanto, no pueden ser admisibles las especulaciones, presunciones, estereotipos o consideraciones generalizadas sobre características personales de los padres o preferencias culturales respecto a ciertos conceptos tradicionales de la familia. [...] El interés superior del niño no puede ser utilizado para amparar la discriminación en contra de la madre o el padre por la orientación sexual de cualquiera de ellos.”
Y lo que dice la Corte Interamericana tiene sentido. Digo, piénsenlo: ¿de cuándo acá que la heterosexualidad es garantía de algo? En una familia “tradicional”, el papá bien puede ser un golpeador, que violenta sexualmente a sus hijas, que no cumple con el gasto, que no proporciona el más mínimo afecto... Las madres heterosexuales, por supuesto, tampoco están exentas de estas “fallas”. Porque, de nuevo: la calidad parental no tiene que ver con la orientación sexual.
Y sobre esto también hay estudios. Y los estudios confirman que a los niños y niñas criadas en hogares homoparentales tienen las mismas posibilidades de crecer y desarrollarse plenamente, como la tienen en los hogares heterosexuales.
Se afirma que a quienes estamos a favor de la adopción por parejas del mismo sexo no nos importan los niños. Por supuesto que nos importan los niños y niñas. Por eso, precisamente, queremos ampliar el universo de familias que pueden adoptarlos. La diferencia estriba en que los grupos anti-derechos ven un daño donde no lo hay.
No hay daño.
Esto ya lo confirmó la UNAM
Esto ya lo confirmó la SCJN.
Esto ya lo confirmó la Corte Constitucional Colombiana.
La Suprema Corte gringa.
La Corte Interamericana.
Vaya: Esto también lo confirmó el mismo Tribunal Europeo de Derechos Humanos, al que tanto les gusta citar. En el caso E.B. vs. France, del 2008, fue clara: no se le puede excluir a las personas del proceso de adopción simplemente por su orientación sexual. Eso es discriminatorio. (A pesar de lo que afirman, el TEDH se ha pronunciado en múltiples ocasiones en contra de la discriminación por orientación sexual.)
4. La discriminación se combate, no se solapa
Y luego, cuando ya no les queda de otra, argumentan que qué de la discriminación social que pueden vivir estos niños y niñas. ¿Ellos qué culpa tienen de que el mundo es cruel?
Vamos a suponer que esto es cierto: que los niños y niñas van a enfrentar bullying en la escuela. ¿Saben cómo se resuelve eso? Combatiendo la discriminación; no negándoles a las familias el derecho que tienen a estar juntas. Hacer lo segundo implica solapar la discriminación cuando el mandato es clarísimo. Hasta la misma Convención sobre los Derechos del Niño lo garantiza: “Los Estados Partes tomarán todas las medidas apropiadas para garantizar que el niño se vea protegido contra toda forma de discriminación o castigo por causa de la condición, las actividades, las opiniones expresadas o las creencias de sus padres, o sus tutores o de sus familiares.”
Todos queremos lo mismo: lo mejor para los niños y niñas. La cosa es que lo mejor para los niños y niñas es garantizarles una familia amorosa y una vida libre de discriminación. Así que, si tanto les importan los niños y niñas, la solución es fácil: ¡dejen de discriminar!