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politica@eluniversal.com.mx
A unas millas de la Universidad de Stanford (ubicada en la opulenta zona de Palo Alto, California) se encuentra una ciudad menos próspera llamada East Palo Alto, donde se puede llegar caminando o en carro por la avenida “University”, la cual cruza estas dos contrastantes ciudades.
De un lado se aprecian las casas estilo californiano, avenidas bien pavimentadas, árboles estilizados y jardines impecables. Más adelante, se puede notar el lado menos próspero cuando se ve otro carro abandonado, bardas en mal estado, todo tipo de artefactos en los patios, uno que otro perro suelto, tiendas de productos latinos y algunas casas rodantes o “motor home”, como le llaman aquí.
East Palo Alto cuenta con aproximadamente 30 mil habitantes, de los cuales 60% es de origen hispano, seguido por 15% de afroamericanos y el resto samoanos, asiáticos y anglosajones hay muy pocos; aquí dominan todas las razas, menos los “güeros”, dice un vecino de la zona.
Esta ciudad se ubica en el corazón geográfico e histórico de Silicon Valley, el lugar que alberga cientos de empresas que gobiernan el mundo de la tecnología como Facebook, Apple, eBay, Google, Netflix, Oracle, Linkedin, Cisco, Oracle, y otras compañías que aportan millones de dólares a la economía de Estados Unidos.
Pese a la riqueza generada por la industria tecnológica, la ciudad de East Palo Alto atraviesa por una crisis que ha movilizado a diversos sectores en la comunidad (educativo, religioso, ONG, iniciativa privada), que se coordinan para ayudar a un gran número de habitantes que literalmente “se han quedado en la calle”.
“Tenemos un problema muy grave de vivienda en esta ciudad, una tercera parte de las familias tienen que resolver en dónde van a dormir, porque se han quedado sin hogar, han sido desplazados de sus casas por el alto costo de la vivienda, a veces duermen en sus carros, albergues o, de plano, buscan un lugar cálido en donde se puedan acomodar, los más afortunados viven en las casas rodantes”, asegura la superintendente del Distrito Escolar de Ravenswood, Gloria Hernández-Goff, quien además de sus labores rutinarias busca una solución a este problema a la par de su equipo de trabajo.
El Distrito Escolar de Ravenswood cuenta con ocho escuelas públicas, desde kínder hasta el octavo grado, y un centro para preescolar de niños de tres y cuatro años, todas se encuentran dentro de la zona de East Palo Alto y el Este de Menlo Park, y atienden a 3 mil estudiantes, de los cuales 80% son hispanos (2 mil 400), la mayoría mexicanos.
La doctora Gloria, como le llaman todos en esta comunidad, detalla que “las familias en este Distrito Escolar de Ravenswood son muy pobres, todos son considerados de bajos ingresos, aquí casi todos tienen dos empleos, son gente muy trabajadora, pero aunque laboran las 24 horas y todos los días del año, nunca les alcanzaría para pagar la renta de un departamento, pues ganan a lo mucho 10 u 11 dólares la hora, al año no llegan ni siquiera a los 20 mil dólares, están mucho más abajo del índice de pobreza en este país”.
De acuerdo con el Departamento de Servicios Humanos y de Salud (US Department of Health and Human Services), una familia de cuatro miembros es considerada de bajos ingresos o se encuentra en la línea de pobreza si gana al año hasta 25 mil dólares, sólo así podría tener acceso a programas de salud de bajo costo, cupones de comida, seguro de desempleo o vivienda de bajos ingresos.
Estudiantes, los más afectados
En East Palo Alto la tercera parte de sus estudiantes no tiene hogar, o sea mil 147 niños y sus familias viven al día, no cuentan con los servicios básicos y en ocasiones apenas tienen dinero para comer. El mayor problema es que no pueden acceder a muchos de los beneficios que ofrece el Estado, porque muchos de ellos no cuentan con un estatus migratorio.
“La mayoría de los estudiantes en East Palo Alto son nacidos aquí, pero sus padres no tienen papeles y ya no quieren pedir ayuda por miedo a las nuevas medidas del presidente Donald Trump, tienen temor de compartir información con cualquier agencia u organización porque piensan que los van a deportar, por eso no pueden tampoco rentar un cuarto de bajos ingresos, porque no se los dan si no tienen papeles”, explica.
Gloria Hernández señala que la mesa directiva del Distrito Escolar de Ravenswood va a declarar esta zona libre de revisiones de este tipo, no compartirán nada con las autoridades y toda la información que brinden las familias será confidencial, de esa forma esperan que los más necesitados puedan recibir la ayuda necesaria.
La paradoja de la zona tecnológica
De acuerdo con la Coalición Nacional de Vivienda de Bajos Ingresos de Estados Unidos, tan sólo en California una persona necesita ganar aproximadamente 28.59 dólares la hora, trabajando 114 horas a la semana para pagar un apartamento pequeño de dos recámaras.
Pero en el condado de San Mateo, el cual incluye ciudades como East Palo Alto, las familias deberían ganar alrededor de 44 dólares la hora para pagar una vivienda. Comparado con los 10 dólares que aproximadamente gana una persona de bajos recursos en esta ciudad, no hay forma que lleguen ni al nivel de pobreza, de acuerdo con las cifras del Departamento de Servicios Humanos de Estados Unidos.
“Las rentas son tan altas aquí, que a veces tienes que escoger entre pagar la renta o comprar comida”, afirma una voluntaria que ha llegado a la Escuela Castaño para repartir víveres donados por el Banco de Comida (Second Harvest Food Bank).
La gente llega a formarse desde antes de las seis de la mañana, sin importar el clima, todos esperan una despensa que consiste en: frutas, verduras, pastas, granos, jugos sin azúcar, cereales, en algunas ocasiones carnes y otros alimentos saludables. Tan sólo en noviembre de 2016 sirvieron 18 mil despensas de comida en los Condados de San Mateo y Santa Clara.
“Las estadísticas van en la dirección incorrecta; normalmente se dice que cuando una economía mejora, a todos nos va mejor, pero aquí en Silicon Valley el costo de la vivienda sube cada vez más y entonces va rezagando a una parte de nuestra comunidad”, advierte Kathy Jackson, CEO del Banco de Comida (Second Harvest Food Bank) para los condados de San Mateo y Santa Clara, California.
“Ellos tratan de mejorar, las empresas millonarias crecen sus negocios, hay mucha demanda, pero esto ocasiona mucho estrés en estas comunidades, porque se crean miles de empleos, pero no estamos creando miles de unidades de vivienda, entonces el costo de vivir aquí se incrementa”, dice Kathy Jackson, quien llegó a la Escuela Castaño a asegurarse que todo marche bien en la distribución de las despensas.
En un sábado se distribuyen hasta 600 despensas, no se les pide identificaciones, ni otro documento, solamente tienen que dar su nombre, cuántos integrantes de la familia, un domicilio o teléfono opcional.
Uno de tantos casos
Aquí no hay racismo, comentan los habitantes, casi todos se conocen, son vecinos, todos tienen uno o dos empleos, y saben que la situación es grave, pero sería peor si no tuvieran trabajo y aunque sea un carro en dónde dormir.
“Llegamos aquí hace más de 20 años y nos ha costado mucho trabajo salir adelante, porque siempre surgen problemas tanto personales como de trabajo, vivienda y otros rollos más gruesos”, comenta Omar Chávez, padre de tres niñas que estudian en las escuelas del Distrito de Ravenswood.
Después de haber sido desplazados de un estudio aquí en la misma zona, compraron una casa rodante en mil dólares. “Esta camioneta estaba en muy mal estado, me la vendió un asiático, estaba muy deteriorada y tenía muy mal olor, le faltaban muchas cosas, pero lo importante era el motor, ya después la arreglé y le metimos más cosas para que no se nos metiera el frío o la lluvia”, narra Omar Chávez. Afirma que le hubiera gustado darle otra cosa a sus hijas para vivir, pero la situación se complicó porque se lesionó en su último empleo y quedó inhabilitado para seguir trabajando y sin un estatus migratorio no es fácil conseguir otro trabajo. Ahora Adriana, su esposa, es la que mantiene a la familia, trabaja en una guardería en donde recibe un poco menos que el salario mínimo.
Omar, su esposa y las tres niñas han vivido los estragos de la pobreza en Silicon Valley. Su casa móvil está estacionada en una calle en donde hay otro par de camionetas más, tienen lo necesario para dormir, cocinar algo sencillo —no pueden comprar leche porque no tienen refrigerador—, un baño muy pequeño y sin regadera para bañarse se van a la YMC (centro deportivo) más cercano pagando una mensualidad.
Desde esa misma calle se aprecia una unidad de casas muy bien equipadas, recién pintadas y con carros más nuevos en donde viven algunos empleados de Facebook, comenta Omar Chávez. “Ellos son nuestros vecinos y son muy amables con nosotros, siempre nos ofrecen agua, alimentos y nos han dicho que cuando necesitemos el baño se les digamos con confianza”, lo único que les piden es que tengan esa zona limpia y no generen conflictos para que sea siempre una área tranquila en donde puedan tener su casa móvil o camioneta sin problemas.
Los Chávez son de los más afortunados, de los que forman esa tercera parte de estudiantes que viven en esta situación y en tanto no tengan un ingreso mayor al de ahorita, no podrán acceder a ninguna vivienda en esta zona ni cerca de ella.
Las autoridades de la Ciudad de Palo Alto saben de esta situación, el concejo de la ciudad se encuentra analizando una propuesta para ayudar a las familias consideradas de clase media que su ingreso anual se encuentra entre los 150 mil y 250 mil al año. Familias como las de Omar, Adriana y sus hijas, su ingreso anual apenas llega a los 20 mil dólares anuales, pero por los requisitos ellos quedarían fuera de cualquier programa de ayuda.
La solución
El aprovechamiento de los niños en las escuelas del Distrito de Ravenswood es bueno, comenta la superintendente Gloria Hernández-Goff, “pero creo que sería mucho mejor si los niños no tuvieran que vivir este estrés, si tuvieran un hogar, un lugar seguro donde dormir, comer, descansar, hacer la tarea”.
Por su parte, la doctora Hernández-Goff planea habilitar un estacionamiento para que las personas que viven en sus carros o en sus casas móviles puedan estacionarse sin problema.
Para hacer frente a esta situación, surgió la idea de llevar a cabo reuniones mensuales en las oficinas de este Distrito escolar, en donde se analizan varias propuestas. Entre los asistentes a estas reuniones se encuentran representantes del proyecto WeHope, quienes trabajan para ofrecer albergues, alimentos, regaderas móviles y otros servicios necesarios para la comunidad inmigrante que se ha quedado sin hogar.
El grupo de bibliotecas, por su parte, ha propuesto espacios para que los estudiantes hagan sus tareas, otras organizaciones y fundaciones como la Chan-Zuckerberg se encuentran analizando las probabilidades de ayudar a esta comunidad equipando los albergues en donde se van a ubicar a los afectados. En febrero esta fundación realizó una donación de 3.1 millones de dólares para la Comunidad de Servicios Legales de East Palo Alto, la cual se encarga de brindar servicios legales a familias de bajos recursos.
La ayuda que necesita esta comunidad tendría que ser más flexible, ya que las familias, principalmente las que no tienen estatus legal, quedan fuera de programas de ayuda federal o estatal. De esa forma, las reglas para ayudarlos serían distintas y no quedaría nadie en el rezago en esta ciudad donde conviven la pobreza y la opulencia.