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“Esto no es un historia de fantasmas, es una historia con un fantasma en ella” dice la joven y hermosa Edith (bellísima Mia Wasikowska) casi al inicio de Crimson Peak (La Cumbre Escarlata), el más reciente capricho autoral de Guillermo Del Toro.
La frase en realidad define a la película. Quienes esperen ver aquí una historia de terror, plena en sustos y efectos especiales que generen gritos y pánico en la sala, pierden su tiempo. Esto es más bien una historia de amor, un amor oscuro, trágico, gótico, violento, donde Del Toro encuentra en el amor otra forma más del horror: “Love makes monsters of us all” (El amor hace monstruos de todos nosotros).
Nueva York a principios del siglo XIX. Edith Cushing es una escritora en ciernes que intenta publicar su primera novela. Inmersa en un mundo controlado por hombres, su texto es rechazado por el simple hecho de que está escrito por una mujer. En medio de esa frustración llega un hombre más a su vida, un misterioso aristócrata inglés llamado Thomas Sharpe (Tom Hiddleston) quien, como Edith, intenta convencer a ese mismo grupúsculo de hombres de poder en Nueva York (el padre de Edith incluído) para que inviertan en cierta tecnología de arcilla roja, abundante en la casona donde vive Sharpe en Inglaterra.
Ya sea porque Edith se ve a sí misma en el rechazado Sharpe, ya sea porque se trata de un hombre guapo, o tal vez por ese romántico vals que inesperadamente protagonizan ambos personajes, Edith y Sharpe terminarán enamorados, siempre bajo la mirada vigilante de Lucille (Jessica Chastain) -hermana de Thomas- y la desconfianza de Alan (Charlie Hunnam), oftalmólogo que pretende de manera vedada a Edith.
Por supuesto -género obliga- el amor de esta joven pareja desatará la tragedia, el horror, los fantasmas y los ríos color escarlata filmados con un tono enardecido que nos recuerda los mejores tiempos del technicolor.
Esto es una historia de amor, sí, pero además -y esta es su característica más interesante- es una historia sumamente femenina. Quien espere una historia donde el héroe salva a la doncella, se equivoca también de película. De hecho, los personajes masculinos de esta cinta están relegados a ser meros objetos de seducción, carne de cañón del asesino, entes completamente manipulables, erráticos, torpes en su auto asumido papel de héroes al momento de intentar salvar a la doncella hasta incluso convertirse ellos mismos en la doncella a rescatar.
La película es un deleite para la vista y un juego de armar para la mente. La colorida foto de Dan Laustsen tiene como consigna resaltar el vasto, hermoso, impresionante y meticuloso trabajo de diseño de producción donde queda registrada (una vez más) la obsesión de Del Toro por el detalle, al grado incluso de construir la casona del título para deleite del fotógrafo, de nosotros y del propio director.
La historia está llena de referencias que no son sino el imaginario colectivo-cultural que hacen de Del Toro un autor completo. Encerrada en esta cinta hay referencias a Hitchcock (Rebecca, Notorious), al cine de Roger Corman, la literatura de Charlotte Brontë, al mito vampírico más clásico y por supuesto, la auto referencia a la obra misma del mexicano, principalmente Cronos y El Espinazo del Diablo.
Y es probablemente en esa hambre de decir tanto, de abarcar tanto, de incluir tantas y tantas ideas y referencias, donde la estructura misma de la cinta tambalea rumbo a un final nos remite al slasher más clásico pero que en los hechos no resulta tan atractivo como las ideas mismas contenidas en la cinta.
La película, pues, atrapa por las referencias, por los personajes, por la cadencia de vals con la que deshoja la trama y con la que se mueve su cámara, pero no tanto por la conclusión misma de la historia.
No obstante, Crimson Peak seduce por su delicada, cuidada e indiscutible belleza.