En algún momento de brillantez absoluta, al legendario Stan Lee (creador de Spider-Man, Los Cuatro Fantásticos, Hulk, y un largo etcétera) se le ocurrió proponer la idea de que todos sus personajes de historietas habitaran en el mismo sitio. Es decir, si Spider-Man operaba en Nueva York, en algún momento se toparía con los Avengers, o los Cuatro Fantásticos e incluso tendrían aventuras en conjunto. La idea del “universo” fue absolutamente revolucionaria (DC Cómics la adoptaría poco tiempo después), dando pie a la creación de historias mucho más complejas y con múltiples personajes.
Así como sucedió en los cómics, Marvel también fue el primero en aplicar ese concepto para su ahora llamado “universo cinematográfico”. El plan durante todos estos años ha sido, en primera instancia, presentar de manera individual a sus personajes para luego juntarlos en cintas como Avengers, Civil War y próximamente Infinity War. Las películas dejan de ser entes independientes y se vuelven capítulos en una interminable cadena de producción. En resumen, Marvel encontró la forma de producir películas cual si fueran chorizos.
El experimento ha sido tan exitoso a nivel de recaudación (vender chorizos cinematográficos al parecer es un asunto sumamente redituable) que ahora los otros estudios quieren aplicar la misma fórmula: crear sus propios universos que les garanticen un número determinado de películas. Negocio redondo.
No obstante, los dos primeros intentos de emular a Marvel han sido un estrepitoso fracaso. Primero tenemos a Warner Brothers y Guy Ritchie con su King Arthur, primera en una serie de seis cintas sobre el legendario personaje pero cuya primera entrega no recuperó ni la mitad de la inversión. Un fracaso que hace risibles los planes a futuro de este “Universo” de la Mesa Redonda.
Y ahora viene Universal, que estrena su nuevo Dark Universe con The Mummy, la primera en una serie de cintas que intenta renovar y retomar sus años de gloria cuando la Universal era conocida mundialmente como “La Casa de los Monstruos” con películas legendarias como Drácula (1931), Frankenstein (1931), El Hombre Invisible (1933), El Hombre Lobo (1944), entre otras.
Así, sacudiendo la naftalina de aquellos monstruos de antaño, llega The Mummy, protagonizada con un Tom Cruise que, como en todas sus películas, sigue corriendo aunque esta vez lo haga -ya sin descaro- tras la chuleta.
En esta nueva cinta, Tom Cruise es una especie de aventurero a lo Indiana Jones que en plena invasión a Irak se dedica a robar joyas arqueológicas. Por accidente encuentra el sarcófago de una antigua princesa egipcia (Sofía Boutella) que había hecho pacto con Seth, el Dios de la muerte, para luego ser momificada viva.
El sarcófago es transportado en un avión hacia Londres pero luego de un misterioso accidente, la nave se estrella, salvándose algunos de sus tripulantes mientras que otros sobreviven en una extraña circunstancia que hace suponer los poderes místicos de la susodicha momia.
La cinta se ve obligada a cumplir con varios frentes y prácticamente en todos falla. Es una historia de origen, es una historia de aventuras, debería ser una historia de horror, debe contar la historia de la momia pero también dibujar la estructura sobre la cual vendrán toda una serie de futuros filmes sobre monstruos.
El caos argumental se entiende por dos factores: el guión está escrito a ¡doce manos! y el director a cargo es Alex Kurtzman, siendo este apenas su segundo largometraje pero cuyas credenciales como guionista, si bien más amplias, son aún menos prometedoras. ¿Qué esperaban que sucediera si contrataron al guionista de Transformers, Amazing Spider-Man II y La Leyenda del Zorro?
El resultado es una trama la más de las veces incoherente, disparatada, perdida en el sinsentido, filmada en su mayoría con imágenes oscuras, un CGI bastante genérico en una película pantanosa que mientras más cosas intenta más se hunde.
Es ahí donde aparece el Dr. Henry Jekyll, un muy trajeado y propio Russell Crowe en otro depuradísimo ejercicio de sobreactuación y cuyo papel es el enlace con las futuras cintas dentro del plan.
Este Dark Universe se parece más bien a un descarado remake a League of Extraordinary Gentlemen, la sensacional novela gráfica de Alan Moore que sufrió de una pésima adaptación a cine en 2003 y que ahora pareciera retomarse usando monstruos clásicos.
El primer paso en este plan expansionista de la Universal es el equivalente a levantarse con el pie izquierdo. Luego de ver The Mummy no quedan ganas de ver nada que venga amarrado a la cola de esta cinta, al contrario, uno prefiere volver al pasado y revisar todas esas películas a las cuales esta le roba ideas: desde la saga de Indiana Jones pasando por An American Werewolf in London (Landis, 1981) o incluso las tres protagonizadas por Brendan Fraser, que no serán excelentes pero al menos son divertidas.
Lo mejor que puede suceder con The Mummy es que las distribuidoras entiendan que hacer universos, que hacer chorizos, es una mala idea. Aún hay quienes valoramos la hermosa simpleza de una película que se contiene a sí misma, cuyo universo cabe en una historia de hora y media, sin secuelas ni precuelas.
¿Y Tom Cruise? Con The Mummy Tom Cruise alcanza una especie de nirvana. Y es que ha de ser liberador despertarse sabiendo que no importa lo que hagas, todo será siempre mejor que esta película. La pregunta ¿cuál es la peor película de Tom Cruise? finalmente tiene respuesta absoluta y contundente. Es The Mummy.