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Un militar de inteligencia que observó las agresiones que sufrió un grupo de normalistas frente al Palacio de Justicia de Iguala por parte de la policía municipal, tomó entre cuatro y cinco fotos con su teléfono, las descargó en su computadora, se las entregó a su superior y más tarde las borró de su celular porque no las consideró importantes. Ahora, esas imágenes no aparecen en el expediente de investigación; lo mismo sucede con el video que se tomó con las cámaras de seguridad instaladas en ese mismo edificio de gobierno.

El ataque frente al Palacio de Justicia es uno de los menos documentados del expediente Ayotzinapa, en buena medida, según ha expuesto el Grupo Interdisciplinario de Expertos Independientes (GIEI), porque desaparecieron todos los estudiantes agredidos que viajaban en el autobús Estrella de Oro 1531.

En su ampliación de declaración, realizada el 26 de agosto de 2015, que consta de sólo una página y media, el soldado, quien es integrante del Órgano de Búsqueda de Información del Ejército en Iguala, describió las imágenes que capturó la noche del 26 de septiembre de 2014.

“Que describa el declarante las imágenes que captó en ese instante”, solicitó el personal de la Subprocuraduría Especializada en Investigación de Delincuencia Organizada (SEIDO).

“Primeramente, quiero aclarar que las imágenes que tomo son del mismo ángulo, con dirección hacia la salida de la carretera a Chilpancingo, aproximadamente a 150 metros del lugar del autobús, en donde yo me encontraba, en las cuales se aprecia la parte trasera de un autobús. Asimismo, se alcanzan a ver patrullas de color blanco con azul marino, la que tenía de frente era una camioneta tipo Pick-Up de la policía municipal.

“Quiero mencionar que en las imágenes que tomé se alcanzaban a observar las siluetas de las patrullas y las torretas encendidas; se podían ver las siluetas de dos personas que eran policías, puesto que las pude observar, así pues se alcanza a percibir el puente de la carretera que va con dirección a Cuernavaca”, respondió el militar, quien es uno de los pocos testigos de lo sucedido.

En la continuación de su respuesta, el soldado explicó que más tarde se regresó al cuartel militar, según consta en la versión pública obtenida vía la Ley de Transparencia.

“Momentos después regresé al 27 Batallón, en donde descargué desde mi teléfono celular las fotos que capturé hacia mi computadora de trabajo, fotos que eran de mala calidad, porque me encontraba aproximadamente a 150 metros del lugar de los hechos y, aunado a ello, era de noche, las cuales borré de mi celular al momento que las descargué, derivado de que ahora tenía cómo justificar mi trabajo. Asimismo, quiero manifestar que estas fotografías no las consideré de importancia, derivado de que no se observaba nada relevante y eran de mala calidad”, explicó ante la Procuraduría General de la República (PGR).

En su ampliación de declaración, realizada a mediados del año pasado, el militar comentó que las fotos no se veían claras por la distancia y la oscuridad. Sin embargo, en su primer testimonio, presentado a finales de 2014, recordó citas textuales de los gritos de los estudiantes, como “Ayotzi vive”, “pinches policías, no nos vamos a bajar, suban por nosotros”, y “si tienen muchos huevos, suban por nosotros”. También registró las respuestas de los policías, quienes les decían: “Bájense, hijos de la chingada” o “si no se bajan les va a ir peor”.

La ampliación de la declaración consistió en sólo cuatro preguntas por parte del Ministerio Público. Al terminar el interrogatorio, los agentes le presentaron al militar unas fotos que él tomó en la clínica Cristina, después de presenciar la agresión en el Palacio de Justicia. Los elementos de la SEIDO nunca le preguntaron por las imágenes que tomó en el Palacio de Justicia ni hicieron referencia a la ausencia de éstas.

“Que diga el declarante cómo le entregó este material fotográfico [testado]”, se le cuestionó al militar.

“No recuerdo el medio cómo se las entregué [testado], imágenes fotográficas que no quedaron grabadas en mi celular derivado a que las eliminé del mismo”, dijo.

En varias ocasiones el GIEI ha solicitado entrevistar a los militares que conocieron los hechos de los días 26 y 27 de septiembre de 2014, pero el gobierno mexicano se ha negado.

El Informe Ayotzinapa. Investigación y primeras conclusiones, elaborado por el GIEI, incluye el testimonio del chofer del autobús Estrella de Oro 1531, quien narra lo que sucedió.

“El conductor refiere que el autobús fue interceptado por al menos dos patrullas de policía, que lo persiguieron por la salida de Iguala hacia Chilpancingo, disparando sus armas de fuego, por lo que quedó bloqueado en la misma carretera justo debajo del puente de Chipote, que cruza por encima, frente al Palacio de Justicia de Iguala. Todos los normalistas que iban en ese autobús fueron detenidos y están desaparecidos, por lo que no hay testimonios directos de lo sucedido, más que lo declarado por el chofer del autobús, los agentes de la policía y un miembro del Ejército que llegaron a la escena”, se lee en el documento.

El informe cita una declaración del chofer, quien narra: “Aproximadamente 20 policías se bajaron de la patrulla, la mayoría encapuchados, se escucharon varias detonaciones y me poncharon las llantas con navajas y gritaron: ‘Los vamos a matar a todos’ y se me acercó un policía y me dijo ‘Hasta a ti también hijo de la chingada’ y me puso la pistola en el pecho por la ventanilla”.

La primera declaración. En el primer testimonio del militar, realizado en 2014, y publicado por EL UNIVERSAL en octubre de 2015, el soldado dijo que a las 22:30 horas del 26 de septiembre de 2014 llegó al Palacio de Justicia tras recibir una orden de su superior.

“Siendo las 22 horas con 30 minutos, aproximadamente, vi que se encontraba un autobús de pasajeros de la empresa [testado] rodeado de elementos de la policía municipal de Iguala, quienes iban en cinco camionetas tipo Pick-Up con logotipos de la policía municipal, quienes trataban de bajar a las personas que venían en el autobús, pero como las personas que venían a bordo estaban muy agresivas no podían bajarlos, por lo que le reporté al teniente [testado] por medio de mi número celular [testado] lo que estaba sucediendo, y él me indicó: ‘Quédate por ahí otro rato para ver qué se ve, pero no te arriesgues ni te acerques mucho’, por lo que permanecí en el lugar como una hora, es decir, me retiré a las 23 horas con 30 minutos”, quedó registrado en el tomo 76 de la averiguación.

El soldado vio cómo los estudiantes arrojaban piedras desde el interior del autobús contra los municipales, mientras éstos trataban de abrir por la fuerza la puerta de la unidad.

“Me di cuenta que llegaron otras tres camionetas oficiales de la policía municipal de Iguala a apoyar a los elementos que se encontraban en el lugar, pero estos últimos llegaron más agresivos, puesto que les aventaron dos granadas lacrimógenas por las ventanillas del autobús”, comentó.

Y continuó: “Me percaté que a los estudiantes que bajaban del camión la policía municipal los esposaba con las manos hacia atrás, y en forma agresiva los tendían en el piso boca abajo, siendo ésto un número aproximado de 10 estudiantes y como recibí la instrucción que no me arriesgara mucho opté por retirarme del lugar, no sin antes reportarle todo lo sucedido a mi mando, el Teniente de Infantería (testado), aclarando que en ningún momento escuché detonación alguna de arma de fuego. De estos hechos tomé como cuatro o cinco fotografías con mi celular, pero las imágenes se las dejé a mi mando (testado), cuando regresé a las instalaciones del 27 Batallón como a las 23 horas con 40 minutos”.

Cuando volvió, su mando le preguntó si hubo balazos, pero él le contestó que no sabía, que no vio. Entonces le pidió que lo acompañara al Palacio de Justicia. Esta vez con refuerzos.

“Salimos al lugar aproximadamente a las 00 horas con 30 minutos del día 27 de septiembre del presente año, a bordo de dos camionetas tipo Cheyenne. En cada camioneta iban aproximadamente de seis a siete elementos (…) que al llegar al lugar seguía el autobús de la línea (testado), pero no había nadie, es decir, ni estudiantes ni policías municipales, sólo se hallaban dos personas civiles con una grúa haciendo las maniobras de remolque del autobús para llevárselo. Allí estuvimos como cinco minutos y nos retiramos, puesto que no había nada qué hacer”, dijo.

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