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Algo anda mal en nuestra sociedad que nos pone en el ámbito de la barbarie.
Por una parte, hemos llegado al grado tal que hemos perdido la capacidad de asombro y por otra, ver a la violencia como algo cotidiano nos ha insensibilizado, al grado de convertir un linchamiento que culmina con la muerte de los dos supuestos robachicos calcinados después de que un poblador de Acatlán Puebla les rocía de gasolina y les prende fuego, en un espectáculo público.
Hemos hecho de la barbarie un espectáculo más, como los que vemos en las películas y la TV.
En las imágenes de TV vimos a los pobladores grabando la muerte de los dos sujetos con su celular como si fuese una competencia deportiva o un concierto.
Este tipo de comportamientos públicos son el resultado de la fusión de dos circunstancias: primeramente la falta de credibilidad y confianza en las autoridades que imparten justicia, lo cual hace sentir al ciudadano “de a pie”, que si no toma por su cuenta la impartición de justicia, las autoridades liberarán a los presuntos culpables del delito. De ese modo, la aplicación de justicia el pueblo enardecido la toma por su cuenta y riesgo y la aplica de forma expedita, antes de que se lo impidan.
Por otra parte, la sensación de impunidad que prevalece en el país hace supone al ciudadano, que no va a suceder nada en su contra pues la autoridad, ante los delitos colectivos, nunca actúa y se queda impávida; siempre ha sucedido así.
La tercera podemos considerar que es la estimulación de la violencia como epidemia provocado por la exposición prolongada a las noticias violentas, anteriormente y hoy por las series de televisión.
Cuando la violencia se vuelve cotidiana y está asociada a la impunidad, la gente convive con ella y se vuelve parte de su entorno; es cuando pierde su capacidad de estremecer y su significado pierde fuerza emocional.
Lo que hasta hace pocos años era producto de la fantasía cinematográfica, hoy en México es cotidiano y lo terrible es que es real y las víctimas son personas que tienen nombre y apellido, del mismo modo en que sabemos que los dos campesinos calcinados se llamaban Alberto y Ricardo.
El Secretario de Seguridad Pública de Puebla (SSP) Jesús Morales Rodríguez reconoció que en lo que va de este año se han realizado 15 linchamientos en el estado y en 146 intentos se han rescatado 201 personas que estuvieron a punto de ser ultimadas, lo que indica que este fenómeno social no es circunstancial, sino que va al alza.
Es urgente que el castigo de este tipo de crímenes sea ejemplar, con cárcel.
El Estado de Puebla debe actuar con rigor en este linchamiento contra todos los implicados y amerita una campaña informativa por TV de que no se tolerarán este tipo de crímenes y que sean colectivos no elimina responsabilidades.
Además, es urgente recomponer a las policías del país, cuidando de castigar las malas prácticas y después, tratar de rescatar la confianza ciudadana, no antes de poner orden.
¿Usted cómo lo ve?
Facebook: @Ricardo.homs1