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A Carlos Cazo Quintero la muerte le cayó del cielo. Ocurrió en La Pera, la curva más pronunciada de la carretera México-Cuernavaca, cuando una Yamaha roja que voló desde el lado contrario se atravesó en su camino y lo hizo derrapar. En la moto viajaba Israel, quien manejaba a exceso de velocidad, y al tomar la curva brincó el muro de contención que divide los dos sentidos de la autopista. Iba echando carreras con otro motociclista. Carlos falleció, Israel sobrevivió.
El percance en el que Carlos Cazo perdió la vida apareció meses después en YouTube, en un video que se volvió viral por mostrar la forma en que algunos conductores de moto ponen en riesgo a quienes circulan en esa autopista.
La toma fue hecha por quien retó a Israel a manejar más rápido.
Negro registro
Entre enero de 2014 y hasta septiembre de 2015, la carretera México-Cuernavaca registró 42 accidentes en los que ha estado involucrada una moto. Dichos percances causaron la muerte de 19 personas y dejaron 37 lesionados.
Los decesos representan más de 30% de las muertes totales que ocurrieron en esa carretera en dicho lapso, de acuerdo con cifras de la Policía Federal (PF).
Los tipos de accidentes que más sufren los conductores de moto son volcaduras, choques con objetos fijos —postes, rampas, señales— y salidas del camino.
En total, los daños materiales de los percances registrados entre 2014 y 2015, en los que estuvo involucrada una motocicleta, ascienden a un millón y medio de pesos.
Adictos a la velocidad
A pesar de que en esta carretera la velocidad máxima permitida es de 110 kilómetros por hora (km/h), los motociclistas llegan a circular a 265 km/h, de acuerdo con videos que circulan en YouTube donde ellos mismos documentan y presumen las velocidades que alcanzan. Algunos lo llaman “motociclismo deportivo” y para ellos consiste en correr lo más rápido posible mientras sortean los obstáculos.
La México-Cuernavaca es especialmente vulnerable, debido a que cruza por Tres Marías, poblado que desde hace más de 30 años funciona como punto de reunión para la comunidad motociclista. Entre los amantes de los vehículos de dos ruedas es tradición encontrarse con amigos para comer en alguno de los puestos instalados al costado del camino. Pero desde hace casi cinco años un fenómeno comenzó a ocurrir: la llegada de jóvenes, menos experimentados y con sed de velocidad.
“Cada fin de semana hay por lo menos un percance en esta carretera donde hay motos involucradas”, dice Héctor Saldaña, trabajador de Caminos y Puentes Federales, quien se encarga de revisar las zonas donde ocurren los incidentes para determinar los daños. Este hombre de piel morena opina que además de las altas velocidades a las que manejan los motociclistas, el alcohol es un factor que contribuye a que “la pista”, como suelen llamar a la carretera de cuota, sea un lugar expuesto a los siniestros.
“Le puedo asegurar que casi 50% de quienes se accidentan estaban manejando a exceso de velocidad y en estado de ebriedad. Aquí vienen a Tres Marías, se ponen a beber y luego se van como locos hacia Cuernavaca. No digo que todos, en general los que hacen eso tienen entre 20 y 35 años, los jóvenes son los más imprudentes. Organizan carreras para ver quién hace menos tiempo en llegar a Cuernavaca, pero hay quienes nunca llegan”, comenta.
Saldaña siempre está en el lugar de los hechos y es testigo de lo que puede ocurrir cuando se unen velocidad, alcohol e imprudencia. De su memoria rescata algunos percances que retumban en su cabeza, como la vez en que, espantada por una moto que salió de la nada, una mujer volanteó y se estrelló contra un grupo de jóvenes que esperaba de forma arriesgada a la orilla del camino. Con su auto impactó a cuatro y uno perdió la vida. Una casualidad hizo que la PF viniera justo detrás de ella y la salvara de caer en manos de los enardecidos motociclistas que golpeaban su vehículo.
También tiene presente lo traicionera y mortal que puede ser la pronunciada curva de La Pera. Ahí se han registrado casos de motos que entran a más de 190 kilómetros por hora, derrapan y expulsan a sus conductores con increíble fuerza hacia los postes del acotamiento.
Asegura que de un tiempo para acá La Pera se ha convertido en una especie de reto para los motociclistas. “Se vienen temprano, cuando no hay muchos carros, se meten en sentido contrario y se ponen a hacer arrancones. La Policía Federal empezó a implementar retenes hace un mes para evitar estas prácticas, pero son demasiados y los rebasan en número”, dice.
Un oasis para bikers
Es un día nublado que amenaza con dejar caer una tormenta cuando llegamos a Tres Marías, el mítico pueblo que los domingos reúne la mayor concentración de motociclistas del país y quizá de Latinoamérica. Cada ocho días recibe a unos mil visitantes con abundante comida y cervezas frías. Tres Marías es una gran fiesta de motores y chamarras de piel, un oasis donde la comunidad biker, como ellos se autodenominan, puede disfrutar de su pasión por la velocidad. También se comentan los últimos accidentes de los “compañeros bikers caídos”.
Octavio Romo tiene 30 años y 15 de experiencia en la moto, pero apenas hace cinco entró en una clínica de motociclismo para aprender a manejar como un verdadero experto. A pesar de formar parte de la comunidad biker, confiesa que evita venir a Tres Marías, porque sabe que implica un riesgo. Recuerda que hace muchos años el ambiente era más tranquilo, “por verdadero amor a la motocicleta”.
“He escuchado a muchas personas experimentadas decir que es mejor evitar Tres Marías. No me gusta venir porque hay mucho chamaco que ni sabe manejar, nada más viene a correr, a sentirse muy acá, a emborracharse, y no les importa si son un riesgo para los demás; a mí me da igual si se quieren matar, me preocupa que me lleven en el camino”, dice.
A pesar del frío y la lluvia hay casi 150 metros —ida y vuelta— de motocicletas estacionadas una tras otra a la orilla de la vía, aunque, asegura Octavio y lo confirman otros bikers, el lugar está a sólo 70% de la ocupación habitual que registra los fines de semana. Hoy habrá entre 700 y 800 personas.
Mientras recuerda con nostalgia cómo solía ser este rincón entre el DF y Cuernavaca, la mirada de todos se posa en un joven que se tambalea con cerveza en mano: “Ves lo que digo, ese cabrón está hasta la madre y al rato va y se mata”.
Desafiando a la muerte
“Ese domingo aposté con unos amigos que no hacía menos de 10 minutos en esa bajada y... sorpresa, lo dejé en 8.18... jeje, les bajé su dinero”. Esto se lee en la descripción de un video colgado en YouTube de un motociclista que maneja a exceso de velocidad en la México-Cuernavaca.
En internet es posible encontrar grabaciones de motociclistas que hacen menos de 10 minutos de Tres Marías a la entrada de Cuernavaca, un trayecto que a la velocidad permitida tarda un promedio de 20 a 30 minutos. También abundan videos de motos que corren a más de 250 kilómetros por hora y otros donde manejan a exceso de velocidad en La Pera. El objetivo es presumir su “destreza” como conductores, o lo que ellos llaman “hazañas”.
Los comentarios negativos también existen. Son de personas que desaprueban lo que estos bikers hacen. Como respuesta, los motociclistas que ven con buenos ojos estas actividades, les responden que son opiniones de gente que tiene “frustración”, “envidia” o “no tiene los huevos necesarios para hacerlo”.
Sobre quienes los critican, @hugodienton escribe en los comentarios de un video: “¡Pobres imbéciles que se asustan cuando los rebasan! ¿Van rápido? ¡Por supuesto! ¿Y qué?”.
Un riesgo para todos
La señora María viaja regularmente a Cuernavaca entre semana por cuestiones de trabajo y comenta que esos días maneja normal y se siente segura, pero todo cambia los domingos. “Si es fin de semana, sé que me tengo que andar con cuidado, voy con la angustia constante de que una moto se me vaya a meter. ¡Salen de la nada!, te rebasan tan rápido que te asustas y corres el riesgo de hacer un movimiento en falso y perder el control de tu vehículo. Además del miedo de que le pase algo a tu familia, sientes pánico de llevarte a uno de ellos”, comenta.
“Yo sé que los fines de semana esta es su pista de carreras y yo soy quien tiene que hacerse a un lado”. Lo que María describe como “un sonido potente que hace que tu corazón casi se detenga del susto”, es ese poderoso zumbido que anuncia que un motociclista viaja rebasando el límite de velocidad y se convierte “en un riesgo para todos”.