Imposible saberlo con certeza desde ahora. Lo que sí podemos especular es sobre los riesgos, ventajas, debilidades y fortalezas de los cinco candidatos.

A ver: quien tiene todo por ganar se llama José Antonio Meade. Y es que por más que le echen la mano algunas encuestas a modo, los sondeos de opinión respetables lo ubican en un tercer lugar e incluso en un descenso leve pero sistemático. Ya ni siquiera se comenta aquello de que “su campaña no prende”. Ya no se habla de su campaña. Así que para el candidato no priísta del PRI-Verde-Panal, este será el último tren con rumbo a la Presidencia de la República. Por tanto y con sus propias palabras “hay que chingarle” si quiere ganar el debate. Su desventaja es que —a pesar de su mega campaña— Meade no acaba de ser reconocido por la mayoría de los votantes potenciales. En cambio, es mucho más convincente en corto que ante grandes audiencias. Aun así, necesita entender que el lenguaje político es para conmover y no para informar o analizar. Y que para él, es el ahora o nunca.

En contraste, quien tiene todo por perder es Andrés Manuel López Obrador. Porque lo asombroso —me confiesa un reconocido experto— es que siga subiendo: de 36 hace un mes a 42 ahora. Aunque la lógica diga que ha de tener un tope y que de ahí sólo le quedan dos posibilidades: el descenso o mantenerse contra viento y marea y frente a los embates que seguramente intentarán sus contrincantes. Una especie de TUCLO, Todos Unidos Contra López Obrador. Aunque una variante podría ser que en la búsqueda de un segundo lugar competitivo sus adversarios se hicieran pedazos para su regocijo.

En cualquier caso, AMLO tendrá un rival a vencer en sí mismo. En el control de su temperamento. En el cuidado extremo en cada frase, para evitar un exabrupto fatal. Un tropiezo que lo lleve a caer sin poder levantarse. Él sabe que de perder se le complicaría enormemente la carrera a la Presidencia; que, en cambio, ganando ya nadie podría detenerlo en el sprint final.

El que es un enigma se llama Ricardo Anaya. Curiosamente el mejor orador de los cinco participantes. El de más clara dicción y comunicación oral. El más destacado en el cómo. Pero el más pobre en el qué. Todavía sin un discurso lo suficientemente contundente para llamar la atención del electorado. Puede pasar desapercibido o, en una de esas, dar la sorpresa, como lo hizo su ahora asesor Diego Fernández de Cevallos cuando vapuleó al Ingeniero Cuauhtémoc Cárdenas y a Ernesto Zedillo simultáneamente en aquel debate inolvidable del 94.

Yo francamente —y con el debido respeto— no le doy grandes posibilidades a Margarita Zavala ni a Jaime Rodríguez El Bronco. Me parece que llegan muy desgastados por sus cuestionadísimos métodos para obtener la candidatura y sin banderas de campaña mínimamente convincentes.

Es verdad que todavía faltan 73 días para el 1º de julio. Muchos o muy pocos según se quiera ver. Lo único indiscutible es que el día ha de llegar. Y que la escala del domingo es clave. El principio del fin para algunos y la plataforma de lanzamiento para otros.

Por eso habremos de mirarlos y no sólo verlos. Y tendremos que escucharlos, no solo oírlos. Porque todo habrá de contar. En más de un sentido.

Periodista. ddn_rocha@hotmail.com

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