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Se ha vuelto a desatar una conversación sobre el racismo de los Óscares, después de que se anunciaron las nominaciones a los premios y no figuró en ellas ninguna «persona de color». Las protestas llegaron rápido. Spike Lee, que apenas en noviembre recibió un Óscar honorario por su trabajo de vida, anunció que no iría a los premios de este año; Jada Pinkett Smith, en un video lanzado en sus redes sociales, anunció lo mismo; Chris Rock —que va a ser el anfitrión de este año—, se limitó a burlarse en Twitter de los premios, llamándolos los premios blancos del entretenimiento negro («The White BET awards»). Son muchas las celebridades que se han pronunciado al respecto desde entonces, unas de manera más desafortunada que otras. De todos los comentarios que he leído al respecto, hay uno que no deja de llamar mi atención y que he visto repetido en muchos escenarios. Entre las celebridades, Michael Caine lo expresó mejor: «No puedes decir: ‘Voy a votar por él, no es muy bueno, pero es negro, [así] que voy a votar por él.’ Tienes que dar una buena actuación.» Entre los críticos del New York Times que se reunieron a discutir sobre el asunto, uno de ellos dijo: «Pero tampoco creo que ningún votante quiere que le digan que tiene que votar a favor de una película predominantemente negra o ¡racismo!»
Es un argumento que he leído en discusiones sobre raza o sobre género; en el arte, en la política, en lo empresarial y en lo literario. Siempre que hay una acusación de que un espacio dado es racista o sexista, no falta quien afirme: ¡ahora quieren que voten por ellos / los contraten / los promuevan / los publiquen / los lean solo por ser negros / solo por ser mujeres! ¡Qué barbaridad! ¡Lo que quieren son unos Óscares negros!
Nunca deja de sorprenderme de dónde diablos derivan que eso es lo que se busca. ¿Quién dice que lo que está detrás de la denuncia de los Óscares es el deseo de que se vote a favor de un actor solo por su raza (como Michael Caine parece creer)? ¿Quién dice que siempre que un miembro de la academia no vote por una película «predominantemente negra» es una decisión racista (como el crítico del NYT parece creer)?
Pero ya me imagino las réplicas: ¿¡qué son las cuotas de género/raciales sino un mecanismo que asegura que una persona entre a un espacio dado solo por su género o raza?! Ahí está la prueba máxima de que el mundo al que llevarían quienes supuestamente combaten el sexismo y el racismo es un mundo en el que se hace exactamente lo mismo de lo que se quejan: juzgar a las personas a partir de su raza o género (o cualquier otro análogo). ¡Es lo mismo pero al revés! ¡Racismo blanco! ¡Sexismo inverso!
Mi manera de entender las denuncias de racismo o sexismo es distinta. Quienes denuncian lo blanco de los Óscares no están diciendo que ahora se tienen que elegir a personas afroamericanas solo por su raza. El punto no es que la raza debe figurar en el proceso de decisión y de forma que favorezca a los afroamericanos (o asiáticos o latinos o…). El punto es denunciar que la raza ya es un factor en el proceso de decisión, porque, de lo contrario, no veríamos unos Óscares «tan blancos». Si la academia —o Hollywood— no fuera racista, lo que veríamos sería algo distinto. El punto es denunciar que la igualdad y la meritocracia no existen, como tanta gente quiere creer. Si los méritos bastaran, si la igualdad aplicara, las películas producidas y el trabajo reconocido serían otros.
Es distinto decir: «no se me reconoce por ser negro (o mujer o latino…)» a «se me debe de reconocer solo por ser negro (o mujer o latino…)». El punto es denunciar lo primero; no impulsar lo segundo. Lo que está detrás del #OscarsSoWhite es que el trabajo de muchas personas queda marginado por el racismo al grado tal en el que acaban por no figurar en los Óscares, que, nos guste o no, siguen siendo un parámetro importante para juzgar qué es «reconocido» o no en la industria.
Ahora: un punto importante es que la denuncia del racismo no sostiene, tampoco, que todo es producto de unos racistas malévolos que van por la vida actuando como si fueran miembros del Ku Klux Klan. No es que los miembros de la academia, a la hora de emitir su voto, descalifiquen a los actores o actrices «por ser negros» (o alguna otra razón así). No se trata necesariamente de un racismo intencional, perpetrado por personas abiertamente racistas. Se trata de un racismo sistémico.
Un ejemplo muy sencillo, pero que no deja de parecerme ilustrador: cuando Viola Davis ganó el Emmy por su trabajo en How to Get Away with Murder afirmó que «No puedes ganar un Emmy por papeles que simplemente no están ahí». Si existen muy pocos papeles para personas de color y, además, estos papeles tienden a ser similares (los famosos «tropos» del «viejo sabio» o «la Mammy» o «la argüendera» o…), los actores y actrices tendrán muchas menos oportunidades de desplegar sus talentos. Y esta «falta de roles» no necesariamente se debe a que los guionistas busquen excluirlos de las historias; o a que los productores se rehúsen a contratarlos porque los consideran indignos de la pantalla. Es perfectamente posible que queden excluidos de las historias porque simplemente se considera que la realidad de los personajes es así: blanca. O que ni se piense y simplemente así se escriba. O es perfectamente posible que no se produzcan historias con más personas de color porque se cree que no tendrá el mismo éxito en la taquilla. «El público es el racista, no yo; y yo solo quiero vender», pueden argumentar. («El público clama mujeres desnudas, no yo; y yo solo quiero vender.» «El público no compraría un juguete ‘de niña’, no yo; y yo solo quiero vender.» «El público no leería un libro escrito por una mujer, no yo; y yo solo quiero vender…»)
También es posible que se juzgue diferente el trabajo de blancos y negros, pero no necesariamente de manera consciente y obvia. Leí un estudio en el que se puso a un grupo de universitarios blancos a evaluar currículums de blancos y negros. Cuando un candidato era evidentemente mejor o peor calificado, se elegía a quien fuera el mejor, con independencia de su raza. Si el negro era evidentemente mejor calificado, él era el ganador. Las cosas cambiaban, sin embargo, cuando los currículums no eran tan dispares. Cuando ambos candidatos tenían fortalezas y debilidades, si bien no siempre tan comparables. Era aquí en donde se preferían sistemáticamente a los blancos sobre los negros. Y las decisiones siempre se «justificaban» apelando a criterios supuestamente «objetivos». La gente creía que estaba siendo meritocrática y justa.* Me encantaría ver este estudio replicado en la Academia (que está compuesta mayoritariamente por hombres (76%) blancos (93%), aunque se supone que ya se van a tomar acciones para cambiar esta composición).
Hay mucho qué entender sobre cómo funciona el racismo (y el sexismo) en ciertos espacios, industrias o profesiones. Los ejemplos que he dado son solo eso: ejemplos de cómo podría estar operando el racismo aún hoy. El punto, de nuevo, no es decir que la solución a todo esto es garantizar cuotas; sino admitir, por lo menos, que esa meritocracia a la que tanto se alude no existe aún. Que la raza (o el género o…) es aún relevante en quién tiene acceso a qué; en quién es reconocido cómo; en quién goza de derechos y quién no. ¿No nos gusta este hecho? Qué bueno. Gastemos el tiempo, entonces, en remediarlo.
* Saturday Night Live, por cierto, se burló precisamente de esto: de cómo se evalúa de manera tan diferente el trabajo de los actores blancos en comparación a los negros. Uno de los puntos que indignó a tantos este año es que de las pocas películas que se centraban en historias de personas afroamericanas que fueron reconocidas, los nominados eran los blancos. En Creed, fue Sylvestre Stallone. En Straight Outta Compton, fueron los guionistas. SNL se burla de ello de manera majestuosa: