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San Francisco, California
Los primeros mayas llegaron a Estados Unidos como la mayoría de los migrantes, buscando un sueño, con el mismo plan de todos, ahorrar y regresar a casa con la familia que dejaron atrás, pero en lugar de eso, 70 mil yucatecos se establecieron en la costa norte del estado más rico de Estados Unidos y crearon redes tan sólidas que pudieron emplear a sus hijos, primos y amigos, y provocaron una oleada de migración tan grande que algunos pueblos de Yucatán perdieron un tercio de su población.
El Instituto para el Desarrollo de la Cultura Maya del Estado de Yucatán (Indemaya) estima que 180 mil yucatecos viven en el país vecino. Sólo en cinco años, de 2000 a 2005, llegaron cerca de 60 mil: 32 al día, 976 al mes y 11 mil al año. La cifra es equivalente a una tercera parte de los niños que nacen en Yucatán anualmente. La mayoría son campesinos que partieron de Mérida, Oxkutzcab, Cenotillo, Mama, Peto y Muna. Cambiaron la cosecha de maíz y de cítricos por un sueldo en dólares al trabajar en una cocina haciendo lo más básico de toda sociedad: la comida. Los mayas ganan, en promedio, 40% más que el resto de los migrantes mexicanos.
“Esa migración emergente principalmente tiene un perfil joven; 20% son mujeres y 80% son hombres, y de ellos, 45% tiene entre 18 y 29 años”, explica Ángel Basto, subdirector de Atención a Migrantes en el Indemaya.
Pese a estar distribuidos en 43 ciudades, 38% se estableció en la bahía de San Francisco por las conexiones que se hicieron cuando los primeros migrantes llegaron en los 80. El resto está en Los Ángeles y ciudades como Portland, Oregon, Seattle, Washington, Denver, Colorado, Las Vegas, Nevada, y algunos otros grupos en Dallas y San Antonio, explica Basto.
“Ojalá el maya sea un idioma universal”
Santos Tuyuc tiene 29 años en la bahía de San Francisco. Trabaja de lunes a domingo, intercalando sus días de descanso con sus dos trabajos en cocina. Llegó a los 14 años, cuatro años después que su primo, quien le habló y lo convenció con la idea de ganar en dólares. En ese momento estudiaba computación en Peto, Yucatán, y dejó los estudios para darle una mejor vida a su familia. Hoy, a 10 mil 585 días de distancia, dice que ser migrante maya en San Francisco es demostrar que su cultura puede conquistar cualquier lugar del mundo: “Tengo amigos estadounidenses que hablan maya, you know, ojalá en unos años sea un idioma universal”.
El cónsul General de México en San Francisco, Gemi José González, señala que muchos de los mayas no hablan español. Dice que en el casi año que lleva en el puesto ha estado en reuniones donde hay traductores de español a maya o de español a inglés: “Muchas veces transitan del maya al inglés, se brincan el español. Una buena parte de la comunidad que está aquí de Yucatán habla solamente maya y luego transitan a la otra lengua”.
Servicios, en manos de mayas
A Santos Tuyuc, cajero y parrillero de las mejores hamburguesas desde 2008 en el área de la bahía, en el condado más rico de todo EU, Marin County, se le facilita más hablar inglés que español. Día a día recibe decenas de órdenes en inglés y le pasa la comanda a su ayudante en maya. Como él, la mayoría de los migrantes mayas tienen entre dos y tres trabajos: uno por la mañana y otro por la noche y, en algunos casos, el fin de semana; 90% de los mayas trabajan en el área de servicios, la gran mayoría en la cocina.
Los mayas se acomodaron en departamentos en el centro de la ciudad que comparten entre seis y nueve yucatecos. Las principales zonas donde se establecieron en edificios están en las calles de Mission, la 16 o en el Tenderloin. En un perímetro de tres kilómetros están los cuatro restaurantes de comida yucateca, punto de reunión de la comunidad. El costo de una renta en la ciudad va de los mil hasta los cuatro mil dólares al mes. La ciudad de San Francisco es de las más caras del país. Quienes se hartaron de vivir en un lugar pequeño y pagar mucho se han mudado a 50 kilómetros, a San Rafael o Vallejo.
Adrián Briseño llegó a los 11 años en avión a Estados Unidos. Todos los días sale de Vallejo a San Francisco, 100 kilómetros al día para trabajar en uno de los restaurantes más representativos del muelle, especializado en servir langosta y cangrejo. Cuando entra al local saluda con un español americanizado, “what’sup men”. Saluda mano con mano y luego un movimiento del cuerpo empujando un hombro para apenas tocar el otro cuerpo y luego separarse. En su lugar de trabajo convive con cuatro yucas (yucatecos) en el interior del restaurante y en el muelle con otros cinco. “Me siento especial, i mean, no todos tenemos esa cultura de maya. Es bonito, i mean”.
A su hijo de cuatro años le habla sobre México. Dice que le enseñará sobre la infancia que tuvo y, sobre todo, que el tiempo pasa más lento. Pero quizá sólo sea eso, porque no planea regresar. “Ser yucateco en San Francisco es lo mejor”.
“En 10 años vemos una migración yucateca con mayas con mejores oportunidades en EU. Estamos hablando de que tienen hijos que están estudiando en EU, se están preparando. Es probable que no tengamos una oleada en cuanto a regreso, porque los yucatecos se están portando bien, cumpliendo la ley”, explica Basto.
De los 450 mexicanos deportados en el último año, sólo 2% son mayas. De los 404 presos que hay en los 13 condados que corresponden al consulado de México en San Francisco —Alameda, Costa del Norte, Lake, Marin, Mendocino, Humboldt, Napa, Sonoma, San Mateo, San Francisco, Trinity, Solano—, sólo cinco son mayas.
En los más de 20 años que Santos Tuyuc lleva como migrante en California ha visto gente ir y regresar a EU. Él sólo una vez regresó a su pueblo en Yucatán. Estuvo sólo un mes y pagó 3 mil dólares para volver: “No sé qué hubiera sido de mi vida si me hubiera quedado. Me vine porque no tenía recursos para estudiar. Una vez que empecé a trabajar dejé los estudios atrás”.
Cuando pagar vale la pena…
Todos cruzaron la frontera, pero no de la misma forma, puesto que la seguridad aumentó con los años. Dicen que antes del 9/11 (la caída de las Torres Gemelas), “brincar la barda era muy fácil”. Saltaban en La Rumorosa, Baja California. Llegaban a San Diego y de ahí compraban un vuelo a San Francisco. Después de eso, la entrada comenzó a hacerse difícil. Algunos llegaron mezclados con el ganado en camiones, después de tres días. Otros brincando la barda o algunos, como Lucy Góngora, tortillera en San Francisco, pasaron la garita en la cajuela de un carro pequeño junto con otras siete personas.
“Después de que nos acomodamos en el carro nos rociaron vinagre, supuestamente para que el olfato de los perritos no nos sintiera. Claramente escuchábamos que los de la migra le presionaban al carro para ver si se movía y tocaban la cajuela preguntando si había alguien dentro. Lo único que nos dijo el guía fue cómo íbamos a comunicarnos. Si ya estábamos llegando a la garita, diría: ‘¡ugghm!’, y cuando pasamos nos tenía que decir tres veces: ‘¡ugghm!’, significaba que habíamos logrado cruzar. Fue triste, se me bajó la presión, uno se desmayó. Sientes que te vas a morir, te asfixias. Mientras el carro esté estacionado, no hay aire”.
Los mayas han pagado, a lo largo de 30 años de historia migratoria, entre 500 dólares para cruzar la frontera hasta un máximo de 14 mil en el último año. Lucy Góngora viajó a su ciudad natal en Yucatán por una emergencia familiar, permaneció unos meses y cuando decidió regresar a EU cruzó la frontera de nuevo en auto, pero ahora sentada en el asiento del copiloto. Cuando le pidieron su visa dio una identificación de una persona muy parecida a ella. Pasó recordando el sufrimiento de su último cruce y saboreando su pequeña victoria.
Al día, cinco yucatecos continúan cruzando la frontera norte en busca del sueño maya. Ese en que hablando su lengua madre pueden ir sigilosos a enfrentar un nuevo mundo sabiendo que lo conquistarán desde lo más íntimo, básico e instintivo del humano: la comida.
Lo que viene… “No debemos tener miedo”
El día 8 de noviembre de 2016, la jefa de María Estrella, migrante yucateca, gerente en un restaurante en el área de Presidio, zona exclusiva de San Francisco, California, no fue a trabajar. Canceló sus citas y la dejó a cargo. Frente a sus 80 empleados dio las órdenes del día como si fuera un día normal. Horas más tarde, habiendo terminado el servicio sabía que los que si pudieron votar no lo hicieron pensando en ella y en los millones de indocumentados. Al otro día de las elecciones, su jefa, estadounidense, regresó sonriente, “como nunca”, dice María. Un secreto a voces: dicen que votó por Trump.
Así como ella, 90% de los mayas en EU son indocumentados. En comparación con el índice de mexicanos sin papeles en California y en EU, donde la mitad de la población migrante tiene una situación migratoria de acuerdo a las leyes, los mayas están más vulnerables.
En su antiguo trabajo, la cafetería del Museo de Arte Moderno de San Francisco, mantenía 80% de su plantilla de migrantes yucatecos. Durante años ha ayudado a la comunidad que proviene de su estado. “No es discriminar a nadie de mi gente mexicana, pero yo pienso que nosotros lo yucatecos somos más trabajadores”. Ella defenderá los derechos de sus suyos metiendo a los nuevos hasta la cocina.
Luis Alberto Tec, cocinero por 60 horas a la semana y cantante los fines de semana del grupo Fusión musical, cumbia de origen yucateco, dice que ni él ni sus compatriotas deben de tener miedo por las amenazas de Donald Trump: “Somos trabajadores nada más, no somos delincuentes. No debemos de tener miedo, no. Nos mandan y podemos regresar otra vez”.
La directora del Centro de Servicios Legales de Migración para los Estudiantes Indocumentados en la Universidad de California explica que es importante que no tengan miedo porque se es más vulnerable: “Hay razones por las cuales temer. Habrá más redadas, uno tiene que tener mucho cuidado, ningún crimen que pueda llamar la atención. Lo que ha dicho Trump es que su prioridad serán los criminales, eso puede significar cualquier cosa”.
Los delitos más comunes por los que son deportados los migrantes mexicanos son manejar alcoholizado y violencia doméstica.
Desde la elección de Donald Trump a la presidencia de EU aumentó en 200% el número de solicitudes de actas de nacimiento mexicanas en el área de la bahía: “Ahora hemos tenido una gran afluencia de gente que ha obtenido sus pasaportes. La otra es que acudan a abrir cuentas bancarias, que bancaricen, eso está sucediendo ahora. Existe una percepción, no sé si sea real o no, de que el envío de remesas estará más garantizado por un método de transferencia bancaria que por el método tradicional”, explica el cónsul general Gemi José González.
Si María tuviera a Trump de frente se daría media vuelta, sabiendo que la batalla está en su día a día. Mientras que la banda de Luis Alberto Tuc, a forma de coro y entre risas diría: “Donald Trump, no sólo te pareces a la Paquita [la del Barrio] y la neta, aunque seas presidente, la cara de pendejo no se te quita. ¡Boomba!”.