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Cada día Ophelia conversa con 800 mil personas en Twitter, más de 400 mil siguen sus publicaciones en Facebook, comparte fotografías con 14 mil usuarios en Instagram y más de 50 mil han visto sus videos en YouTube.
No los conoce, pero ellos saben todode ella. Cuál es su videojuego favorito, el nombre de su gato, qué serie está viendo ahora en Netflix y hasta cómo se encuentra la salud de su tía.
Tiene un alcance digital que sobrepasa un millón de personas. Ella observa su capacidad en redes sociales como una oportunidad de libertad, para decir lo que en otros lados oculta. Las marcas lo ven como una manera de hacer negocio. El precio a pagar radica en que ella se convierte en un medio de promoción. Así es la vida de un influencer.
Ophelia levanta su antebrazo izquierdo y deja a la vista unos cuantos cuadros de colores que están tatuados sobre su piel. “Son mis orgullos”, dice mientras explica el significado de cada tono. Entre todos se forman cuatro banderas: la de México, la de Colombia, la del orgullo LGTB y la trans. Cada una retrata una etapa y decisión que ha tomado en su vida.
Sus tatuajes describen quién es. Su origen es colombiano, pero desde 2008 reside en México. Nació siendo Mauricio. Ahora también es Ophelia, una mujer trans; influencer y experta en redes sociales.
En todo momento, ella trata de representar las máximas de libertad: sé quien eres, trabaja donde quieras y persigue tus sueños. Tomó de ejemplo su propia filosofía para arriesgarse a crear y ser día con día su propia marca, su trabajo es ser ella misma.
La tía Oph de los youtubers
Desde el inicio de su carrera profesional, Ophelia ha estado en constante transición. A pesar de que estudió Física y tiene una maestría en Econometría —ciencia que aplica herramientas matemáticas, estadísticas y económicas a los fenómenos monetarios—, se adentró al mundo de las estrategias digitales para empresas.
Comenzó haciendo blogs. Después vendió acceso a redes sociales. Cuando la palabra del community manager no estaba cerca de existir abrió las primeras cuentas de sus clientes: Telmex, Telcel, Sears, posteriormente trabajó para Nine West y Calvin Klein, entre otras.
Siempre estuvo en contacto con las marcas y sabía que internet era una opción óptima para incrementar su negocio. Empezó a especializarse en la realización de contenidos creativos y a hacer talentos para internet, no sólo se trataba de formar un medio, sino que ayudaba a blogueros a existir dentro de la red.
Con la llegada de YouTube su trabajo cambió de panorama. Dejó de hacer portales de temas generales y se dedicó a coordinar personas para dar mensajes específicos.
“Lo que antes teníamos eran los famosos multicanales, por ejemplo. Thalía podía hablarles a muchos segmentos, pero ahora tenemos famosos que les hablan a segmentos específicos, son famosos especializados”, señala.
Era 2012 cuando llegó el boom de los youtubers. Gabriel Montiel, conocido como Werevertumorro, era el de mayor influencia en México, pero tuvo problemas legales con su representante. La empresa con la que trabajaba se dedicó a firmar con varios youtubers, para luego robar sus nombres.
Fue entonces cuando Latin We, una empresa que se dedica a llevar talentos hispanos a Estados Unidos, propiedad de la actriz Sofía Vergara, buscó a Ophelia. La querían a ella por su conocimiento en el trabajo con las marcas y derechos de autor, y esperaban que lograra ponerle un orden a la situación legal de los youtubers mexicanos.
Al ser la única red social que paga por contenido a sus autores, los youtubers empezaron a formar su negocio y no tenían idea del monstruo en el que se estaban sentando. Ophelia se convirtió en su representante y los protegía legalmente de los intereses de las marcas.
Con los primeros 10 youtubers a su cargo era responsable de 60 millones de impactos al mes. “Es un inventario tamaño Televisa”, explica con risas Ophelia al describir la magnitud de la audiencia que tenía a su cargo.
Llegaban las marcas para solicitarle promociones con los talentos de YouTube. Si por ejemplo pedían una colaboración con Yuya —una de las youtubers con mayor número de seguidores de habla hispana que actualmente tiene más de 17 millones suscritos a su canal— el llamado le costaba a la marca 10 mil dólares y la mención en su video 25 mil.
“Yo les decía a las marcas: ‘mira, por este dinero, costo por impacto, yo te estoy dando el impacto que tiene Thalía a mitad de precio. Es una Thalía barata’”, recuerda Ophelia.
Hora de dejar a los niños y crecer...
Con el tiempo le llegaron ofertas para ser ella quien anunciara a las empresas en sus redes sociales, porque tenía un buen número de seguidores para hacer que el mensaje fuera exitoso. Lo hizo una, dos veces, pero a la tercera vez sintió que les estaba robando trabajo a sus “niños” y decidió retirarse de ser su manager.
Aprovechó su experiencia en consultorías y la cercanía con las empresas para fortalecer su propia red de contactos y convertirse en una persona con influencia en internet.
“Me aventé a ser yo misma, con mi propio talento, siendo mi propia manager y teniendo acceso con las marcas. Me quedaba muy fácil”.
Ninis monetizados
En palabras de Ophelia Pastrana, un influencer es una persona con trascendencia en redes sociales que trata de influenciar la decisión de compra de alguien más. Son personas muy populares en internet que las marcas utilizan como canales de comunicación y venta.
La influencer es consciente de que vivimos en la era de la producción masiva y la empresa que venda más será la que tenga mayor capacidad de comunicación.
Al existir una crisis en la credibilidad en las marcas, se necesita alguien que avale sus mensajes, y esa es la labor de un influencer. “De cierto modo, estás más propenso a creer lo que te diga un extraño sobre un producto que lo que te diga una marca sobre su producto”.
Para Ophelia, el trabajo de un influencer no es algo nuevo, porque las marcas siempre han utilizado a otras personas famosas como canales de comunicación. “Ahora estamos hablando de influencers, pero hace 20 años hablábamos de rockstars. La diferencia es que el rockstar hacía música, el influencer sólo existe”, lamenta.
A diferencia de los artistas, los influencers no tienen una preparación o talento especial para ser populares en las redes. “Los influencers encuentran la forma de monetizar lo que es ser un nini; ellos no estudian, no trabajan. Es como vivir de maquillarte”, afirma.
Lo que hace diferente a un influencer de un artista tradicional es que un famoso de internet sí quiere hablar de su vida, vive de ser observado y abrir su intimidad en la red.
La razón por la que los famosos de internet han alcanzado conseguir un impacto tan grande Ophelia la explica con dos posibilidades:
La primera es que el influencer lleva una vida que el influenciado no puede llevar, se convierte en algo aspiracional y la gente vive vicariamente a través del influencer. La otra explicación es que de alguna forma, la gente está buscando educarse. “Ponen al influencer del lado del profe, somos audiencias profesionales, toda nuestra vida estamos sentados viendo a alguien hablar”.
El trabajo de un influencer no sólo beneficia a las marcas, también a las redes sociales, que atraen inversionistas. “Las redes sociales hacen todo tipo de juegos sicológicos para que las usemos más”, dice Ophelia, quien ejemplifica con la característica de que el número de seguidores y views que tiene un influencer en redes sociales está a la vista de todos.
La competencia entre un youtuber con otro por ver quién alcanza mayor número de reproducciones en su video le beneficia a YouTube, por el hecho de que la gente utiliza más la plataforma. “De alguna forma, YouTube también se encarga de hacer gente famosa en su red, porque la hace aspiracional”, dice.
El pago que hace YouTube a sus creadores de contenido es de 20% del total que ellos los hacen ganar por la reproducción de sus videos.
Por ejemplo, si Yuya factura mensualmente 60 mil dólares, eso sólo representa 20% del total que gana Google.
Vivir la vida Kardashian como Explicatriz
Cuando Ophelia sale al súper, con el maquillaje corrido, el cabello alborotado y ropa cómoda, seguro habrá alguno de sus seguidores que le pregunte si ese día se sentía enferma.
No puede salir de su casa sin ser reconocida, aunque sabe que eso también forma parte de su trabajo. Un influencer carga con la responsabilidad de la fama.
En sus redes sociales se corre el rumor de que Ophelia tiene clones, ya que al tiempo en que está tuiteando, subió una foto a Facebook y alguien más la está viendo en YouTube: tiene que mantenerse viva en todas sus cuentas.
“Es como vivir la vida Kardashian”, describe Ophelia. Un influencer no tiene un talento especial, pero es famoso por sus redes.
A diferencia de sus amigos, que son en su mayoría artistas, que tienen una formación especializada y esperan que su trabajo trascienda a la luz pública, ella ya lo consiguió con su potencial en redes sociales. Nada es perfecto. “Yo tengo un problema, que lleno teatros, pero no tengo mucho show”, afirma.
Para contrarrestar la situación, Ophelia busca ofrecer algo más a sus seguidores. Ha tomado clases de improvisación, hace stand up y ha conseguido consagrarse como “La Explicatriz” en YouTube.
Sus videos son de temáticas variadas: videojuegos, ciencia, tecnología y sexualidad, pero siempre intenta que su seguidores estén informados y tengan una mirada crítica hacia lo que ven en internet.
Como influencer, Ophelia siente que tiene una responsabilidad con las personas que la siguen y más porque es considerada un estandarte para la comunidad LGTB. Es la segunda persona transgénero con mayor influencia y número de seguidores a nivel mundial después de Caitlyn Jenner.
Ha vivido casos en los que algunos de sus seguidores le escriben para agradecerle por sus videos, donde explica cómo es la vida trans; han cambiado su decisión de quitarse la vida al saber que hay más personas en su situación. Ven a Ophelia con cercanía.
Enfrenta un compromiso; por siempre mostrarse alegre para sus fans, a pesar de que tenga un mal momento. “Hice una máscara de luchador que se llama @Ophcourse”.