Con todo y sus fallas que al parecer son irremediables (gente con boleto pagado que le toca piso, salas reportadas como agotadas pero que en realidad tienen medio aforo disponible, cambios de horario, boletaje agotado días antes de que inicie el festival), la edición 2016 del Festival Internacional de Cine de Morelia cumplió en lo que importa: se mostró una ventana hacia el futuro, con grandes cintas que en su mayoría se podrán ver de manera comercial hasta el año que entra, y algunas otras que hubiéramos querido evitar.
Aquí nuestro recuento con lo mejor, lo peor, las sorpresas y demás cintas vistas en el FICM 2016.
Las mejores
La La Land, de Damien Chazelle
¿Cuál es el costo de seguir tus sueños? En La La Land, apenas tercer largometraje del treintañero Damien Chazelle, el cineasta da un salto cuántico en sus obsesiones cinéfilo-musicales. Si en Whiplash, su anterior película, mostraba el costo de una obsesión (volverse el mejor baterista de Jazz), aquí lleva la reflexión sobre el arte como fin ulterior a niveles de paroxismo.
En la forma, la película es un musical que abreva principalmente de cintas como Les parapluies de Cherbourg (Demy, 1964) y Singing in the Rain (Donen, 1952) pero al final eso es lo de menos: la fuerza optimista propia del género, que va in crescendo a cada número musical estupendamente montado lo mismo mediante un plano secuencia o una cámara anfibia (extraordinaria cinefotógrafo Linus Sandgren), va ir acompañado, poco a poco, de un flujo melancólico, casi ominoso, que terminará por tomar tomar por asalto la cinta hasta llegar a un final devastador, congruente, casi cruel, que terminará por acribillar a la audiencia.
Lo más sorprendente es ver cómo Chazelle hizo la tarea: es reconocible por todo La La Land referencias que van desde Woody Allen, Michel Gondry, Paul Thomas Anderson, Charlie Kaufman, y seguro muchas más que se escapan en una sola vista.
No tengan duda, La La Land es la mejor cinta del año (aunque en México estrena en enero de 2017) y es la contendiente a vencer en la próxima entrega del Oscar.
RAW, de Julia Ducornau
RAW sin duda es la ópera prima más sorprendente que hemos visto en mucho tiempo. Inserta en el subgénero del llamado body horror -claramente influenciada por David Cronenberg- no podemos decir que la cinta es tremendamente original, la premisa (una chica adolescente, vegetariana, es obligada a comer carne como novatada en su primer año de veterinaria, lo cual termina por desatar un comportamiento inusual en ella) la hemos visto ya antes en Ginger Snaps (Fawcett, 2000), Teeth (Lichtenstein, 2007) o en menor medida en Jennifer’s Body (Kusama, 2009).
Aquí el show no es la sanguinolenta historia, que incluye no pocas escenas donde uno querrá voltear y no seguir viendo lo que sucede en pantalla (tampoco al grado del vómito o el desmayo, como asegura cierta campaña de promoción que la película no necesita). Aquí el show es ver como la directora, Julia Ducornau (francesa de apenas 33 años) resuelve con brío, pericia, incluso elegancia, pero sobre todo un fuerte sentido de la imagen, un toque especial en la creación de atmósferas, todas las situaciones que el guión le va planteando.
En manos de cualquier otra persona esta película resultaría ridícula, pero Ducornau, junto con su protagónica, la extraordinaria Garance Marillier, inyectan una fuerza inusual para una ópera prima. Si así es el inicio, ¿qué podemos esperar en un futuro de una cineasta de tal fuerza como Ducournau?
El documental
Batallas Íntimas, de Lucía Gajá
El inicio de Batallas Íntimas, el tercer largometraje documental de la directora Lucía Gajá, vemos una especie de collage con imágenes de varias bodas: ellas con cara de ilusión en sendos vestidos blancos, ellos elegantes y con sonrisa plena, alrededor de ellos los amigos, las cámaras, la recepción. Es el inicio de una vida llena de ilusiones.
Acto seguido, en una elipsis cruel pero efectiva, vemos -años después- a alguna de esas mujeres en vestido blanco, denunciando ante el MP a su marido por maltrato físico, golpes, insultos. El sueño termina con la realidad atroz de la violencia intrafamiliar.
La directora podría haber encontrado cientos de casos en México, pero como para probar que la violencia hacia las mujeres no es un asunto exclusivo de nuestro país, la cineasta nos muestra casos en Nueva York, India, España y más, donde las historias se repiten: una boda llena de ilusión, que poco a poco se va resquebrajando a base de celos, golpes, violencia.
Una denuncia por demás pertinente mostrada mediante una mezcla de historias que parecen inverosímiles. La mujer, como decía Lennon, sigue siendo el negro del mundo.
La sorpresa
El Vigilante, de Diego Ros
Otra ópera prima hecha con absoluta solvencia, un manejo impecable de los espacios y unas actuaciones extraordinarias. La trama, que debe mucho a Hitchcock y la dimensión desconocida, va de un vigilante en una construcción que está esperando a su compañero para el cambio de turno, al tiempo que su esposa se la pasa marcándole al celular para preguntarle por qué tarda tanto. El compañero finalmente llega, pero cuando éste vigilante cree que ya podrá irse, pasa algo que le impide retirarse, y así ad infinitum en una trama que construye eficazmente un ambiente de tensión y suspenso por demás logrado.
Manchester By the Sea, de Kenneth Lonergan
Por si quedaba duda, aquí está de nuevo Cassey Affleck demostrando que es mucho mejor actor que su hermano Ben. Si no lo creen, esperen a que esté nominado el año que entra (una vez más) en la categoría de mejor actor, esta vez por Manchester by The Sea.
Estamos frente a un drama sobrio pero que no se deja atrapar por la solemnidad, de hecho la cinta presume de varios momentos de humor, protagonizados casi todos por Patrick (Lucas Hedges) un adolescente cuyo padre ha fallecido por lo que queda a cargo de su tío Lee (Affleck), un humilde conserje en un edificio de departamentos.
La sobria dirección de Lonergan (otrora guionista de Analize Me y Gangs from New York) hace de este un relato irremediablemente triste y melancólico pero que se deja ver por lo sólido de sus actuaciones y la fuerte determinación de no tirarse al drama. Esperen una nominación a mejor película en los Oscars.
La que le peleará el Oscar a La La Land
Sully, de Clint Eastwood
Más allá de recrear con exactitud las circunstancias por la cuales el capitán Chesley 'Sully' Sullenberger decidió en pleno vuelo a la deriva (ambos motores haciendo humo a causa de una parvada que se le cruzó en el camino) aterrizar en el río Hudson de Nueva York, lo que le interesa a Eastwood es, por un lado, hacer homenaje a Sully a quien claramente considera como todo un héroe, y por otro lado hacer homenaje a Nueva York, que luego de ser golpeada por los eventos del 9/11, parecía que la pesadilla se repetía, a no ser por la pericia del capitán quien logró con su hazaña no sólo salvar la vida de todos y cada uno de los pasajeros de aquel avión, sino además el rescate de las víctimas duró no más de 25 minutos.
Se trata de una cinta procedural que trata de los eventos ocurridos luego del accidente, cuando las autoridades aeronáuticas iniciaron un proceso de investigación poniendo en duda el buen juicio del capitán Sully argumentando que en las simulaciones, la computadora siempre puede regresar al aeropuerto, con el avión intacto.
La cinta por supuesto se beneficia de la magnífica actuación de Tom Hanks como el atribulado Sully. Esperen otra nominación más para el actor y otra para la cinta misma. El tamiz heroico-patriota de Sully, la pondrá como contendiente de peligro para La La Land en la entrega de los Oscars.
La mexicana
La región salvaje, de Amat Escalante
Un autor alcanza la madurez cuando es capaz de abandonar su estilo para tratar los mismos temas pero desde otra perspectiva. Amat elige justo el camino opuesto pero ello no lo hace menos osado: cambia de género cinematográfico pero sin abandonar su estilo tan particular.
Sorprendentemente, La Región Salvaje es en realidad una cinta de ciencia ficción ambientada en un paraje rural mexicano. Verónica (SImón Bucio) es una adolescente que acude religiosamente con una pareja de hippies ya ancianos que viven en una casita en medio de la nada. Con ellos vive también una especie de ente alienígena que da placer sexual a la persona que se acerque, todo mediante una serie de tentáculos que salen de un alien como los que diseñara Giger para la película del mismo nombre.
Lastimada en el último encuentro sexual con el pulpo alienígena, acude al hospital donde la atiende Fabián (Edén Villavicencio) quien resulta estar en un triángulo amoroso con su cuñado, Ángel (Jesús Meza) quien está casado con Ale (Ruth Ramos) la hermana del primero.
Contado así, la cosa parece ser lo más ridículo que puede haber; el gran mérito de Escalante es justo lograr que la historia no se le salga de las manos, que no caiga en el humor involuntario, y que además se vuelve auténticamente interesante, atrapando invariablemente la atención del público.
La decepción
La Fille Inconnue, de los hermanos Dardenne.
Viejos conocidos en el festival de Cannes, la expectativa por esta nueva cinta era alta. Lo cierto es que estamos ante un trabajo menor de los Dardenne y un tanto derivativo de su cinta anterior, Deux jours, une nuit (2014). La doctora Jenny Davin (solvente actuación de Adele Haenel) se torna en cuasi detective luego de enterarse de la muerte de una paciente que tocó a la puerta de su consultorio y que en su momento no le abriera la puerta, puesto que ya estaba fuera de horario de atención.
La culpa es demasiada por lo que esta doctora empezará a investigar por su cuenta, yendo de personaje en personaje, con una foto de la víctima, preguntando a todos si acaso no la conocen, en una secuencia que se parece demasiado a la mencionada Deux jours, une nuit. Claro, lo malo es que no todos los días puedes tener a Marion Cotillard como protagonista como para que incluso ella misma repita su propio papel. Ni modo.
Las peores
Un Cuento de Circo & a Love Song, de Demián Bichir
El ego mueve montañas, o a veces hace películas. Vuelto ahora director y guionista, Demián Bichir presenta en su muy cursi, mal filmada y peor actuada ópera prima, la historia de Refugio (el propio Demián) un publicista mexicano, exitoso, que ahora trabaja en Estados Unidos, pero que cuando joven (interpretado por su hermano menor, José Ángel Bichir) era un payaso de circo en algún pueblito mexicano.
Narrada a tres tiempos, de forma intercalada, con una edición torpe y cansada, nos enteramos que el joven payaso Bichir, se enamora en el circo de Eva Longoria (que doma caballos, o algo así) y que el viejo Bichir -publicista y arrastrando el inglés- se enamora de una teibolera que no es sino la esposa en la vida real del propio actor, la actriz Stefanie Sherk.
Así, Bichir se las ingenia para mostrar el perfecto cuerpo de su esposa, semi desnudo, bailando en el tubo, o en un privadito donde el actor (su personaje, pues) literal le ofrece (mexicano al fin) “sacarla de trabajar”.
Esta novela -que no da ni para guión de La Rosa de Guadalupe- no es más que un ejercicio de ego con los cuates: tres Bichir están involucrados, Aracelia Ramírez tiene un papel poco trascendente, Ludwika Paleta aparece con poquita ropa en un papel aún más intrascendente, Eva Longoria aparece en otro papel bastante prescindible y la justificación general de todo esto no es la historia ni el deseo de hacer arte, lo que esta película grita a los cuatro vientos es un sonoro “¡porque puedo!”. Bien por Bichir, mal por nuestros ojos.
Tenemos la Carne, de Emiliano Rocha Minter
Así como en México hay control de armas, urge que se implemente un control de cámaras que evite que cualquier mamarracho se ponga a filmar y luego lo presente como cine.
Eso es justo lo que sucede con la ópera prima de Emiliano Rocha Minter, un amasijo sin pies ni cabeza, profuso en escenas y filias sexuales cuya única justificación es el simple shock value que busca a cada segundo el pueril director de esta soberana y absoluta mierda.
Y no, no es que nos asuste el constante closeup a los genitales de los protagonistas, las escenas de incesto, el golden shower con fluidos vaginales, las micciones cual perrito de la “protagonista”, la fellatio en close-up (con un pene que se nota es de plástico), ni la eyaculación casi de frente a las cámaras. No, lo que nos asusta es que farsantes de este nivel puedan llegar a un festival como el de Morelia, hacerse pasar por cineastas y recetar al público esta serie de incoherencias cuyo único objetivo es provocar y hacerse los rudos.
Deberían de quitarle sus Oscares a Cuarón y a Iñárritu por andar apoyando este tipo de basura.
@elsalonrojo