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El aguacate que hoy cosecha Adolfo Aguilar estará en el mostrador de una tienda en Nueva York en menos de 48 horas. Toda la producción de su huerta de cinco hectáreas, en Tancítaro —la capital mundial del fruto— se exportará a través de la empacadora americana Calavo, la más grande de la región. “Ha sido un buen año”, dice Adolfo, “el mejor desde que tengo memoria”.
Además se acerca el Super Bowl —el 7 de febrero—, el día del año en que se consume más aguacate en el mundo. La fruta llegará entonces en forma de guacamole a restaurantes y casas de los estadounidenses para estar presente en el evento con más cobertura mediática del planeta. El año pasado se comieron en un día más de 50 mil toneladas de aguacate mientras veían a los New England Patriots vencer a los Seattle Seahawks. Con esa cantidad se podrían llenar más de 250 albercas olímpicas.
La cosecha de Adolfo está vendida con anterioridad y desde 2013 dejó de pagar la extorsión de mil pesos por hectárea que le cobraban Los Caballeros Templarios, grupo delincuencial que asesinó a su vecino y quemó la empacadora Agroexport, a la que vendía su producto en 2012. Desde 2013, el grupo de autodefensas de Tancítaro, al que Adolfo pertenece y ayuda a financiar, hizo que volviera la tranquilidad.
El negocio crece. Más de 12 mil pequeños productores mexicanos, la mayoría con cultivos de menos de cinco hectáreas —como el de Adolfo— producen ocho de cada 10 aguacates que se consumen en Estados Unidos. El despertar del aguacate, la fruta preferida de los norteamericanos, tituló el Washington Post un reportaje sobre el aumento de la demanda en el país que más consume aguacates en el mundo. China y Corea acaban de abrir sus mercados y tienen el potencial para convertirse en grandes consumidores en el corto plazo. Las áreas cultivadas aumentan apenas al ritmo del crecimiento de la demanda.
Pero en Michoacán el optimismo no se cosecha tan fácil como el aguacate. Los índices de homicidios aumentan, nuevos grupos delincuenciales han hecho su aparición en los últimos meses y en algunos puntos del estado productores denuncian el retorno de las extorsiones.
Cosechar oro verde
A las faldas del Paricutín, en Michoacán, se extiende la meseta purépecha. Los padres de Adolfo nacieron ahí, en San Juan Parangaricutiro, un pueblo que desaparecería en 1943 ante el furioso nacimiento del volcán.
El Paricutín arrasó con el pueblo, pero su presencia y la de otros volcanes le han dado unas características especiales a la zona. La meseta purépecha, con su tierra volcánica y grandes reservas de agua, es el único lugar en el mundo donde los árboles de aguacate florecen naturalmente cuatro veces al año.
A unos kilómetros del volcán, Adolfo Aguilar empezó a cultivar el aguacate, un negocio que le ha permitido prosperar y descartar la posibilidad de irse de indocumentado a Estados Unidos como lo hizo hace 10 años. “Siento que estoy cultivando sobre el pueblo de mis ancestros”, dice y señala: “Creo que por eso me ha ido bien”.
Michoacán produce más de la mitad de los aguacates que se consumen en el mundo, según la Asociación de Productores y Empacadores Exportadores de Aguacate de Michoacán (Apeam), que agrupa a más de 12 mil productores y 40 empacadores. En Tancítaro, uno de los principales centros productivos de la región, 9 de cada 10 pesos de la economía provienen de esta agroindustria.
El oro verde le llaman algunos. En Estados Unidos un aguacate llega a costar hasta 1.5 dólares, más que una cheeseburger de McDonald’s. En 2014 se exportaron, principalmente a ese destino, más de 600 mil toneladas, según la Secretaría de Economía, mil 400 millones de dólares, lo que significa un récord histórico para el aguacate y para cualquier otra fruta. Para 2015 se esperaba cerrar con una cifra cercana a los 2 mil millones. Esto significaría un crecimiento en las exportaciones de más de 237% en cinco años (en 2010 se exportaron 594 millones de dólares).
La Apeam calcula que la explotación del aguacate en toda su cadena emplea a más de 300 mil personas —100 mil trabajos directos y alrededor de 200 mil indirectos—. La industria del aguacate es hoy la actividad productiva más importante de Michoacán, que significa más de 50% del PIB agrícola de la entidad, que tiene el primer puesto en este sector económico.
“El futuro es promisorio, el consumo está creciendo en el mundo, sobre todo en Estados Unidos. Hay algunos socios complementarios como Perú, que están creciendo, pero otros como Chile y California se han visto afectados por problemas climatológicos o porque la mancha urbana alcanzó los huertos. La demanda en Centroamérica, Japón, Canadá y algunos países de Europa sigue aumentando”, indica José Armando López, director de Apeam. “El Acuerdo Estratégico Transpacífico de Asociación Económica (TPP) parece ser otra buena noticia para la fruta”.
La demanda sube y además de Michoacán otros estados reaccionan. Jalisco, aunque no cuenta con condiciones tan excepcionales, empezó a exportar aguacate desde 2015. El Estado de México planea hacerlo. La AFM (Avocados From Mexico), que representa a la Apeam y a los exportadores de aguacate en EU, ha fortalecido su estrategia en el país vecino con pautas en NASCAR y en el futbol americano.
Pero Michoacán es el poseedor de este reino: según información de la Secretaría de Agricultura, Ganadería, Desarrollo Rural, Pesca y Alimentación (Sagarpa), la superficie destinada a la producción del oro verde en la entidad pasó de 31 mil hectáreas en 1980 a 150 mil en la actualidad, situación que por otro lado ha encendido las alertas de organizaciones como Greenpeace.
“Hay siete especies de pinos en peligro de desaparecer por la producción de aguacate en territorio michoacano”, de acuerdo con un reporte del Centro de Investigación Regional Pacífico Centro (Cirpac). Según Greenpeace, el monocultivo de aguacate y la ausencia de una regulación efectiva para delimitar las áreas de conservación forestal pueden implicar problemas de desabasto de agua, contaminación por agroquímicos, explotación de maderas para contenedores y transportación del fruto. El posible daño ecológico contrasta con la importancia del cultivo para un estado que tiene algunos de los peores índices económicos y sociales del país.
De moscas y templarios
Autoridades sanitarias de Estados Unidos impidieron por más de 80 años la entrada de aguacate michoacano a su mercado . Argumentaban que estaba infectado por una plaga conocida como la mosca de la fruta.
Hasta 1997 se levantaron las prohibiciones y las huertas aguacateras se empezaron a multiplicar en la meseta purépecha y otras regiones. En 2000, la Apeam solicitó al Instituto de Ecología A.C. (Inecol) realizar estudios para demostrar que este insecto no atacaba el aguacate de la variedad Hass y así pudiera ser exportado sin restricciones. Siete años después, México enviaba el fruto a todos los estados de Estados Unidos los 12 meses del año.
La llegada de Los Zetas, en 2007, a la región detuvo la bonanza. Las prácticas de intimidación —asesinatos, secuestro, extorsión, robo de producto, apropiación de huertas e influencia sobre los precios— cambiaron definitivamente el negocio. La Familia Michoacana y después Los Caballeros Templarios desplazaron violentamente a Los Zetas para apoderarse de los negocios que éstos manejaban, desde el narco hasta la extorsión. The Wall Street Journal afirmó en un reportaje, en 2012, que el aguacate de Michoacán se había convertido en el equivalente de los llamados diamantes de sangre de África.
El hartazgo de los agricultores que vieron amenazados sus patrimonios y sus vidas fue la raíz para la formación de las autodefensas en La Ruana, el 24 de febrero de 2013, en la región limonera. El fenómeno atravesaría toda la entidad en unos días, con el apoyo fundamental de grandes y pequeños aguacateros. Los diferentes grupos de autodefensa lograron su cometido en menos de dos años: minaron la fuerza de Los Caballeros Templarios.
La convivencia por años de grupos criminales y productores —inicialmente pacífica— dejó lazos que hoy son difíciles de manejar. En mayo de 2014, el anterior presidente de la Apeam, Sergio Guerrero, renunció a su puesto tras aparecer en un video con Servando Gómez, La Tuta, líder de Los Caballeros Templarios. “Los huerteros están unidos y armados, pero no son malos”, dice Porfirio, un taxista que trabaja por temporadas en el cultivo del fruto.
Michoacán vive una cierta calma después de dos años tranquilos. La aparición de nuevos grupos criminales como H3, Los Viagras, el Cártel Jalisco Nueva Generación (CJNG), el fracaso de la policía rural en muchas regiones y el aparente regreso de templarios son una amenaza.
El regreso de los templarios
“Tancítaro: un pueblo 100% libre de cárteles”, dice un aviso a la entrada del municipio conocido como la capital mundial del aguacate. Adolfo Aguilar participa en labores de vigilancia una vez a la semana. En cada una de las entradas del pueblo se construyó una gran barricada de hormigón y piedra. Desde una, él y otros cuatro hombres cumplen su turno semanal. Son tiempos tranquilos. En 2013, periodo de fuertes enfrentamientos, cada torre alojaba hasta 20 hombres fuertemente armados.
“Las cosas son ahora diferentes, todo está mucho más tranquilo”, dice Arturo Olivera, el presidente municipal que está gobernando desde septiembre de 2015 después de unas elecciones en que los tres principales partidos (PRI, PAN y PRD) se pusieron de acuerdo para evitar la infiltración de los cárteles en los comicios.
Pero no se respira tranquilidad. Camionetas con hombres armados de las policías federal, rural, Cusept —financiada por aguacateros— y comunitaria patrullan a todas horas el pueblo.
El asesinato de Jesús Bucio, aguacatero y creador de las autodefensas de Tancítaro, en octubre pasado, y el recrudecimiento de la violencia en otras zonas ante la aparición de nuevos grupos criminales —sobre todo en Tierra Caliente— ha puesto en alerta a las autodefensas, que creen que es cuestión de tiempo para que los malos tiempos vuelvan. “Se oyen rumores”, dice Adolfo, “y en la calle se ven antiguos templarios”.
Para la Apeam, Adolfo y para muchos productores hay razones para ser optimistas. La demanda existe y Michoacán tiene la mejor tierra del mundo para el cultivo de aguacate. Su miedo es que, como pasó, no los dejen trabajar. “Si tenemos que volver a pelear”, dice Adolfo, “lo vamos a volver a hacer”.