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No hay forma sutil de decirlo. Suicide Squad, la película que supuestamente salvaría a DC Comics del marasmo en el que la necedad y estulticia de Zack Snyder los ha metido (vean, bajo su propio riesgo, Batman v Superman) es, simple y llanamente, un desastre.
Suicide Squad es la suma de todo lo malo que existe alrededor del cine de superhéroes, concretamente, que se trata de todo menos de narrar una historia, de construir personajes, de emocionar al público con escenas y momentos, con manejo de espacio, encuadres interesantes y destreza fílmica. Se trata de todo, menos de hacer cine.
Vamos, el descaro de Suicide Squad radica en que ya ni siquiera lo intenta, asume que la campaña de publicidad (que a la distancia parece un acto de genialidad absoluto porque fabricó una expectativa monumental alrededor de algo que simplemente no existía) es suficiente, que un puñado de trailers, mejor armados y editados que la película misma, con canciones llegadoras (de Queen) o pegajosas (Ballroom Blitz), eran suficientes. Asumen que declarar “esta es la buena”, alcanza.
Lo peor es que probablemente, en ese mundo frío de los números, tengan razón: es casi garantizado que Suicide Squad será un hit en las salas, que traerá carretas llenas de dinero para el estudio (Warner Bros.) y aunque probablemente se quede corto en unos cuantos miles de millones (tal y como sucedió con la expectativa económica que se había planteado para Batman v Superman: el inalcanzable billón) al final el cierre de caja sea positivo y entonces habrá otra película, peor de mala, peor de floja, peor de mal actuada y mal construida, ¿para qué quebrarse la cabeza si de todos modos ahísta’ la lana?
Suicide Squad empieza con una junta entre Amanda Waller (Viola Davis) y otro par de agentes del gobierno, luego hay otra escena de una junta con militares, y luego otra junta más. No suena excitante pero, ¿quién lo diría?, estas juntas son lo mejor de la película. La agente Waller tiene un plan: ahora que está muerto Superman (curioso que la película empiece con un spoiler, vayan a reclamarle al director) se hace necesario crear un grupo de élite que nos proteja de la siguiente amenaza por venir (ya sea una invasión alienígena, un supervillano, o el próximo gasolinazo), pero como Batman aún no junta a la Liga de la Justicia, ¿por qué no en el inter hacemos que un grupo de los peores supervillanos sean nuestra mejor defensa?.... total, ¿qué puede salir mal?
En esas estábamos cuando, de inmediato, el plan falla y para remediar el asunto… de todas formas mandan a los supervillanos a combatir la amenaza que surgió de sus propias filas.
La primera media hora es lo mejor del filme, Waller pacientemente nos presenta -mediante flashbacks- uno a uno a los personajes que integran este “Escuadrón Suicida”; ahí tenemos a Deadshot (Will Smith) un asesino a sueldo con corazón de pollo, ahí tenemos a Harley Quinn (Margot Robbie, la única razón por la que medio vale la pena pagar el boleto) la psicótica, sexy y enferma “novia” de el Joker (iba a poner “el Guasón” pero luego se me enojan los puristas) y un titipuchal más de personajes que, como el guión no se toma la molestia de siquiera construirlos, yo tampoco me tomaré la molestia de enumerarlos.
Todo lo anterior ocurre mientras de fondo se escuchan puros hits musicales a cargo de Rolling Stones, Creedence, Eminem, Queen, y muchos grupos más cuyos derechos de autor debieron costar la mitad del presupuesto, pero como no alcanzó para pagar a un guionista competente, pues ni modo, ahí les van estas rolitas para crear emociones de la manera más tramposa y artificial posible.
Total, los malos muy malos son enviados a otra ciudad que no es Ciudad Gótica donde el villano ya se descabechó (como al parecer es ley en este tipo de películas) unos cuantos edificios, puso a levitar algunos autos, y echó a andar el plan más popular entre los villanos: hacer un maldito hoyo en el suelo con un rayote que cae del cielo. Así sucede en Avengers, en Star Trek, en Man of Steel y al parecer así sucederá en todas las películas de superhéroes por venir.
En su camino hacia el encuentro final suceden algunas batallas, mal filmadas, mal iluminadas, sin mayor trascendencia, contra una especie de soldados sin rostro (así de perezosa es esta película) que no representan amenaza mayor. Explosiones van, explosiones vienen, muchos helicópteros se caen pero al final no hay mayor consecuencia, no hay ritmo, no hay coherencia narrativa y ya no pido siquiera manejo de espacios porque se que a estas alturas eso ya es pura vanidad.
Para ser esta una película protagonizada por la peor escoria de este universo DC, las cosas están demasiado controladas y calculadas: no hay ni gota de sangre, no hay sensación de peligro, ni siquiera hay una buena escena de acción, pero sobre todo ninguno de estos villanos se saldrá del redil, al contrario, resulta que en el fondo son buenos. Pfff!
Se suponía que en esta misión, los super malotes iban a crear una especie de amistad que los llevaría a convertirse en un verdadero equipo y no un simple grupo de ex convictos; pero de nuevo, como el guionista andaba ocupado haciendo trailers, lo más que se les ocurrió es -a media película- decidir que era momento de que todos se relajaran y se echaran un trago en un bar que mágicamente aparece a medio camino. En esa escena hay un intento por finalmente dibujar a los personajes, expandirlos, crear vínculos. La edición (es notoria la mano del estudio en todo este corte) impide que ello suceda. Otra de las tantísimas oportunidades desperdiciadas en esta película.
Ya para entonces toda esperanza está perdida. Suicide Squad es una película mala, perezosa, producto más de la hueva y del cálculo de intereses que de la incompetencia. Carece de las fórmulas que exigiría el género: no hay un momento memorable, no hay un one liner destacado, no hay secuencias de humor que no hayan sido quemadas en los trailers, no hay una gran revelación e, irónicamente, no hay un villano de peso en esta película protagonizada por villanos.
Y ni hablemos del Joker, su participación no es más que un cameo extendido de un Jared Leto casi sin diálogos, encarnando a un gángster genérico de los 50, con el pelo verde, maquillado y tatuado cual Mara Salvatrucha. Jared Leto es el Joker mirrey que esta generación necesitaba.
Estamos frente a una pobre ejecución de la fórmula que a Marvel le ha funcionado bien: en este tipo de cintas no importa lo que se narra, no importa el presente, lo que vale es el pasado (toda esa secuencia de flashbacks del principio) y el siempre prometedor futuro (esos cameos de la Liga de la Justicia, las referencias a otras cintas, la escena post-créditos que da más pistas sobre lo que está por venir). Una cadena infinita donde cada eslabón es vendido como si fuera único y especial y no es sino igual al anterior e idéntico al próximo.
Es de no creerse el pantano creativo en el que está metido Warner y DC Comics. Es triste. Hace muchos años, esa misma dupla nos hizo creer que un hombre podía volar (Superman, Donner, 1978), hoy día no son capaces sino de hacer trailers, muy bonitos trailers.
@elsalonrojo