El choque económico que sufre Argentina, incluyendo la depreciación del peso en más de 16% en sólo unos días y la alarma por la presión de salidas de capital que obligaron a la venta masiva de reservas internacionales no parece ser el único caso de un país emergente que cae frente al alza de tasas de interés en Estados Unidos.

Esto es así porque los aumentos de la tasa de fondos federales, marcadora de casi todas las tasas del mundo, siempre son muy prolongados, pues la Reserva Federal estadounidense hace cambios principalmente en reacción al cambio de ciclo económico.

Así, el aumento inmediato anterior de la tasa estadounidense se remonta a mediados de 2004. Cuando inició, la tasa estaba en 1% y aumentó durante tres años hasta llegar a 5.0% en el otoño de 2007. Desde entonces, la tasa se redujo hasta diciembre de 2015 al rango entre cero y 0.25%.

El alza, durante el ciclo actual, inició en diciembre de 2015 y ha sido muy gradual y lenta, visto que su nivel está aún muy por debajo de su promedio histórico de 5% incluyendo el periodo de alta inflación y de 3.5% desde la desinflación de la segunda parte de los 1980.

Es cierto que hay argumentos económicos según los cuales la tasa ya no subirá mucho de su actual nivel. Sin embargo, también hay argumentos para esperar que siga subiendo, cuando menos durante todo 2019. Una razón es que la Reserva Federal considera necesario recuperar el nivel de tasa tan alto como sea posible, para tener espacio de reducción una vez que comience la próxima desaceleración. No olvidemos que la Fed tiene como misión también proteger el nivel de empleo, al sobrevenir una desaceleración.

La otra razón es que Estados Unidos hoy está viviendo lo más cerca que uno pudiera imaginarse al sueño de John Maynard Keynes. Tiene pleno empleo para todos los efectos, pues está tomando bastante tiempo a las empresas cubrir vacantes. En marzo el número de desempleados (6.59 millones) fue prácticamente el mismo que el número de vacantes aún sin ocupar (6.55 millones). El sueño también incluye una tasa de interés baja de corto y de largo plazo (ésta última cerca de 3%) y un ambiente positivo para la inversión.

Desde luego, por el ambiente global puede haber eventos que hagan que la Fed sea cautelosa en su aumento de tasa, pero lo más probable es que los aumentos continuarán.

Los países emergentes que tomaron demasiada deuda externa, pensando que las tasas de interés bajas durarían por mucho más tiempo y que a su vez tienen altos déficits fiscales, tienen que pasar por una etapa de depreciaciones cambiarias, ajustes presupuestales y reducción de la inversión y el empleo.

Esa es la agenda que hoy espera a Argentina, en donde sus problemas de déficits muy altos se han mezclado también con el problema de errores en la política macroeconómica y sobre todo en las señales a los mercados sobre dicha política.

Si hay algo de novedoso en el caso argentino es que su programa de reformas estructurales no le sirvió mucho para convencer a los inversionistas de mantener ahí sus inversiones. La misma Christine Lagarde podría estar sorprendida, pues apenas en marzo decía en la reunión del G-20 en Buenos Aires que “los dos años de estas reformas han sido sorprendentes” (“amazing”).

Nadie se salva de equivocarse si no observa los grandes ciclos, los cuales en realidad deberían ser mayormente tomados en cuenta por el mismo FMI. El presidente Macri intentó un cambio obligado en cuando menos ciertos campos, pero se expuso en exceso a las entradas de capital extranjero hacia bonos y ese es el dinero que hoy sale.

Analista económico.
rograo@gmail.com

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